Cuando Juanito bajó del avión que lo trajo de Santo Domingo cuatro inspectores lo estaban esperando con cara de muy malos amigos.

-¿Dónde está la marimba?-le espetó el que parecía el jefe de los inspectores.

Se parecían a los mosqueteros originales de Alejando Dumas pero, en lugar de tres, eran cuatro, como los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Uno era el puro retrato de Sancho Panza, rechoncho y bajito, el otro larguito y con un bigotito de cochero chino; el tercero parecía un mastodonte con un perro a cuestas, pero el perro parecía menos perro que él. El último inspector era cojo, un Quasimodo cualquiera, como el jorobado de Notredame de Paris.

-¡La marimba! No te nos hagas el pendejo y dinos dónde escondiste la marimba.

-Yo sólo vine a besarle la mano a mi abuelita – contestó Juanito.

-¿Qué abuelita ni abuelita? Dinos dónde tienes escondida la marimba.

Resulta y viene a ser que Juanito estaba estrenando su visa B-2 de turista y había hecho escala en San Juan, Puerto Rico, donde vivía su abuelita, Delfina Muñoz.

-Tú no eres más que un gran pillo. Dinos dónde tienes escondida la marimba.

-No sé de qué me están hablando. ¿Qué marimba?

-¡La cocaína! La cocaína que trajiste escondida de Santo Domingo. No me digas que ya no sabes lo que es cocaína, hijo de tu madre.

-Mi madre vive en Nueva York y me está esperando, después de que yo le bese la mano a mi abuelita.

El caso fue que a Juanito, que aún no había cumplido los 17 años, lo encerraron en un cuartito, al lado de la oficina principal de la inmigración del aeropuerto internacional Luis Muñoz Marín, donde ya le habían abierto la maleta, con todas sus pertenencias desparramadas por el piso.

-¡La marimba! ¿Dónde llevas escondida la marimba?

-¿Qué marimba? Yo solamente vine a pedirle la bendición a mi abuelita.

-¡Con que tu abuelita, eh! De aquí no vas a salir jamás, hasta que nos diga dónde tienes escondida la marimba.

-Danos ese sobre que llevas escondido en la pechuga-le gritó el inspector de los bigotitos chinos, refiriéndose a una carta que Juanito llevaba en la chacabana.

-Esa es una carta de mi papá dirigida a mi mami, que vive en Manhattan. Eso es propiedad privada.

-¿Con que tu mami vive en Manhattan y tu papi en Santo Domingo, eh? Eso es muy raro-le espetó el inspector, el de los bigoticos de gato, como los de Daniel Santos cantando el tíbiri-tábara. Daniel Santos, el Anacobero, se hizo famoso cantando en Cuba pero era más puertorriqueño que un coquí de Lares.

No me digas que ya no te acuerdas de Bigote’e gato, aquel gran sujeto del Ullanó de la Habana, a quien el Anacobero hizo famoso con su guaracha, acompañado por la Sonora Matancera. Si te acuerdas eres viejo, pero viejo de verdad.

-¿Con que propiedad privada, eh?- le preguntó el cojo, el que se parecía al Quasimodo de París.

-Aquí a ti no te pertenece nada de nada, hasta que nos digas qué hiciste con la marimba-le dijo el jefe de los inspectores e inmediatamente le gritó a Juanito:

-¡Dame esa carta! ¡Swap!-se la arrebató de un zarpazo como si se tratara de  un churrasco para el perro que traía a rastras, el cual parecía con más hambre que él.

“Mira a ver lo que vas a hacer con este muchacho del carajo-decía la carta-

No le hace caso a nadie y ya yo no lo aguanto. Encárgate tú de él”.

-¡Bingo! … ¿con que te vas a vivir a Manhattan con visa de turista…eh?

-¡Amárrenlo!-gritó Quasimodo- en vez de Manhattan adonde vas a ir vuelto un andullo por marrullero es a Santo Domingo. ¡Pónganle las esposas!

-Ustedes son unos abusadores ilegales-se quejó Juanito.

-¡Mira quién habla!-ladró el cara de perro- aquí el único ilegal eres tú.

Como la cocaína no apareció por ninguna parte, a Juanito lo empacaron en el vuelo 2506 de American Airlines con destino al aeropuerto internacional de Las Américas.

-¿Y qué fuiste a buscar a Puerto Rico, muchacho err diablo?-le preguntó el coronel de la policía cuando la Migra se lo entregó todo esposado como un narcotraficante.

– Bueno, yo solamente fui a pedirle la bendición a mi abuelita.

Nota: El nombre completo de Juanito es el de Juan Beato Taveras, mi primo hermano. Cuando su madre lo pidió oficialmente desde Nueva York, la petición fue denegada bajo el “delito” de que “había tratado de quedarse en territorio estadounidense con visa de turista”.

Esta historia parece un cuento, pero sucedió de verdad.

A la marimba todavía la andan buscando.