Con ayuditas a productores administradas por entidades dislocadas o entelequias arcaicas e ineficientes, donde el Ministerio de Agricultura y Ganadería permanece a la sombra, es botar el dinero por más alharaca mediática que nos quieran vender.
La realidad es que esas visitas del Presidente para ofrecer ayuda financiera a productores agropecuarios de muchas comunidades del país, no están garantizadas por un manejo institucional eficiente, una adecuada asistencia técnica y lo más importante, con los debidos controles contables y de seguimiento para verificar la sostenibilidad de los proyectos y de los fondos.
Imagínense que muchas de esas ayudas se canalizan a través del Fondo Especial para el Desarrollo Agropecuario (FEDA), un organismo creado en el año 1972 para administrar los recursos del famoso PIDAGRO (Programa Integrado de Desarrollo Agropecuario), que contó con financiamiento del BID. Hace 25 años y después de haberse agotado esos recursos, el FEDA debió desaparecer.
Pero así como sucede con otras entidades que se crean para administrar recursos externos, estas se mantienen vivas a través de los siglos, sin ninguna razón de ser. Algunas tienen una nomina extensa y pagan altos salarios, jugando en su momento, un rol político importante para apoyar la campaña de los candidatos del partido gobernante. Hay decenas de estas entidades que debieron desaparecer pero sobreviven contra viento y marea. Algunas tienen 15 años, otras 20 y no faltan las que superan los 30 años.
Todo lo que vaya al campo debe canalizarse a través de las instituciones formales que existen para esos fines. Si es crédito ahí está el Banco Agrícola, si es asistencia técnica, ayuda directa en equipo o material de siembra o alguna pequeña obra de infraestructura para riego o almacenamiento, ahí está el MAG y en adición a todo ello también están el IAD y el INDHRI.
En el caso de las ayudas a otros microempresarios no agrícolas, también existen mecanismos institucionales que deberían jugar un rol importante en el proceso de supervisión y asistencia técnica, pero que están al margen de esas iniciativas asistencialistas.
El MAG tiene una inmensa superestructura que supera la imaginación. Con una nomina que ronda los 9 mil empleados, sin contar las nominillas y personas contratadas a través de proyectos, mantiene un perfil bajo en el campo dominicano y no cumple a cabalidad sus funciones básicas.
La reciente suspensión de las exportaciones de frutas y vegetales por efecto de la mosca de la fruta, que ya se había detectado desde hacía muchos meses, es un ejemplo vivo de la ineficiencia e inutilidad de esta institución. Eso debió atenderse de inmediato y con los recursos que fueran necesarios.
Ya es hora de ponerle atención a esos sectores estratégicos como la salud, la educación o la agricultura. Son instituciones donde no se puede improvisar, nombrando gente por complacencia política ya que exigen un manejo gerencial y profesional de alto nivel. Hay muchos peledeistas capaces que pueden cumplir esa tarea y no están en el tren gubernamental o laboran en el sector privado.
Reiteramos la urgencia de hacer profundos cambios en todo el sector agropecuario, y eso incluye a entelequias como INESPRE y otras que pululan en los confines del universo.
Hay que frenar esa práctica de sacarle beneficio político a las ayudas que provienen de las manos presidenciales, donde se abusa de los medios de comunicación, promoviendo como divina una iniciativa totalmente equivocada y nada transparente. Han llegado al colmo de venderles las visitas sorpresas a otros países como algo innovador y ejemplar. Estamos totalmente locos.
De seguir en eso nos preguntamos ¿para que se gastan casi RD$25 mil millones anualmente en mantener esa subestructura burocrática llamada sector público agropecuario?
Aquí, hasta las visitas al baño de los presidentes se les saca provecho político, sin respetar que sea por una indigestión.