El revuelo que se ha armado con esto de la ayuda que se le ha dado a la clase artística dominicana me ha puesto a pensar.

Dice que cada ladrón juzga por su condición. Quienes tomaron esta decisión dan a entender el grado de cultura que tienen, por ende, no debieran ocupar cargos en el tren gubernamental si no poseen una preparación básica, una cultura medianamente aceptable, porque si artistas solo son los músicos populares y los últimos exponentes de una corriente que no entiendo,  yo diría como decía alguien conocido por mí y que al yo repetir tanto esta frase ha sido acuñada por todas mis amigas y personas cercanas: “Esto se jodió doña Yuni”.

Sé que la clase artística ha sido una de las más afectadas por esto de la pandemia. Los músicos populares han sido muy golpeados, porque dependen de las fiestas que amenizan, aunque algunos y lo hemos visto en los periódicos y uno lo confesó públicamente, ni tontos ni perezosos se la han buscado amenizando fiestas a escondidas y violando el toque de queda, el distanciamiento y las aglomeraciones.

Pero una de mis inquietudes viene de ¿qué es considerado artista para ciertas autoridades?

¿Acaso se han preguntado de qué han vivido estos diez meses los actores, que si bien muchos están nombrados en el Estado, cobran sueldos de miseria? Pero los independientes cuyas salas han permanecido cerradas y no han podido mostrar su arte, ¿De qué han vivido?

Pienso en los bailarines clásicos, que aunque algunos trabajarán también en el Estado, son también sueldos de miseria, porque no es fácil pasarse toda una vida empinados en la punta del pie, sosteniendo su peso para darnos la alegría de poder disfrutar de un hermoso ballet.

Los músicos sinfónicos, que no ganan un sueldo de lujo y que la mayoría tiene que dedicarse a trabajos a los que le llaman “picoteos”, término que nunca me ha gustado y que siempre dije a mi hijo es un “trabajo”, pretendiendo cambiar el término por uno menos feo.

Muchos pensarán que sangro por la herida. ¡NO! Gracias a Dios mi hijo no necesita ayuda de esa índole ya que no solo se dedica a la música, sino a la docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en la Escuela de Crítica e Historia del Arte, que junto a sus sueldos de la Orquesta Sinfónica Nacional y como profesor en el Conservatorio Nacional de Música le ofrecen la oportunidad de vivir dignamente. Pero he visto a muchos de sus compañeros  que el sueldo de la Sinfónica, no les alcanza.

También  pienso en los artesanos. ¿Acaso no son artistas? En los músicos independientes que se ganan la vida tocando y cantando en los centros de diversión. En los pintores y escultores, cantantes líricos y del  Coro Nacional ¿Acaso estos tampoco son artistas?

Nuestro futuro lo veo cada vez más color de hormiga, porque si los que nos dirigen, los que nos guían, no tienen la visión suficiente para reconocer las bellas artes como una parte importante de nuestra cultura, no llegaremos a ningún lado, porque lo que importa es lo que suena, lo que se le puede sacar ventaja y a los que en un futuro les podrán cobrar cuando las ambiciones del poder les ataquen.