Los intelectuales en las dictaduras

En la conferencia que ofrecimos en Nagua el 3 del mes en curso: “La poesía de Plinio Quiñones Florimón en su contexto histórico”, al hablar de la literatura en las dictaduras de Ulises Heureaaux (Lilís) y Rafael L. Trujillo, me referí a la ausencia de intelectuales y sobre todo escritores en torno a los presidentes democráticos. En el caso de Lilís, fue sencillamente en el uso de escritores como José Joaquín Pérez y Manuel de Jesús Galván y de cualquiera  que se destacara, empero, en el caso de Trujillo fue diferente. Solo en Grecia y Roma se tenían en cuenta a los ancianos y a los intelectuales.  Veamos lo que dijimos:

“Ocurre que por los inicios de la feroz dictadura de Trujillo, por encima de los intereses políticos o económicos, estaba el deseo de ser cultos, de llegar a ser llamados por el apelativo superior de  Lumbreras.

El asunto pronto se pudo ver más claramente: Trujillo, contrario a lo que han hecho los presidentes del país después de su tránsito, se rodeaba de intelectuales y de personalidades de las letras y las ciencias. Este hecho que parece sin importancia histórica, es básico. Algo parecido ocurrió en el gobierno de Lilís, no en el de Cáceres, aunque también utilizó parte del talento criollo. Quizás por ello fue que en esos regímenes de fuerza, donde había una cruel mordaza, florecieran los talentos más connotados de nuestras letras.

Si Lilís y Trujillo no hubieran tenido preferencias por los intelectuales, el ser una persona culta no hubiera sido de importancia en un país con un alto nivel de analfabetismo real. Por ser importante, se masificó entre la clase media de entonces, reducida, es verdad, a empleados públicos y privados que apenas ganaban para aparentar o pequeños comerciantes e industriales, la mayoría importadores”.

Ni siquiera Juan Bosch, uno de esos intelectuales que brillaron durante la Era de Trujillo y mucho menos Joaquín Balaguer, otro de los escritores que han pasado por la poltrona del poder, se rodearon de intelectuales.

Trujillo se reunía tanto en esta ciudad como en otras partes con lo más granado, ya que tenía en ministerios claves y en las representaciones diplomáticas la flor y nata del talento nacional que no se le oponía a las claras. Nunca estuvo, a pesar de la tiranía, mejor representado el país en el extranjero.

Si ser cultos y escritores concitaba el interés del gobierno, no es curioso que florecieran durante el lilisato los más grandes románticos, llamados los Dioses Mayores, el citado José Joaquín Pérez, Salomé Ureña de Henríquez y Gastón Fernando Deligne y una gran constelación que iba desde Fabio Fiallo, Tulio Manuel Cestero, César Nicolás Penson, Francisco Gregorio Billini, Amelia Francasci, Arturo Pellerano Castro, Federico Garcia Godoy, Bienvenido S. Nouel y un largo etcétera.

Rafael L. Trujillo.

Durante el Trujillato, lo mejor del siglo XX se afirmó o se presentó durante la oprobiosa tiranía. Enumerar los talentos literarios sería tan abrumador que tendríamos que hacer una enorme antología.

¿Por qué nos menosprecian los demócratas? ¿Por qué no nos usan, aunque sea de manera honorífica?

Eso es algo que jamás comprenderemos. El hecho de que hubiera una serie de ministros o embajadores, no es lo que vemos detrás del menosprecio y el olvido de los que mandan.

Es la falta de respeto a la intelectualidad. Nos contaba don Luis Julián Pérez, que el grupo de intelectuales y hombres de ciencias de la época, de los cuales se rodeaba el tirano, le ofrecían ideas, que luego aparecían como genialidades del Jefe.

Eso no volvió a suceder. Ahora los que admiramos la democracia y ofrecemos en bandeja de plata nuestras experiencias y conocimientos, en artículos periodísticos, pasan sin pena ni gloria. No se les da el valor que tienen, porque no nos oyen los demócratas, son sordos o son demasiado sabios. Con designar a los que ya tenemos de qué vivir con cierta holgura, sea por medio de pensiones o economías o trabajo, iríamos (como estamos aceptando honoríficamente asesorar a Quico Tabar que nos recomendó y el Presidente lo decretó,  para ver si ayudamos a salvar el prestigio y la institucionalidad  en la Lotería Nacional en medio de su crisis), también honoríficamente a conversar sobre lo que publicamos y para no citar nombres, que siempre son incómodos, entre otros intelectuales y personas de buen juicio que no se cansan de ofrecer ayuda aunque nadie se lleve de ellos, solo mencionaré dos, pero son muchos más: Julio Bernardo Vega y Juan LLadó.

Algunas cosas para pensarlas

El presidente Joaquín Balaguer.

Ellos y los otros que desean que esta democracia se mantenga y se salve de la corrupción y la altanería popular, son voces que claman en el desierto. Mientras ocurren algunas cosas que dan que pensar:

Una: Los políticos criollos, todos, cuando están en el poder se olvidan de dos cosas simples: a) No se debe tocar a las gentes honestas y capacitadas de la oposición, por el solo hecho de que sean de otro partido. Esos enseñarán a los que vengan. El tsunami impresiona a los partidarios, pero estos no agradecen, porque sencillamente creen que se lo “ganaron” y no les importa nada más. Esos buenos empleados o funcionarios podrían ser conquistados, porque si son honestos y el gobierno lo sea, pronto sería de su simpatía.

Además, los partisanos protestan, pero hay muchas formas de que un gobierno inteligente los use y los beneficie que no sea  ocupando un empleo para el cual ni están capacitados ni ayudarán en el futuro, sino que demostrarían la ineficacia.

Por otro lado: Ningún partido gana las elecciones con su patrón electoral. Necesita la oposición, sea quitándoles votos o encantando a los que no son políticos.

En eso, Balaguer fue un maestro. Para él, los reformistas no tenían para dónde ir; él sabía que no se irían, pero cuando ganaba a un indiferente o un opositor, aumentada su poder y no perdía el apoyo de sus compatriotas.

Ojalá el actual incumbente se diera cuenta, como se la da el pueblo, de la cantidad enorme de gentes que le están perjudicando. Por muy buena fe, por muy buenas ideas que tenga, sin la ayuda del talento nacional, teniendo lo mejor en su gobierno, al final se le verá el sucio en el ruedo de la falda.

Esta es la entrada en materia. Luego trataremos de hacerlo en los detalles en artículos sucesivos.