Estoy viendo en el consultorio a una mujer joven (42 años) que en noviembre pasado perdió de manera inesperada a su bebé de 6 meses. Está llevando su proceso desde el año 2007 y ahora afrentando este duelo como algo nuevo y muy doloroso.

Su hija mayor tiene 16 años y está aprendiendo a tan temprana edad, lo que significa el sufrimiento de haber pedido una hermanita por muchos años, tenerla por 6 meses y luego perderla; incompresible para una chica de su edad.

Esta cultura en la que vivimos nos enseña a ocultar los verdaderos sentimientos frente a una situación como esta y a asumir  posturas extremas. Regularmente las personas esperan que esta madre niegue lo ocurrido a nivel inconsciente, cayendo en una depresión o continúe adelante pues hay que seguir viviendo.

De hecho esta mujer viene de una familia donde aprendió el código “Hay que seguir adelante”; “Mas adelante vive gente”; “Hay que ser fuerte”; “Todo va a estar bien”. Justamente el resultado de este aprendizaje es ocultar las emociones, ocuparse para no pensar y sentir, ocultarse para llorar, en fin, no enfrentar la vulnerabilidad que implica el dolor y el sufrimiento que nos embarga.

Esto justamente estaba pasando con esta madre y su adolescente, ambas cargando su propio dolor intentando que la otra no se diera cuenta para “no hacerla sufrir más”, de esta manera en vez de dividir el dolor y cargarlo entre las dos lo multiplicaban y lo hacía mayor.

Compartiré algunas recomendaciones y tareas que suelo dialogar con mis pacientes frente a una situación como esta:

Dese el permiso de sentir el dolor. Haga conciencia de él y exprese en forma de conducta lo que siente. En nuestra cultura el llanto es la manera más común de hacerlo. Llore cuanto quiera y por el tiempo que necesite.

Dígale a su familiares (hijos, pareja, amigos) qué necesita que ellos hagan cuando esté llorando(que le dejen solo/a, que le abracen, que le hablen, que solo estén ahí sin hablar)

Desmitifique el llanto frente a sus hijos. Dígales que no se asusten, que es la expresión de su dolor, pero que pasara. Igual si ellos lloran sólo acompañe y haga lo que ellos necesiten.

Es posible que por la vulnerabilidad que provoca el sufrimiento, la reactividad se dispare y mostremos enojo por cosas que normalmente no lo hacemos. Háblelo con sus hijos, pues ellos además del dolor pudieran manejar culpa por hacerle sentir mal y esto daña la relación y complejiza el duelo.

Hable sobre esa persona querida perdida, refiérase a ella por su nombre. Sabemos que esto en principio es difícil, pero poco a poco lo irá logrando. Los hombres por el aprendizaje cultural machista que les decreta no llorar, pudieran manifestarlo a manera de ira. Esté pendiente de esta forma de expresión del dolor y convérselo en la familia.

Frente a estas situaciones tan dolorosas es recomendable buscar ayuda profesional, esto facilita el proceso y evita que se dañen las relaciones familiares. Si siente que no pueden solos o que algún miembro de la familia va entrando en una depresión, busque ayuda terapéutica idónea.

En el momento en que estamos pasando por este dolor tan fuerte es difícil ver la luz, pero insisto con las familias que veo, que todo dolor trae un regalo de lección y crecimiento. Les recuerdo sus fortalezas y destrezas de resiliencia. Pueden ver cómo este evento es un medio o quizás una excusa para darse cuenta de que lo más importante son ellos y cómo se tienen unos a los otros. Al final logran vivenciar que  pese a todas las circunstancias,  la familia siempre se fortalece y se reinventa.

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvara2