Después que se apagó el tema del Pacto Fiscal la cuestión de los impuestos surge de nuevo y de forma inédita y extraña a otros países. Los dominicanos con respecto a los impuestos tenemos particularidades que causarían asombro en una sociedad distinta a la nuestra.

Cualquier director de un órgano de la Administración tributaria en este país es una celebridad que contrasta con la ignorancia  común de los ciudadanos de países desarrollados sobre quién es el encargado en termino generales del cobro de los impuestos.

Como los impuestos son un asunto de política económica, y particularmente de la política fiscal, a quien se suele ver y escuchar en esos países es al Ministro de Hacienda y escasamente se habla de quien cobra los impuestos. Pero aquí pocos ministros de hacienda, antes o en el presente, se dan cuenta de que los impuestos es su tema.

La gestión de un ministro de hacienda lleno de buenos y mejores atributos personales se afianza  considerando los elementos de cada tributo y sus efectos en el proceso económico y la distribución social, espacial y sectorial de la carga tributaria.

Tal ignorancia permite que cualquier función relativa a la formulación de las políticas tributarias la ejerzan quienes desconocen que es un tributo como institución jurídica, sus funciones económicas y sus técnicas de formulación sólo pueden con  destreza valerse de la vanidad como debilidad humana para destacar las bondades condignas del ministro de turno para así mantenerse en sus puestos de manera ad vitam aeternam sin proponer una estructura tributaria alternativa, lo que puede dejar muchos réditos personales, pero ayuda poco a mejorar el sistema tributario y deja al margen de las discusiones al  Ministerio de Hacienda, abandonando espacios que son ocupados por quienes en diferentes esferas toman los tributos como tema.

La gestión de un ministro de hacienda lleno de buenos y mejores atributos personales se afianza  considerando los elementos de cada tributo y sus efectos en el proceso económico y la distribución social, espacial y sectorial de la carga tributaria. Todo interactuando con quienes trabajan desde el ministerio en el análisis económicos suministrando los insumos para sustentar las propuestas de política fiscal en su parte tributaria y la Administración tributaria para establecer las posibilidades administrativas de una formulación tributaria.

Algo extraño es que algunas personas en este país hablen de los recaudadores de impuestos con cierta devoción y cariño, pues desde antaño en los países de lenguas romances, con sus leyes y costumbres con raíces en el imperio romano, si alguien recauda los impuestos se le odia, o por lo menos no se le quiere, porque en los pueblos de cultura institucional de origen Lacio cobrar impuestos es siempre una función execrable.

Distinto a los latinos son los anglosajones. Estos cumplen sus obligaciones tributarias, pero desde los negocios rechazan los impuestos con doctrinas sobre tasas bajas para los ricos porque estos producen riquezas, lo que parte de hipótesis que niegan la posibilidad de que el trabajo haga lo mismo o agregue valor  a los bienes que hoy se venden como creía el escocés Adam Smith.

De acuerdo las últimas ideas el trabajo sólo agrega valor económico y social cuando es la labor pionera, solitaria e innovadora de un emprendedor que se hace a sí mismo sin ayuda de nadie y crea un capital que es la única riqueza hoy reconocida, sin ideas colectivistas y las emociones de los latinos que tienen como única dogmática que es bueno y necesario el impuesto que paga el otro.