Cabe destacar que a partir de las vanguardias históricas, empezamos a encontrar nuevos propósitos teóricos y críticos acerca de los productos artísticos y sus contextos de significación. Se ha entendido en algunos marcos académicos y postacadémicos, que el arte contemporáneo tiene su función en la diversidad de mensajes de la obra misma. Así, la selección de elementos que dan pie a la valoración de los contenidos temáticos y las formas específicas de la artisticidad, favorece el desarrollo de los procesos creacionales justificados por los nuevos lenguajes y formas individuales de los artistas de nuestros días.
A partir del expresionismo, el arte ha sido interpretado desde su base conceptual, de tal suerte que ya no es solamente el contenido de lo interpretable lo más importante, sino más bien la forma abierta o el concepto, símbolo o metáfora que traspasa el estadio de creación de la obra. Se requiere entonces de un conocimiento plural de la psicología misma del acto artístico, para que se produzca una lectura crítica de los signos-ejes que configuran la sustancia de la figuralidad artística.
El concepto, en esta experiencia de síntesis y significaciòn ayuda a permanentizar la visión estratégica de la forma creadora, donde la estructura o composición del objeto, implica una dialéctica del movimiento que intensifica el significado estético, siendo así que la obra se auto-justifica desde su expresividad en contexto. El mismo conduce a mantener grados de significación y expresión explicables en el proceso mismo de lectura del objeto y el proceso de creación de la obra de arte, según lo explica Ernst Cassirer en su Filosofía de las formas simbólicas. El lenguaje artístico es la fuente visional del concepto que extiende el producto artístico. Con el desarrollo de las vanguardias históricas (surrealismo, futurismo, neosimbolismo, orfismo, color field, art nouveau, y otros), se conquistan nuevas superficies mediales y comunicativas propias del arte contemporáneo.
Los diversos manifiestos estéticos producen la avalancha de nuevos lenguajes del arte y, desde esta misma dinámica, se logran construir diferentes cuerpos teóricos y diversas estructuras nocionales en nuevas experiencias de creación, tal y como podemos advertir en tendencias como el arte povera, minimalismo, land art, street art, abstracción pospictòrica y otras.
Empieza a valorarse así la subjetividad en la producción y en la concepción de mensajes y textos artísticos. Como tipo representable y enunciable, la subjetividad será entonces el espacio de la reflexión teórica y creadora, donde los argumentos transforman, en sucesión, las diversas micro-estructuras estéticas en la búsqueda de una cohesión del objeto artístico, cuyo valor se desarrolla a todo lo largo del proceso artístico de la posvanguardia (performance art, op art, neodadaísmo, arte feminista, posmodernismo).
La llamada base conceptual del arte del siglo XX, luego del abstraccionismo, el minimalismo europeo y norteamericano engendra diversas poéticas visuales en el contexto de crisis en la post-vanguardia. Se define este proceso como toda aquella búsqueda del arte contemporáneo, donde los artísticos poseen un grado abierto de representabilidad, interpretación y valoración. La post-vanguardia, a juicio de algunos filósofos del arte actual, representa la verdadera desviación de la norma-forma artística. Se reconoce en este sentido, que las visiones de este tipo de arte son visiones desencantadas, produciéndose de esta suerte una estética del desencanto y de la ensoñación.
En efecto, todo el tema de los conceptos que se utiliza para valorar los productos artísticos de nuestros días, conduce a la desaparición o a la llamada “muerte del arte”, cuyas bases teóricas y filosóficas se encuentran en las Lecciones de estética de Hegel.
Los conjuntos productivos e interpretativos de los lenguajes artísticos contemporáneos, crean en el orden estético-crítico las respuestas contra el experimentalismo o práctica heurística del arte actual, denominado en muchos casos el arte de la era electrónica, que empieza a manifestarse además, con la música y la poesía concretas o sintéticas y con lo que fue el dodecafonismo. En correspondencia con la pintura y la arquitectura, la significación musical se hace cada vez más simbólica, y sus registros estéticos se perfilan en un imaginario temporal de probadas búsquedas y necesidades de recepción.
La nueva condición percepto-sensible de los sujetos y productos artísticos, reclama también una explicación, además de la intuición conceptual; la relación entre arte y consumo impone paulatinamente los efectos válidos para una nueva energética del arte, donde la noción de deseo y seducción determinan las estrategias y los nuevos métodos de representación y forma-sentido de la obra de arte.