La necesidad es un mal; no hay

Ninguna necesidad de vivir

Bajo el imperio de la necesidad.

Epicuro-

Pretendía hacer una serie de preguntas sobre hechos, suposiciones y chismografías de esas que comenta el vulgo, pero no lo voy hacer. Es increíble, pero todo lo que pueda preguntar conlleva un conflicto, mal querencias y habladurías. Total, que eso no sería nada si la soberbia del poder no fuera tan sensible, que de inmediato coge la cuerda, como dice el pueblo y enfila todos sus cañones para hacerme sentir mal, solo eso, hacerme sentir mal, porque no tienen de otra

La estolidez los ha llevado a crear algo peor que la cruda tiranía o dictadura,  la cual encubren, como tantas veces he dicho, en un certero y perverso clientelismo político. Si no eres del partido en el poder, cual que sea, simplemente eres nadie. Quisiera no creer, como a la sazón no creo en nada ni nadie, después de tantos engaños, promesas, y tantos te quiero, por lo que me niego a creer que en realidad por cuestiones de esa tradición de resignación que hemos vivido desde que somos lo que ahora somos, apabullados por interminables discursos vacíos, concatenados con acciones burdas y faranduleras, viviendo de caprichos, los tuyos, los míos y los de ellos, que de los apartamentos edificados por el gobierno y que llevan por nombre La Nueva Barquita, sea cierto lo que se dice.

Quizás sería más correcto decir, lo que no se dice. Y sería algo perverso desvirtuar la verdad, si es que alguien se digna a responder lo siguiente: ¿Es cierto que los referidos apartamentos no les han sido vendidos a quienes los ocupan?; ¿Qué tampoco les han sido donados?; ¿Qué todo ha sido un simple préstamo condicionado?. Me niego rotundamente a creer esto, porque la perversidad no puede llegar tan lejos, es más, eso tiene que ser una terrible mentira, un chisme político de mal gusto para j…er.

Pero tampoco me voy a cerrar en veinte, porque de ser cierto, entonces la historia se repetiría como sucedió en estas pasadas elecciones con los que pertenecen al colchón de votos solidarios, que fueron vigilados celosamente por los compañeritos para ver si aunque sean miraban para otro partido o comprometían su voto con otra parcela, bajo riesgo de perder su bono de lo que sea. De así ser, entonces, si el habitante se muda de parcela política, aun dentro del mismo partido ¿perdería el apartamento que tiene prestado para dárselo a otro compañerito?

No, no señor, me niego a creer que el fundamentalismo ya se encuentre en tan alto nivel de radicalismo. Más bien considero que esto es una muestra de la crisis de valores que nos está destruyendo como sociedad, comenzando hasta por la propia comunidad familiar. Los principios, carajo, los principios o la carencia de ellos, en realidad es lo que presenta nuestra identidad actual, regida por la moda, la impronta, el fanatismo radical en todos los credos y acciones que antes eran normales y que hoy han desaparecido como los dinosaurios.

Y, como lo que está de moda es lo superfluo, el bienestar del yo, y más si se es político partidista, es una necedad hablar de inculcar principios, ya que están desfasados y difamados por una plaga de “tigueres” indolentes, metidos a la política partidista, donde lo importante radica en los intereses particulares de los partidos políticos, y no en el conglomerado que llamamos pueblo. ¡Si señor!