Acaba la UNESCO de incluir a la bachata como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en su reunión reciente de Colombia. Alegría demás para los dominicanos pues recientemente recibimos una noticia parecida hace unos tres años con el merengue, también género musical y danzario con un tiempo de presencia en el gusto popular de más de 150 años y tortuosos procesos de pervivencia y mutaciones que han hecho posible su persistencia en la vida musical dominicana.

La Bachata de su lado, aun siendo un género igualmente danzario y musical, no llega a 100 años de presencia en la existencia sonora de los dominicanos. También atravesó esta propuesta musical los mismos percances, rechazos, prejuicios y denostaciones de ciertos sectores sociales como los sufridos por el merengue en su momento, a pesar de lo cual terminó imponiéndose en el gusto de la gente, generando un mercado disquero de gran consistencia comercial, una demanda de artistas, presentaciones y apegos en la gente, para convertirla en el principal ritmo del siglo XXI entre dominicanos y extranjeros.

Desde los espacios populares, urbanos y rurales, la gente se reunía en patios, esquinas, enramadas y bares populares y marginados, para organizar e improvisar un conjunto musical que, desde la guitarra y su toque espcial, se hacía acompañar de una botella como clave, una maraca, una lata o galón de plástico para improvisar el bongó, a lo que se sumaba una voz con un quejido particular y una lírica al desamor influenciada por rancheras, tangos y guajiras melancólicas, que combinaban alegría, fiesta y dolor o pena que eran a su vez reflejo delas estrecheces sociales y materiales de quienes se hicieron protagonistas de esa, más tarde denominada bachata, que según declaraciones de algunos apasionados del ritmo, y fue el Maestro Rafael Solano quien bautizó el ritmo popular con ese nombre, en momentos en que el desprecio de las elites, la consideraba una música de poca monta.

Se baila fuera por extranjeros, se oye, se aprecia, se demanda en la industria disquera y contagia a todos los públicos, de todas las edades, se baila y se canta, su ritmo es pegajoso y posee su propia identidad rítmica

Posiblemente de esos patios, enramadas y tugurios marginales, la bachata hubo de luchar primeramente con su estigma de: música de guardia o música de amargue. En tiempos de Trujillo era obvia las fronteras sociales limitadas, pero existentes, de un ritmo no solo popular, sino profundamente marginal y socialmente reducido. La radio contribuyó en los años 30 del siglo pasado en la difusión de un cancionero ya avanzado de Cuba, México y Argentina con mucho vuelo de desarrollo respecto a nuestro país, estas melodías divulgadas por la radio, velloneras, picó y tocadiscos se tienen como vehículos de circulación que terminaron contaminando muchos ritmos del país y es parte de la movilidad cultural en la que la música es parte de ella.

Tal vez ese género encuentra su momento de expansión luego del tiranicidio de 1961 que produce un destape en todos los niveles sociales. Las expresiones musicales afroamericanas y populares también se difuminan por todas partes, asumen protagonismos poco usuales y se valió la bachata del fenómeno socioantropológico más extraordinario, Radio Guarachita. Ese nuevo escenario de comunicación de masas hizo posible que la bachata comenzara a salir de su cascaron social y popularizarse. No es cierto que la bachata se inicia con el disco de José Manuel Calderón. Sí con ello se estampa un sello tecnológico de comunicación y divulgación de masas, el disco de 45 rpm.

Para que una expresión cultural termine asumida como tal, debe atravesar un largo camino de validación y moldeamiento social que culmina con su aceptación por quienes son sus portadores y usuarios, por tanto, lo que se relanza con la muerte de Trujillo es un producto cultural que venía tejiéndose entre los sectores populares urbanos y rurales hasta llegar a conformar eso que luego se le denominó, bachata.

Una vez alcanzado ese nivel de posicionamiento, faltaba vencer los prejuicios de la clase media que finalmente lo logra a través de sus propios representantes: Luís Díaz, Víctor Víctor, Sonia Silvestre y Juan Luís Guerra, redimensionándose en su irradiación e impacto social e internacional.

Hace ya unos años que la bachata es el ritmo primario en la demanda del gusto popular, le comió los caramelos al merengue y se bate con los llamados géneros urbanos. Rafael Encarnación, José Manuel Calderón, El Añoñaito (Luís Segura), Leonardo Paniagua, Edilio Paredes, impulsan el camino inicial de la bachata para ganar un espacio, un reconocimiento y una valoración nunca lograda. En todo ese proceso muchos aportaron, como los mencionados anteriormente, y otros como Anthony Santos, Blas Duran, Luis Vargas, Joe Veras, Yoskar Sarante, Zacarias Ferreira, Raulín Rodríguez, Frank Reyes, por mencionar algunos…hasta las estruendosas presentaciones de Aventuras y la destacada carrera meteórica de Romeo Santos, han puesto su granito de arena en esta alegría musical y lo que representa la bachata para los dominicanos y el mundo.

Su función social es múltiple y la encontramos acompañando las festividades de la religiosidad popular, el deporte, la política, las enramadas, los patios, los salones sociales, los desfiles carnavalescos, las parrandas navideñas, las discotecas, escenarios y teatros y fiestas caseras. Esa plasticidad de la bachata también la convierte en una música presente en diferentes motivos y emociones de la dominicanidad.

Es indudable el sitial privilegiado alcanzado por la bachata en el mundo de hoy. Se baila fuera por extranjeros, se oye, se aprecia, se demanda en la industria disquera y contagia a todos los públicos, de todas las edades, se baila y se canta, su ritmo es pegajoso y posee su propia identidad rítmica, por todo ello no ha sido extraño su reconocimiento por la UNESCO, reúne todas las condiciones para ello: es de autoría anónima, es creación popular, se transmite de forma oral de generación en generación y sus músicos tocan de oído, sobre todo en sus inicios, tiene más de medio siglo presente en las manifestaciones festivas dominicanas, es símbolo identitario por ser un género particularmente dominicano, aunque haya recibido influencias de otras músicas del mundo, pero ella posee su propio rasgo identitario, y por todo ello suma las condiciones y criterios requeridos por los expertos de la UNESCO para convertirse en Lista del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Enhorabuena.