Si llegara a firmarse, el Pacto Eléctrico quedará algún día como muestra de que las diferencias no son obstáculos para un buen entendimiento cuando está en juego el interés general y ejemplo patético de nuestra inigualable capacidad para dejar pasar grandes oportunidades. Si existe un documento que resuma una aspiración colectiva no es otro que la Estrategia Nacional de Desarrollo, que lo contempla como uno de sus objetivos básicos.
Cuando el nuevo acuerdo se firme, lo que dudo por ahora, dos de los tres grandes compromisos de ese acuerdo quedarán sellados, pues ya el país cerró filas en el 2011 alrededor de los objetivos en el campo de la educación, el primero de los tres pactos consagrados en la Estrategia de Desarrollo. En el espinoso trayecto hacia la consecución del eléctrico han quedado al desnudo la diversidad de intereses que a lo largo de nuestra historia, han entorpecido, en momentos cruciales, la búsqueda del bien común. Y ahora sabemos de antemano cuán mucho más empinado será el trayecto hacia el pacto fiscal.
Sin embargo, es preciso admitir que a pesar del ruido que caracteriza la búsqueda de consenso sobre los temas fundamentales de la República, algunas experiencias enseñan que se puede arribar a una meta deseada por medio de la persuasión y no por la imposición de la fuerza que nace del ejercicio del poder político. Una prueba pudo ser el Pacto Eléctrico cuya firma quedó ayer en el aire después que el PRM, el mayor partido de oposición, lo objetara.
La primera vez que el diálogo se estancó al borde de su firma por el retiro de un sector empresarial, la administración del presidente Danilo Medina no apeló al uso de su posición dominante para imponerlo. Prefirió dilatarlo para permitir que los intereses encontrados hallaran vías para superar sus diferencias. Es lo que ayer pudo hacer más notable la firma del pacto que hoy parece distante.