A Luis Botija, en mi pueblo de Altamira de los años sesentas, le gustaba que todos le llamáramos por su sonoro apodo de el “Bachiller”. Cuando los vecinos le reprochaban su petición de que  le llamaran “Bachiller”, a pesar de ser analfabeto, el desbarrigado Luis Botija respondía: “Bueno, tengo mi título de bachiller, y si  todavía cuento con los dedos y  los codos  y ‘paso’ por analfabeto, es porque hace años  llevé mi Diploma a una compraventa y lo empeñé. Lo dejé perdido cuando el maestro don Pablo Rancier me aclaró que dicho título no tenía validez ya que ni los dos profesores que lo firmaron ni la escuela donde estudié tenían la calidad ni los logros de rendimiento probado para ser reconocidos como escuela y como educadores.

Una comunicación enviada recientemente [resumida así:  “….no matricular más estudiantes dentro del plan denominado Meta Presidencial sobre Formación Docente para la Excelencia”] por el MESCYT a las universidades para que se abstengan de darle  cumplimiento a la Normativa  09-15,  según parece, “hasta tanto la mula quede preñada”,  ha generado una inevitable  preocupación entre sectores académicos y personas ligadas a la educación nacional, porque muchos hemos inferido que  la susodicha comunicación del ministro Franklin García, constituye la antesala a la posible decisión del Gobierno de echar por tierra el Pacto Nacional de la Reforma Educativa en la República Dominicana (2014-2030), y que en su numeral 5.1.6  dice: Implementar, con carácter obligatorio, una prueba de ingreso validada para los programas de formación de docentes, la cual debe medir si los estudiantes poseen los conocimientos, la vocación y las habilidades requeridos para iniciar estudios a nivel terciario en el área del magisterio.

Como al actual ministro del MESCYT todos le suponemos un conocedor competente del problema más básico de nuestro sistema educativo, a saber, la baja calidad promedio del docente y el lentísimo y deficiente aprendizaje de los escolares, pues uno esperaría que fuera inmune a las sugerencias y juicios que no toman en cuenta esas dos gravísimas debilidades. Y si el Banco Mundial, institución internacional que más investigaciones patrocina sobre la marcha y las dificultades de la educación en todo el planeta, ha venido diciendo que en los países en desarrollo hay una “crisis del aprendizaje”, y además que todo el mundo sabe que si los aprendizajes son deficientes, una porción nada desdeñable de esa deficiencia es atribuible a que el docente carga también con poco  dominio de los contenidos, pues ¿cómo a alguien se le ocurre proponer rebajar o suspender los criterios que permiten el acceso de los aspirantes a cursar estudios en las carreras pedagógicas?

Tanto un editorial de acento.com como un grupo de reconocidos educadores y los distinguidos profesores Julio Valeirón Ureña (acento.com 10/4/2021 y 12/4/2021) y David Capellán y Luisa Taveras (acento.com 14/4/2021), han señalado que invisibilizar o paralizar la Normativa 09-15 equivaldría a ignorar los resultados de las evaluaciones a que fueron sometidos los profesores y directores de las escuelas durante los años 2017 y 2018. Recordemos que la suma de los dos segmentos de educadores “destacados” y “competentes” ¡no llegó al 25%! Creo que si el doctor Franklin García F. hubiese revisado el puntaje que en lectura comprensiva y matemática obtuvieron nuestros 6000 alumnos incluidos en la prueba PISA del 2018, ni remotamente se hubiese dejado seducir por la idea de quitarle énfasis a la necesidad de formar profesores con calidad.

Definitivamente  tenemos que considerar una relación entre deficientes aprendizajes de nuestros escolares y la calidad del profesor, puesto que en aquella Prueba PISA del 2018, los estudiantes de Vietnam sacaron una puntuación similar a la de los estudiantes alemanes. Y como Vietnam y República Dominicana tienen un nivel de desarrollo equiparable, a saber, 5 veces menor que Alemania, por lo tanto uno se siente tentado a admitir que la diferencia entre los escolares vietnamitas y los nuestros por debajo de los 15 años depende de que esos chicos vietnamitas logran aprendizajes más conspicuos y más afinados que nuestros muchachos y que de alguna manera ellos disponen de profesores que en promedio tienen una competencia mayor que los nuestros.

Con premura nuestro sistema educativo tiene que elevar la competencia de los educadores porque es el único camino a recorrer para mejorar la cantidad y validez de los aprendizajes de nuestros estudiantes ya que a través de aprendizajes más fidedignos, precedidos de un procesamiento ágil y de una reflexión cognitiva para nada perezosa, es que en poco tiempo podríamos recuperar los años de atraso que llevamos de acuerdo a las conclusiones de PISA. Y eso sin contar con la beneficiosa observación de que a mejores aprendizajes de los adolescentes, mejor es su funcionamiento global en la familia y en la sociedad.

En el 2015, el psicólogo del MIT, Shane Frederick, quien ganó notoriedad entre las élites académicas del 2005 al desarrollar el test más corto para detectar en los alumnos de educación media o universitaria la valencia de sus aprendizajes, popularmente conocido como la “prueba del bate y la pelota”, decía en una opinión inserta en la revista Annual Review of Psychology, que a él le llamaba la atención que muchos profesores en USA y Latinoamérica aún no caían en cuenta que los alumnos mejoran grandemente su aprendizaje si sus maestros les ayudan a ser “no más inteligentes” sino a “ser más diligentes” en comprender y procesar los datos de un problema. Y agregaba que en la prueba del “bate y la pelota”, donde se plantea: Si un bate y una pelota te costaron $1.10 pesos y el bate costó un peso más que la bola, ¿entonces cuánto costó la pelota?; aquí los equivocados llegan al 50%,  no porque sean poco inteligentes sino porque en el salón de clases han “aprendido” a ser de mentes perezosas o de mente poco diligente y por eso no descubren que la pelota solo costó 5 centavos. Concluía diciendo que un alumno de 13 a 15 años que no comprende lo dicho en un párrafo de cinco  líneas de información de complejidad media sin tener un trastorno disléxico, es muy probable que él y sus profesores tengan un pobre nivel en la calidad de  sus aprendizajes.