Además de un notable historiador, Frank Moya Pons ha sido un preocupado, constante y celoso seguidor de los temas medio ambientales. De hecho, el fue el primer titular de la entonces Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Su voz en este campo, por consiguiente, adquiere una notable autoridad.
Ya de mucho antes de ocupar la posición, recordamos que allá por la década de los setenta, donde era muy escaso el número de los que compartía algún tipo de inquietud por la conservación del hábitat, Moya Pons dio a la luz un folleto donde alertaba sobre la necesidad de preservar sobre todo los recursos forestales a fin de garantizar la provisión de agua tanto para consumo humano como para fines agrícolas e industriales y la generación de energía limpia y económica.
En esa obra, que comentamos en su momento, el autor advertía sobre el riesgo de convertir a la isla Hispanola en el “primer desierto antillano”, según su propia expresión, si a la arrasadora depredación de Haití donde apenas ha logrado sobrevivir la capa vegetal en el dos por ciento de su territorio, le sumábamos un comportamiento irresponsable por nuestra parte, permitiendo la desaparición de nuestros bosques y ríos.
Ahora, casi cuatro décadas más tarde, Moya Pons, vuelve a la carga, advirtiendo el riesgo de quedarnos sin agua no por causa del calentamiento global ni del cambio climático, sino de nuestra propia irresponsabilidad debido a la pérdida progresiva de nuestro inventario boscoso. Esto, señala, “no se resuelve con operativos de fines de semana sino con la siembra de millones de plantas”.
Hablando ante un auditorio de expertos y del actual y anteriores Secretarios y Ministros de Medio Ambiente, Moya Pons enfatizó la necesidad de que el país se aboque a un ambicioso programa de restauración de las cuencas de los ríos y la recuperación y preservación de nuestros bosques.
Ya de cuando él se desempeñó como titular de Medio Ambiente, Moya Pons nos confió que tenía que enfrentar fuertes intereses debido a la complicidad de políticos, militares y empresarios inescrupulosos, convertidos en una auténtica, poderosa e influyente mafia empeñada en enriquecerse a costa del empobrecimiento de nuestros recursos naturales, desde la deforestación de nuestros bosques hasta la extracción indiscriminada a irresponsable de materiales de construcción de los ríos del país. No parece que la situación haya cambiado mucho de entonces a la fecha. Los resultados y las consecuencias de la intensa sequía así lo prueban.
La de Frank Moya Pons insistimos es una voz altamente autorizada. No está practicando esnobismo protagónico. Su llamado de alerta se sustenta en razones válidas, visibles y de alto riesgo para la nación. Otros países con gran sentido de previsión están tomando medidas contra el cambio climático y el calentamiento global de tan sombríos pronósticos. Nosotros tenemos que comenzar por aplicarlas contra aquellos que de manera que va desde irresponsable en el mejor de los casos a francamente criminal cuando a plena conciencia del daño que se ocasiona se sigue atentando contra la estabilidad del habitat y haciendo provecho personal de los vitales recursos naturales.
Ahora hay que darle acción a la palabra. Se impone una cruzada de compromiso común, que debe como es natural, comenzar y ser comandada por el gobierno poniendo en práctica un ambicioso programa de recuperación y preservación de la foresta y los ríos, que debiera incluir una bien elaborada campaña educativa que abarque desde las escuelas hasta los distintos segmentos de la sociedad, a fin de crear una amplia y sólida cultura ambientalista.
La clarinada de alerta está dada. No hay excusa posible en desatender la misma. En ello nos va existencia del país y la vida misma de cuantos habitamos en él.