El pasado 17 de julio, en un periódico de circulación nacional, diferentes movimientos protestantes publicaron un espacio pagado donde exponen algunos de los principales supuestos de su concepción de la moral y de la sociedad.

El documento forma parte de una avanzada cuyo propósito es crear una opinión pública favorable e incidir en las distintas instancias de poder en la sociedad dominicana.

En este artículo voy a abordar dos planteamientos fundamentales del referido documento. El primero hace referencia a que las naciones del mundo, incluyendo la sociedad dominicana, atraviesan por un proceso de deterioro moral que incluye el socavamiento de la familia como principal institución social.

Esta es una de las afirmaciones más socorridas por los “paladines de la moral”, a pesar de que los mismos carecen de fundamentos para defender semejante planteamiento.

La afirmación de que vivimos una época de deterioro moral es tan antigua como la historia misma de la cultura. Los momentos de cambios significativos en las prácticas y hábitos morales de una determinada época tienden a ser vistos por las generaciones que conservan las prácticas asimiladas como el signo de una profunda crisis moral. Sin embargo, el problema del desarrollo moral de las sociedades  no es de naturaleza  lineal, ni responde a una lógica binaria. Contiene momentos de avance cualitativo, pero también zigzags, rodeos, así como tensiones entre pérdidas y ganancias.

Del mismo modo que nuestras prácticas son cambiantes, nuestras concepciones y valores también lo son. Y con el cambio de nuestras concepciones redefinimos los términos que orientan nuestras vidas. Muchas personas han llegado a creer que nuestra noción occidental de la familia (padre, madre e hijos) constituye la FAMILIA por antonomasia. ¿Es acaso esto lo que muestra el estudio de las culturas? ¿Es lo que vemos en todas las sociedades de todas las épocas? Responder de modo afirmativo a estas preguntas no se sustenta ante un mínimo examen.

Lo que subyace a la idea de la decadencia moral es la vieja idea religiosa de que hemos ido involucionando desde un momento original paradisíaco donde todo era perfecto. Cuando los defensores de esta idea afirman que vivimos tiempos de decadencia moral realmente nos dicen que estamos comenzando a dejar de vivir como ellos entienden que debiéramos vivir de acuerdo con sus arquetipos.

El segundo planteamiento del documento a que me referiré se relaciona con el tema de la enseñanza en las escuelas. El texto protesta contra el esfuerzo por introducir en el currículo de la educación dominicana  la enseñanza de la sexualidad. Consideran los autores de este documento que  “son los padres quienes tienen el derecho de determinar la clase de educación que deben recibir sus hijos”.

El texto incurre en una confusión conceptual: que los padres tengan el derecho a determinar el tipo de educación que desean para sus hijos significa, entre otros aspectos, que el Estado debe permitir  a los tutores enviar sus dependientes a un colegio privado con determinada convicción religiosa o filosófica si ellos así lo consideran oportuno. No significa que las escuelas de una sociedad, sean públicas o privadas tienen que construir un curriculum ajustado a las creencias religiosas de un determinado sector de la sociedad, o a las convicciones personales de cada uno de los padres de una colectividad.

Tampoco  significa que la sexualidad, una temática que implica el dominio del conocimiento científico de nuestra fisiología, nuestra psicología y nuestro proceso de socialización deba ser responsabilidad de personas no expertas, que con frecuencia, heredan tabúes y supersticiones sobre el sexo heredados de sus padres.

Por la misma razón que no se hace responsable a los padres de la enseñanza de las matemáticas, de las ciencias sociales o de la educación física, no se les debe hacer responsables de la educación sexual. ¿Consideran los autores del documento que debemos dejar la enseñanza de la práctica del deporte a un maestro de educación física, pero que la sexualidad no requiere de la enseñanza de expertos?

El texto concluye diciendo que: “Si bien es cierto que cada individuo tiene el derecho de elegir el estilo de vida que quiera abrazar, no es menos cierto que cada ciudadano de esta nación tiene el derecho de rechazar valores y costumbres contrario a nuestra moral nacional”.

No existe algo como una “moral nacional”, por la razón que señalaba anteriormente. En el interior de una sociedad existen determinados códigos y sistemas de prácticas morales que coexisten en función de los distintos grupos que interactúan dentro de ella y de las biografías de las personas que forman parte de esos grupos.

Lo que sí existe en las sociedades democráticas es un código de regulación de las posibles tensiones entre estos distintos códigos a partir de un sistema jurídico que garantiza los alcances y límites de los mismos.

Es un derecho de todas las personas elegir el estilo de vida que deseen abrazar respetando  el derecho de las otras personas a elegir sus formas de vida, sin condenarlos, rechazarlos o intentar impedirles el ejercicio de  las funciones públicas, siempre que dicha elección no amenace la coexistencia pacífica de la comunidad. Este es un principio inherente a toda sociedad  abierta y no puede ser negociado so pena de destruir las bases mismas de dicha sociedad.

Es paradójico que se use como argumento el derecho a la libre expresión para constreñir y socavar  el derecho a la elección y ejercicio de quienes opinan y viven de forma distinta a los representantes de esta avanzada del fundamentalismo religioso.