En la siguiente reflexión no quiero ser simplista como para atribuir a una intencionalidad subjetiva el origen de todos los males en nuestra querida Quisqueya. Los problemas sociales son complejos y multicausales. De todos modos, vale la pena aventurarse a una razón explicativa que dé cuenta de múltiples fenómenos de manera que podamos unir esfuerzos diversos en la solución de estos.

Por doquier observo un fenómeno subjetivo en su raíz, pero que impacta de manera crucial la vida pública y, por tanto, al conglomerado social. Es un fenómeno viejo y catalogado como dañino, pero que se renueva con cada generación y que encuentra su terreno fértil en la débil aplicación del sistema de justicia, por un lado, y en un “modo de proceder” respecto a la ley que tiene su origen más remoto en el sistema colonial imperante en estas tierras por más de cuatro siglos, por el otro. Me refiero a la búsqueda de dinero. 

Fíjese que he dicho “la búsqueda de dinero” y no quiero decir: el afán de lucro. Soy de los que piensan que el lucro es un motor subjetivo para la productividad y que si se hace en un marco legal no representa algo condenable a no ser por la postura moral que adoptemos. Puede que a cierta tradición moral el lucro no le sea grato, pero dejémonos de cuento: quien trabaja o se arriesga en un negocio para producir dinero quiere ganar y acumular. Con ello se tiene cierta seguridad a la hora de mantener la vida y reproducirla. Esto último, al final, constituye el motivo ancestral detrás del lucro bien entendido.

Ahora bien, no es lo mismo afán de lucro que búsqueda de dinero. Ni siquiera uso el eufemismo “hacer dinero”, sino simplemente “búsqueda de dinero” porque la intención es obtenerlo a cualquier precio y sin importar las consecuencias. En mis cursos de ética profesional con ingenieros, economistas y profesionales del derecho y la medicina al momento de discutir las definiciones del concepto de profesión y/o quehacer profesional, es constante la sorpresa cuando les planteo que es intrínseco a toda profesión ganar dinero, fruto de un buen servicio prestado a un cliente, y que este salario ganado constituye un medio de vida para quien la ejerce. Todo ello debe realizarse en un marco legal del desempeño profesional y, posteriormente, desde este marco legal cualquier acción debe ser juzgada éticamente.  Por ello es por lo que abogo que la ética profesional no puede ser una asignatura de relleno y de un cuatrimestre, sino un eje transversal a todas las asignaturas profesionalizantes, como les llaman hoy, esto es: los docentes de asignaturas propias a las profesiones deben abordar los aspectos éticos del ejercicio profesional y no solo los legales. Con ello no quiero establecer riña alguna entre lo ético y lo legal, porque no debe haberlo.

Cuando en un ejercicio profesional se atiende a la fórmula simple de “búsqueda de dinero”, en un contexto de instituciones poco justas y un complejo sistema de impunidad, se es capaz de aceptar todo lo que genere dinero sin importar las consecuencias legales y mucho menos sin tener en cuenta, dentro del marco legal, la perspectiva ética del propio ejercicio profesional.

Buscar dinero a toda costa genera acciones cuyas consecuencias no son previsibles para otros y que, en un momento dado y bajo determinadas circunstancias, originan pobreza y muertes violentas. Esto es más visible en las profesiones que atañen al ejercicio del poder y la administración de la justicia. De alguna manera se ha colado en nuestro imaginario sobre las profesiones la idea de que el éxito está en buscar dinero a cualquier precio y mostrarlo a los ojos de los demás; sin importar ni tomar en cuenta, porque ya les resultan “obsoletos”, valores tan importantes como la dignidad personal y la honorabilidad.

Buscar dinero como norte de la vida profesional, en un afán desmedido de consumo y apariencia del ser, desnaturaliza no solo el sentido colectivo de la vida profesional sino también el sentido intrínseco de la existencia individual. Cuando la profesión se desliga de un proyecto de vida buena personal, lo colectivo es solo un instrumento de enriquecimiento que trae violencias y muertes.