Siempre ha llamado mi atención los cánones de belleza que se imponen especialmente a las mujeres creando dimensiones “perfectas” que hacen sentir frustradas a más de una si no logra escalar las empinadas escalinatas de la perfección visual.

En una ocasión visité la casa de una amiga que coleccionaba revistas de modas. Como simpatizo por la historia comencé a revisar las de mayor tiempo de edición y encontré una revista de 1940 con un titular particularmente revelador.

La revista se publicaba en la víspera de semana santa y la publicidad estaba en sus buenas ofertando trajes de baños para mujeres con el siguiente titular: “si quiere verse bien, engorde. Aumente esas libras que le hacen falta para poder lucir su traje de baño con libertad, porque verse bien nunca está de más”.

Confieso que apretujé mis ojos y los posé nueva vez sobre el titular de aquel papel palidecido, pues era la antítesis de lo que se promueve hoy en día. Esta simpática exhortación me condujo al interés de saber en qué momento de la historia se produce una ruptura del discurso ya que hoy se invita a rebajar cuando años atrás se invitaba a engordar para lucir bien. En una revista más reciente encontré algunos datos que pueden ilustrarnos.

En cada época histórica la tendencia de belleza femenina ha sido promovida por alguna industria importante y ha contado con mujeres que han servido de modelo, pero quienes crean las modelos y diseñan las modas generalmente son hombres.

 

En los años 50 Marilyn Monroe o Sofía Loren, mujeres de anchísimas caderas y voluptuosas piernas fueron las modelos a seguir. Ya para esta época la publicidad había comenzado a difundir hábitos de belleza e higiene enfatizando el cuidado del cuerpo.

 

En los años 60, la diseñadora Mary Quant puso de moda la minifalda. La delgadez extrema se impuso, pero acompañada de unas buenas piernas pues de eso se trataba esta pieza de vestir.

 

En los 70 comienzan a prevalecer  los cuerpos delgados, pero todavía no se habían impuesto los pechos grandes. Las cirugías estéticas aún no eran una necesidad para las artistas.
Los años 80, es una época de grandes cambios. Las mujeres más admiradas por su físico fueron Claudia Shiffer y Naomi Campbell. Esta década puede ser entendida como un momento importante porque en ella la corporeidad se hizo notar como nunca antes en términos de visibilidad en la vida social, pues si en el período anterior los cuidados del cuerpo se reconocían durante su exposición en los veranos, a partir de esta década las prácticas física pasan a ser más regulares y cotidianas, manifestándose en la expansión de gimnasios por todos los centros urbanos.

 

Sin lugar a dudas que la figura que ha marcado la tendencia en este tiempo ha sido Jennifer López, una mujer que con una excelente estrategia de marketing ha sabido posicionarse socialmente hablando sin nada más que ofrecer que una figura bien delineada.

 

Estamos en la sociedad del auto-odio que te invita a odiar cosas de ti para luego obligarte a cambiarlas y es de aquí donde surge la pasión por las cirugías estéticas, la obsesión por el gimnasio y las dietas.

Las industrias dietéticas han manejado la lógica del miedo y hoy existe más pasión por verse bien que por la salud en realidad. En pleno siglo XXI una epidemia se ha extendiendo entre la sociedad se trata de una obsesión moderna por la perfección del cuerpo, es la nueva epidemia del culto al cuerpo y la vanidad como valores que sustentan la sociedad de la nada.