Rabat. El presidente Barak Obama decía que uno de los grandes desafíos actuales es la falta de sentido crítico que existe en la sociedad. El ciudadano, para llegar a la verdad, busca sólo reafirmar sus creencias sin comparar distintos puntos de vista.
En noviembre del 2016, Donald Trump gana la presidencia de Estados Unidos como candidato antisistema. Los spin doctors presentaron una figura del establishment económico contraria al establishment político que significaba Hillary Clinton. El debate se fue moviendo de la arena de las propuestas a la de la guerra de las personalidades.
En la campaña electoral se debatían los efectos de la inmigración ilegal. El problema quedaría resuelto con la construcción de un muro. El problema del desempleo quedaría resuelto mediante una guerra comercial con China. Se evitaría el socialismo con un nuevo sistema de salud en el que todos tengan libertad de elegir.
Pisando las bases para llegar a Home…
El populismo es un recurso mediante el cual se presenta una realidad simplificada con el fin de motivar los votantes hacia una opción electoral. El candidato, lleno de buenas intenciones, elabora su discurso en torno a argumentos del tipo “pueblo contra la elite” o “ciudadano pulcro frente a élite corrupta”.
Esa visión limitada de la realidad, una vez en el gobierno, se traduce en políticas de Estado fallidas. Ante el fracaso, aumenta la frustración y polarización de la sociedad. La violencia política trae como consecuencia la erosión de las instituciones democráticas, como vemos en Hungría y Venezuela.
Las crisis pueden ser oportunidades pero también terreno fértil para líderes populistas. Recordemos que tanto Franklin Delano Roosevelt como Adolf Hitler llegaron al poder en el mismo contexto histórico. Uno fue un gobernante transformador, el otro un peligroso demagogo cuya megalomanía produjo la segunda guerra mundial.
Del dicho al hecho hay mucho trecho…
En Estados Unidos, el problema de la inmigración ilegal no encontró la solución mágica en una estructura de concreto. La derogación del “Affordable Healthcare Act” o “Obama Care” no combatió el socialismo, solamente dejo sin seguro médico a millones de ciudadanos. La guerra comercial tampoco ha frenado el ascenso de China ni ha devuelto los empleos perdidos.
Y en casa, como estamos?
En la República Dominicana se usa el recurso populista en las campañas políticas. Temas como “la corrupción” o “la deuda externa” son recurrentes y se utilizan de manera simple como método de descalificación del adversario. Ningún político debate seriamente sobre la lucha contra la corrupción ni la sostenibilidad de la deuda externa.
En medio de la pandemia, el esfuerzo del gobierno central queda relegado frente a las acciones de caridad de los candidatos presidenciales. Se quita peso a la gestión de Estado e implementación de políticas. El verdadero manejo de crisis vendrá después, nadie esta mostrando credenciales, los planes se están haciendo a la carrera.
En el congreso, un diputado está proponiendo entregar el 30% de los recursos de las AFP. En una situación normal, sería calificado de absurdo, en una crisis, se considera la propuesta. En la cámara nadie discute las consecuencias económicas de semejante despropósito.
El espectáculo de los jacobinos de la alcaldía de Cotuí, guillotinando los miembros del ancient regime, es una señal negativa. Los miembros de la alcaldía de Puerto Plata, con su exhibición del botín de guerra y musicalización del peregrinaje en tiempos de corona virus, contribuyen al pesimismo.
La crisis de los incendios de vertederos de basura es un claro ejemplo del peligro del populismo. En vez de debatir soluciones sobre manejo de desechos, se esta recurriendo a la violencia política para desacreditar al adversario.
Quien dijo que todo esta perdido…
En la encuesta Greenberg-Diario Libre, del 4 de marzo del 2020, se les pregunto a los dominicanos su opinión, favorable o desfavorable, sobre líderes considerados populistas, como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. La mayoría manifestaron una opinión desfavorable.
En una iniciativa de la Asociación de Jóvenes Empresarios (ANJE) vimos debatir a los candidatos a la alcaldía del Distrito Nacional. Curiosamente, no ganó el que tenía más experiencia en los asuntos municipales. Tampoco ganó el que mejor podría enarbolar la bandera del cambio, un joven millenial, candidato de un partido que nunca ha estado en el poder. La candidata ganadora consiguió el triunfo con el apoyo que le transfirió una buena gestión municipal. En el debate demostró su esfuerzo por manejar los temas.
El cambio solamente se consigue con la llegada al gobierno de una visión de Estado que logre enfrentar los desafíos de la nación. La experiencia de los debates en las elecciones municipales fueron una buena señal de avance democrático. Los candidatos perdedores pusieron sus propuestas al servicio de la candidata electa. Lo ideal sería que los candidatos presidenciales repitieran la experiencia. Hoy más que nunca, necesitamos más propuestas, más debate, más consenso.