LAS BOMBAS llueven sobre Gaza y los cohetes sobre el sur de Israel; la gente muere y los hogares están siendo destruidos.

Otra vez.

Una vez más, sin ningún propósito. De nuevo, con la certeza de que después de que todo haya terminado, todo será esencialmente igual a como era antes.

Pero casi no puedo oír las sirenas que advierten de los cohetes que vienen hacia Tel Aviv. No puedo apartar mi mente de lo terrible que sucedió en Jerusalén.

SI UNA pandilla de neonazis hubiera secuestrado a un niño de 16 años de edad en un barrio del Londres judío en la oscuridad de la noche, lo hubieran llevado a Hyde Park, lo hubieran golpeado y le hubieran echado gasolina en la boca, y le hubieran rociado todo el cuerpo, y lo hubieran incendiado, ¿qué habría pasado?

¿No habría estallado el Reino Unido en una tormenta de ira y disgusto?

¿La Reina no habría expresado su indignación?

¿No habría corrido el primer ministro hasta la casa de la familia del fallecido para pedir disculpas en nombre de toda la nación?

¿No sería el liderazgo de los neonazis, sus activos partidarios y lavadores de cerebros, acusados y condenados?

En el Reino Unido, tal vez. Tal vez en Alemania.

Pero no aquí.

ESA ATROCIDAD abominable tuvo lugar en Jerusalén. Un niño palestino fue secuestrado y quemado vivo. Ningún crimen racista en Israel estuvo nunca tan cerca de esto.

La quema de personas vivas es una abominación en todas partes. En un estado que dice ser “judío”, es aún peor.

En la historia judía, sólo un capítulo se acerca al Holocausto: la Inquisición española. Esta institución católica torturó a judíos y los quemó vivos en la hoguera. Más tarde, esto ocurrió a veces en los pogromos rusos. Ni siquiera los enemigos más fanáticos de Israel podían imaginar que algo tan horrible ocurriera en Israel. Hasta ahora.

Bajo la ley israelí, Jerusalén Este no es un territorio ocupado. Es una parte del Israel soberano.

LA CADENA de sucesos fue la siguiente:

Dos palestinos, actuando aparentemente por su cuenta, secuestraron a tres adolescentes israelíes que estaban tratando de hacer “autostop”, de noche, desde un asentamiento cerca de Hebrón. El objetivo del secuestro era probablemente utilizarlos como rehenes para la liberación de prisioneros palestinos.

La acción se salió de curso cuando uno de los tres logró llamar al número de emergencia de la policía israelí desde su teléfono móvil. Los secuestradores, en el supuesto de que la policía no tardaría en estar tras su pista, entraron en pánico y le dispararon a los tres. Arrojaron los cuerpos en un campo, y huyeron. (En realidad, la policía complicó las cosas y sólo comenzaron la cacería a la mañana siguiente.)

Todo Israel estaba alborotado. Se emplearon muchos miles de soldados durante tres semanas en la búsqueda de los tres jóvenes, peinando miles de edificios, cuevas y campos.

Sin duda, el escándalo público estaba justificado. Pero pronto degeneró en una orgía de incitación al racismo que se intensificó día tras día. Periódicos, emisoras de radio y cadenas de televisión competían entre sí en abiertas diatribas racistas, repitiendo hasta el cansancio la línea oficial y añadiendo sus propios comentarios nauseabundos, todos los días, todo el día.

Los servicios de seguridad de la Autoridad Palestina, que ha colaborado en todo con los servicios de seguridad israelíes, desempeñaron un papel importante en el descubrimiento temprano de la identidad de los dos secuestradores (identificados, pero aún no capturados). Mahmoud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina se puso de pie en una reunión de los países árabes y condenó el secuestro de manera inequívoca y fue calificado por muchos de su propio pueblo como un Quisling* árabe. Los dirigentes israelíes, por su parte, lo llamaron hipócrita.

Líderes políticos de Israel lanzaron una andanada de enunciados que en cualquier otro lugar serían vistos como claramente fascistas. Aquí tienen una breve selección:

Danny Danon, ministro adjunto de Defensa: “¡Si hoy hubieran secuestrado a un niño ruso, Putin habría aplastado una aldea tras otra!”

El líder de la facción “Hogar Judío”, Ayala Shaked: “Con un pueblo cuyos héroes son asesinos de niños, tenemos que obrar en consecuencia” (“Hogar judío” forma parte de la coalición de gobierno).

Noam Perl, presidente mundial de Bnei Akiva, el movimiento juvenil de los colonos: “¡Una nación entera y miles de años de historia exigen venganza!”.

Uri Bank, exsecretario de Uri Ariel, el ministro de la Vivienda y constructor de los asentamientos: “¡Este es el momento adecuado: Cuando nuestros hijos se ven perjudicados, nos volvemos locos, no hay límites; el desmantelamiento de la Autoridad Palestina, la anexión de Judea y Samaria (Cisjordania), la ejecución de todos los presos que han sido condenados por asesinato, el exilio de los familiares de los terroristas!”.

