Era blanca, delgada y larga. Entraba y salía en su Rinspeed UC. En principio era gris pero ella hizo que lo pintaran rosado. En la cajuela dibujaron cinco estrellas y en las puertas dos corazones.
Las gomas estaban montadas sobre cuatro aros magnesio. Y en la capota adhirieron la cola de un pez.
El interior era de cuero crema. Frente a la pantalla tenía los botones de un equipo con su ecualizador y bocinas sofisticadas de alta definición.
Mientras conducía con su estilo chic escuchaba a Britney Spears, Rihand Diamonds, Locked Out of Heaven, Gaignam Style, David Guetta, Pulcino, Demi Lovano….
Comía pizza, ice cream, bombones, bebía Coca-Cola, entraba al cine, tomaba shiatsu, iba al gym y jugaba al tennis.
Sus ojos siempre estaban en el camino, como si al pasar no viera a nadie. Vivía en el cuarto piso su mundo de amor, de perfumes y de sueños.
Se pasaba los días vestidas al estilo Gilly Hicks: pantalones cortos, minifaldas, t-shirts transparentes, agujereados y con nudos en el ombligo y sandalia Mel rosada.
Desde la sala hasta su cuarto todo era minimalista.
Era la amante de un señor respetado que sólo llegaba a horas misteriosas y rodeado de guardaespaldas. Se desplazaba en un auto de lujo con cristales tintados de tinieblas. El conductor mantenía siempre encendida la potente máquina. Actuaba a ley de señales y de códigos cifrados.
En el cuarto piso la chica abría la puerta y le saltaba como gata salvaje. El, despojado del protocolo cotidiano de la oficina y de las reuniones fastidiosas, dejaba que ella lo incinerara en un fuego de pasión ante la mirada de un Justin Bieber en la pared. Después de dos horas intentaba regresar a su rutina, pero ella buscaba convencerlo de seguir un poco más. “Dame más de tu amor”, le decía. “Déjame enseñarte esto”.
-Puse cita a las cuatro a unos ejecutivos-dijo.
-Oh, por Dios tu eres el jefe-respondió.
En el fondo de la sala sonó de manera suave what a wonderful world de Luis Armstrong.
Tras el despojo de amor puso su mejilla derecha sobre su pecho, mirando hacia la pared, mientras sentía los latidos apresurados del corazón desnudo. Era una habitación con decoración de muñeca. Bajo una luz pálida subía el olor a piel tierna. El lo vivió como un paraíso soñado.
-Será en París donde el sol nos despertará-le dijo-. No lo olvides.
-Dentro de dos meses ahí estaremos-afirmó él-.Pronto ordenaré la reservación. El mundo será nuestro.
-¿Y cómo te librarás de ella?
-Le diré que asunto de negocios. Ya sabes, esa es mi vida. Ahora sí, déjame ir mi amor.
-¿Cuándo regresas?
-Veré si mañana a esta hora.
Bajo las miradas punzantes de espías gratuitos, el hombre bajó las escaleras y salió por la puerta principal con sus lentes de sol y su traje oscuro. Uno de los guardaespaldas abrió la puerta trasera y el auto salió a velocidad de rayo.
Pero una mañana de sol primaveral, el timbre del cuarto piso sonó.
-¿Quién es?-preguntó la chica.
-Soy yo, la señora Portero-le contestó.
-¿Qué desea usted?
-Soy la esposa del señor Armando Portero.
Un largo silencio se produjo. Volvió a tocar el timbre pero nadie contestó.
-¡Abre la puerta maldita!-le dijo-. Eres una ramera. Sabes muy bien quien soy. No eres más que una sanguijuela. Ya lo sospechaba. ¿Por qué no quieres hablar, sinvergüenza? Que bueno es vivir así, teniendo todo a costa del adulterio. ¿Te lo compró o te lo rentó? Me imagino que has sabido sacar lo tuyo.
Verdad minina?
Esa misma noche, la chica recogió cuanto pudo.
Nunca más nadie la volvió a ver en el Rinspeed de fantasia y con su cara de indiferencia.
Dos meses después, apareció un aviso grande indicando que se rentaba el cuarto piso.