¿Hace el hábito al monje?

La propaganda moderna te hace pensar que sí. La realidad de la vida nos dice que no necesariamente.

Hay quienes están atrapados en una ilusión de lo que se ve de la vida. Por ejemplo, salir a comer en un lujoso restaurante de moda, sin embargo, lo que se quiere es lucir, sin importar si podrá comer adecuadamente para la salud.

En nuestra interacción social los otros emiten un sinnúmero de reacciones hacia nosotros dependiendo de lo que reflejamos por la posición laboral, económica y social que se tenga, incluyendo por la ropa que usamos.

Pero ese reflejo no es lo que somos. Lo que pasa es que, muchas veces, confundimos el rol que ejercemos con lo que somos en realidad.

Ejercemos los roles de padre, madre, dirigente polí­tico, director de escuela; de embajador, síndico, doctora, pastor o cura. Esos son papeles en la vida.

La esencia de nuestro actuar: honestos, cumplidores, solidarios, conscientes, humanos, amorosos, o lo contrario: eso es lo que somos.

Motivaciones y deseos afectan nuestras percepciones y uno no necesariamente ve las cosas como son.

A menos que se entienda cómo estamos condicionados por nuestros deseos, nos mantendremos empantanados en la realidad que otros crean.

Hay que separar lo que somos de las apariencias, y hay que vivir una vida congruente entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace (pensamiento, expresión y conducta).