Y el mismo Benjamín Netanyahu, hablando de todo el pueblo palestino: “Ellos no son como nosotros. ¡Nosotros santificamos la vida; ellos santifican la muerte!”.

Cuando los tres cuerpos fueron encontrados por guías turísticos, el coro de odio llegó a un nuevo crescendo. Los soldados enviaron decenas de miles de mensajes en Internet pidiendo “venganza”, los políticos los incitaban; los medios de comunicación vertieron más combustible, turbas se linchamiento se agruparon en muchos sitios de Jerusalén para cazar a los trabajadores árabes y darles una lección.

Con excepción de algunas voces solitarias, parecía que todo Israel se hubiera convertido en una turba de fútbol, al grito de “¡Muerte a los árabes!”.

¿Puede alguien imaginar una multitud europea o estadounidense hoy gritando “Muerte a los judíos?”.

LOS SEIS detenidos hasta ahora por el asesinato bestial del joven árabe habían salido directamente de una de estas manifestaciones de “Muerte a los árabes”.

Primero trataron de secuestrar a un niño de nueve años en el mismo barrio árabe, Shuafat. Uno de ellos atrapó al niño en la calle y lo arrastró hasta su coche, asfixiándolo al mismo tiempo. Por suerte, el niño logró gritar “¡Mamá!” y su madre comenzó a golpear el secuestrador con su teléfono celular. Él secuestrador se asustó y salió corriendo. Las marcas de asfixia en el cuello del niño se estuvieron visibles durante varios días.

Al día siguiente, el grupo regresó, atrapó a Muhammad Abu-Khdeir, un alegre joven de 16 años de edad con una sonrisa encantadora, vertieron gasolina en su boca y lo quemaron hasta matarlo.

(Y como si esto fuera poco, la policía fronteriza capturó a su primo durante una manifestación de protesta, lo esposaron, lo arrojaron al suelo y comenzaron a patearlo en la cabeza y la cara. Sus heridas son horribles. El niño desfigurado fue arrestado, pero no los policías.)

LA MANERA en que Muhammad fue asesinado no se mencionó al principio. El hecho fue revelado por un patólogo árabe que estuvo presente en la autopsia oficial. La mayoría de los diarios israelíes se refirieron al hecho en pocas palabras en una página interior. La mayoría de los noticieros de televisión no mencionó el hecho en absoluto.

En el propio Israel, los ciudadanos árabes se levantaron, como no lo habían hecho en muchos años. Las manifestaciones violentas en todo el país se han extendido por varios días. Al mismo tiempo, la primera línea de la Franja de Gaza estalló en una nueva orgía de cohetes y bombardeos aéreos en una otra mini guerra que ya tiene un nombre: “Solid Cliff” (Acantilado Sólido: La sección de propaganda del ejército israelí ha inventado otro nombre en inglés.) La nueva dictadura egipcia está colaborando con el ejército israelí para asfixiar la Franja.

LOS NOMBRES de los seis sospechosos del asesinato por fuego ‒varios de los cuales ya han confesado el repugnante hecho ‒ aún se mantienen en reserva. Pero los informes no oficiales dicen que pertenecen a la comunidad ortodoxa. Al parecer, esta comunidad, tradicionalmente antisionista y moderada, ha producido un engendro neonazi que supera incluso a sus competidores religioso-sionistas.

Sin embargo, tan terrible como el hecho en sí mismo, a mi entender, la reacción de la población es aun peor. Porque no hay ninguna.

Es cierto que se han escuchado algunas voces esporádicas. Muchos ciudadanos de a pie han expresado su disgusto en conversaciones privadas. Pero la indignación moral ensordecedora que uno podría haber esperado no se materializó.

Todo se hizo para reducir al mínimo el “incidente”, impedir su publicación en el extranjero, e incluso dentro de Israel. La vida siguió como de costumbre. Unos líderes del gobierno y otros políticos condenaron el hecho en frases de rutina, para el consumo en el extranjero. El campeonato mundial de fútbol suscitó mucho más interés. Incluso en la izquierda, la atrocidad se trató como un punto más entre las muchas fechorías de la ocupación.

¿Dónde está la protesta, el levantamiento moral de la nación, la decisión unánime para acabar con el racismo que hace posibles atrocidades como estas?

EL NUEVO brote, en y alrededor de la Franja de Gaza, ha borrado por completo la atrocidad.

Las sirenas suenan en Jerusalén y en las ciudades del norte de Tel-Aviv. Los misiles dirigidos contra centros de población israelíes han sido interceptados (hasta ahora) exitosamente.

Sin embargo, cientos de miles de hombres, mujeres y niños continúan corriendo hacia los refugios. Por otro lado, cientos de misiones diarias de la Fuerza Aérea de Israel convierten la vida en la Franja de Gaza en un infierno.

CUANDO SE oye el rugido de cañón, las musas callan.

También la pena por un niño que fue quemado hasta morir.

*Quisling: Un traidor, una persona que colabora con una fuerza enemiga que ocupa. La palabra proviene del líder en tiempos de guerra noruego Vidkun Quisling, que era el jefe de un régimen colaboracionista de Noruega durante la Segunda Guerra Mundial.