Es del insigne escritor ruso León Tolstoi la frase: “No hay situación a la que un hombre no se acostumbre, principalmente si todos los que le rodean viven en iguales condiciones.” La inercia social, como bien reflexionaba Tolstoi, descansa sobre la experiencia de estar rodeados de personas y grupos que viven en condiciones iguales, por muy distinta que sea la situación de cada uno. La simple repetición de las mismas cosas hace costumbre y tiende a suprimir la pasión por el cambio. Una vez alcanzada cierta posición de equilibrio, por imperfecto y hasta injusto que sea, no se percibe en los conglomerados sociales el deseo real de cambios positivos y puede que hasta les irrite la posibilidad de cambios.

La banca europea, la más antigua de nuestro planeta, puede estar en la antesala de una nueva crisis. Para cualquier persona esto sería dificil de creer luego de las reformas efectuadas a las regulaciones y en los procesos de supervisiones, producto de la crisis del 2008 y es que al parecer los vestigios negativos de ésta no han desaparecido del todo, tornandose como latente amenaza. Aunque las citadas reformas no soslayaron ninguna de las áreas de las entidades bancarias y financieras (Gobernanza, Liquidez, Capital, Remuneraciones, Obligaciones de Información, entre otros), dando muestras de migrar de un sistema desregularizado a uno cargado de regulaciones. Algunos expertos consideran que es hasta intervencionista. Pero era necesario, el ciclo económico lo exigía, como he dicho antes estamos en medio de un Neokeynesianismo, que no ha mitigado el riesgo del fantasma de la crisis.

Algunos proponen incrementar más los requerimientos de capital y de liquidez, pero los banqueros se quejan de la carga reguladora. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha informado que “Un tercio del sistma bancario europeo se mantiene débil y no logra generar beneficios sostenibles.” En Europa existen alrededor de 5,192 entidades financieras, la poca rentabilidad es producto de la incapacidad de generar ganancias con intereses bajos. Pero esto favorece a la economía, ayudando a la banca a buscar más clientes y facilitar la disminución de la morosidad acumulada. El problema esta en el cargado modelo de negociación el cual sigue siendo costoso, es por ahí que se debe iniciar un cambio saludable.

Tanto el FMI como el Banco Central Europeo (BCE) insisten en que para mejorar la rentabilidad los ajustes se deben enfocar en la consolidación, fusiones de entidades que tenderan a fortalecer la estructura vigente. El FMI ha dicho al respecto que de esta forma “la demanda de crédito de los bancos restantes será suficiente como para que exista un sistema bancario dinámico y saludable.”

Las fusiones generarían beneficios, eso no está en dudas, por la economia de escala, perono es garantía de que salvará el sistema, pues vale el ejemplo dado por el periodista Xavier Vidal-Folch en su columna del diario El País de España: “No es muy seguro amalgamar dos desastres como el primer banco alemán, la Deutsche Bank (100,000 empleados) con el segundo, el Commerzbank (más de 50,000), arroje más rentabilidad, al igual que dos mulas no engendran un caballo.”

El caso del Deutsche Bank es para analizar. Su insostenibilidad se manifiesta en un balance de 1.8 billones de euros, con fondos propios limitados de 62,000 millones de euros. Además, la entidad está expuesta a varios casos contencionsos vinculados a operaciones ilegales, con una posible sanción, de parte de la justicia de los Estados Unidos de US$14,000 millones, lo que sería fatal para esa entidad, ya que afectaría senciblemente su maltrecho posicionamiento, en adición al riesgo reputacional.

Este caso es una muestra de la situación del sistema bancario europeo, que a todas luces le falta capitalización y requiere de una seria reestructuración. En Italia, los créditos dudosos han minado a imagen de bancos como Unicrédito, con una necesidad de capitalización de 85,000 millones de Euros y Monti dei Paschi, a razón de 100,000 millones. Grecia se mantiene por las inyecciones de la Unión Europea y el financiamiento de 60,000 millones de Euros otorgados por el BCE. Portugal tiene el problena del Banco Santo Espirito. La conjunción de problemas se deribaría en una inmente crisis sistémica que podría alcanzar otros continentes.

Dadas las dificultades afrontadas por las entidades bancarias europeas el FMI las ha clasificado en tres grupos: Las que heredaron problemas de la crisis, las recapitalizadas y los que como el Deutsche Bank tienen de lo anterior y además necesitan una rápida reestructuración integral.

Es el momento de actuar y no esperar a que los contribuyentes solventen las crisis. Las prioridades se deben basar en cinco ejes estratégicos, a saber: 1) Acelerar un saneamiento drástico del sistema bancario; 2) Revisar de las regulaciones bancarias y fiscales, con miras a corregir los desequlibrios que puedan generar las tasas negativas de BCE, pero concientes de que la supervisión es más importante que la regulación; 3) Reactivar las economías manteniendo tasas bajas, pero incentivando los factores de la producción; 4) Coordinar respuestas competitivas a los demás sistemas del mundo y 5) Evitar la impunidad, para garantizar conductas diferentes en el futuro. Aunque las crisis no desapereceran esto ayudará a mitigar las induciones por fraudes.