Tratar cualquier tema relativo a Haití para los dominicanos es un asunto difícil. Los dominicanos, entendidos como negros acomplejados que se creen blancos, no pueden discurrir sobre la historia del enano heroico que derrotó a los franceses pintando con sangre todo lo que en la tez humana era blanco, dejando el negro como la única marca de los libres y de los que merecían vivir en el reducto occidental de la isla Hispaniola.
La libertad en Haití determinó la extinción de la esclavitud en su territorio, un nuevo orden social y una república negra. Los haitianos nacieron considerándose como los herederos de los franceses muertos en sus excesos de venganza. Siempre han tenido la idea de que conquistada las tierras de la colonia de Saint Domingue y hecha república negra también les ha pertenecido Santo Domingo, que era la parte española de la isla y que fue dada a Francia por España a cambio de tierras ibéricas conquistadas por los franceses en Europa, dada con todos sus habitantes, quienes al parecer atados a la tierra podían ser entregados como ganado sin saber de su idiosincrasia y que conformaban una nación con talante totalmente distinto al incubado en Saint Domingue con la esclavitud.
Cuando los negros de Haití se proclamaron libres de la esclavitud “el primero de los negros”, Toussaint-Louverture, ordenó ocupar la isla entera en nombre de Francia. Luego de su captura a través de un engaño de los franceses, su apresamiento y destierro a Francia, Jean-Jacques Dessalines, en 1804, proclama la independencia en la colonia de Saint Domingue y la llamó Haití, y todo lo negro se convirtió en símbolo nacional del segundo país de América independiente de las potencias europeas.
En el 1805, el emperador Jean-Jacques Dessalines, invade la parte de Santo Domingo que estaba todavía bajo el dominio de Francia y no pudiendo tomar la ciudad de Santo Domingo con dos columnas de hordas haitianas que entraron por el Sur y por el Norte regresa a Haití, matando en el trayecto no a franceses, sino a todos los seres humanos que pertenecían a esta estas tierras desde la llegada de Colón y que formaban la nación dominicana. Quemaron ciudades en el Norte y las tropas mandadas por Henri Christophe en el Norte mataron a hombres, mujeres y niños con el toque a degüello.
Los haitianos para que los dominicanos no perdamos la memoria nombraron Henri Christophe la universidad que el presidente Leonel Fernández le donó a Haití con el dinero de todos los dominicanos. Nadie conmemora en este país ni hace evento alguno, ni seminario sobre el significado de los crímenes de 1805 y sobre el hecho de que se designe a la universidad que donamos los dominicanos con el nombre del asesino Henry Christophe, que como presidente de Haití fue Henry I, en el mejor estilo de los emperadores y reyes europeos, no de los africanos.
Nombrar una universidad donada por los dominicanos con el nombre de quien en una invasión ordenó asesinar a todas las personas que encontraran en los pueblos que quemaron sus tropas, que no eran franceses ni los haitianos fueron de ellos sus esclavos, sino que eran pueblos de lo que somos hoy los dominicanos, debe tener algún sentido. El nombre de un personaje como Henry Christophe de este lado de la isla tiene un simbolismo que se puede entender con toda la sabiduría de los idiotas.
Pero nuestra historia convenientemente sólo se analiza y se estudia por partes y dotamos a una fundación del dinero del presupuesto público para que haga publicaciones y seminarios en pro de los haitianos y una semana conmemorativa de hechos, como la masacre del año 1937, en la que se asesinaron haitianos en el territorio dominicano, nunca en el territorio de Haití, determinada según el relato actual y el humanismo bien pagado con nuestro dinero, que nos acusan de matar por cuestiones relativas al origen étnico y por nuestra vocación de sentirnos blancos frente los habitantes de la República de Haití que es el epitome continental de la negritud.
Si de un crimen se trata es imposible que se acepte que un dominicano se detenga a pensar de forma diferente a los pretendidos humanistas que de todas las causas las únicas que defienden son las de Haití, dando el papel a los dominicanos de explotadores, asesinos, racistas y xenófobos. Uno de los argumentos para declararnos criminales son las maldades asesinas que actuaron en octubre de 1937, respecto a las cuales es imposible defensa alguna si uno se siente un ser humano.
¿Quién puede argumentar frente a las evidencias de un crimen tan atroz? ¿Quién puede pretender refutar a los seres saturados humanismo que escriben sobre el tema para reivindicar a las víctimas? ¿Cómo podemos pararnos al frente de alguien que nos dice asesino y negar lo evidente? ¿Cómo es posible defender los crímenes de un tirano? No se puede negar que hubo un crimen ni se puede ocultar el origen de las víctimas, pero se puede defender la verdad.
Cuando se trata el tema del crimen del año 1937 se miente cada vez que se cuenta, se miente en todas las narrativas y en todos los relatos. Mienten hasta los piadosos para resaltar el aspecto humano con todas sus razones, cuantificando y dramatizando con una perseverancia explicativa que se llena de ficciones y fantasías para sustentar razones de conmiseración para todos los muertos que se nos imputan con tristes metáforas que reniegan de las verdades de lo que ha representado Haití para los dominicanos. También mienten lo que niegan que hubo crimen.
Nadie puede refutar que se diga que aumentó el caudal o el nivel de río Masacre con la sangre de los haitianos muertos o que la denominación del río se refiera a los acontecimientos criminales de 1937 cuando el nombre del río alude a otros hechos, pues son sólo alegorías de escritores haitianos y dominicanos que narran desde la distancia hechos a los cuales nunca se han acercado y que de estas tierras a la que dicen pertenecer todo lo desconocen y sólo construyen relatos con los modelos de Haití o de los extranjeros que no vinieron aquí.
Según el relato actual de los hechos de 1937 los dominicanos sólo debemos hablar con sentimientos de culpa y pidiendo perdón sin otra explicación de que los muertos del 1937 lo están porque eran negros, no puede haber otras precisiones, sólo el relato de los henchidos de humanismo de que si en toda nuestra historia matamos a los haitianos fue por el sólo hecho de ser negros y por nuestra xenofobia, en un país que vive del turismo. Exclusivamente podemos pensar que nada con los haitianos tiene raíces históricas y que todo se ancla en el tema de las razas, en nuestros complejos y en nuestra de vocación de asesinar todos los negros que vengan de Haití.
No hay entre los haitianos y los dominicanos una historia, sólo prejuicios de estos últimos, que dejan al margen nuestra independencia y las veces que fuimos invadidos para impedir que fuéramos un país, y en todos los casos hemos estado solos atacados desde dentro y desde fuera, pues fue muy bien pagado por Haití que la América que habla español ignorara los gritos de los habitantes del territorio de la parte oriental de la isla de Santo Domingo que fue tomada en el 1822, con tropas haitianas, para que al presidente de Haití Jean Pierre Boyer se le entregara de forma “voluntaria” la llave de la ciudad de Santo Domingo y también la isla, con toda la complicidad que hoy como ayer se manifiestan desde el poder enriqueciéndose vendiendo la patria y con la militancia de los que dan contenido ideológico a la entrega de este país a los más pobres de América.
En eso de elevar nuestra fama de matar seres humanos en masa nos quieren llevar a una situación donde nos podamos comparar con las civilizaciones más diestras en el tema de asesinar muchedumbres y se quiere decir que somos como los alemanes cuando eran nazi, como los rusos cuando eran soviéticos, como los chinos cuando eran maoístas, los ingleses cuando eran un imperio, los españoles cuando eran beneficiarios de las encomiendas y los estadounidenses cuando colgaban negros en los arboles visto como frutos y quieren darle a Trujillo un récord que no tiene con cifras falsas o sustentadas en cuentos y ficciones de un asesinato en masa que no es menos graves porque sea menor el número de los muertos, pero no son necesarios los énfasis en las explicaciones históricas con cifras exageradas que sólo han sido sustentadas con las emociones.
No es necesario mentir sobre la matanza de haitianos en el 1937, pero se miente para consumo de los extranjeros y para vindicar a los haitianos indocumentados injuriando toda nuestra fama heroica y para flagelarnos por pecados de nuestra historia cuando en Haití nadie lo hace por sus crímenes propios en suelo dominicano, quieren atribuirle a Trujillo y a través de tal personaje a los dominicanos que cuando se trata de haitianos tenemos más muertos fuera de su cama que los de Stalin o más cadáveres que los de Hitler, por medio de relatos falsos nos quieren atribuir tal saña y destreza en arte de matar haitianos que dicen que somos sólo superado por ellos mismos. Nosotros tenemos que vivir con nuestros pecados, a los haitianos se les reputa inocentes, aunque nunca ni siquiera se hayan arrepentidos y sigan con sus mismas pretensiones, la de desaparecernos como país, la de engullirnos con la miseria y densidad de su población.