Durante muchos años, la Avenida México, hoy José Andrés Aybar Castellanos, era considerada como una vía de apreciable belleza y hasta de gran abolengo.  En tal sentido, podemos señalar algunas de sus particularidades.

“La México” ha sido la ruta utilizada por presidentes, vice-presidentes y otras personalidades, con oficinas sitas en el Palacio Nacional -lo que actualmente no sucede-    situación que le favorecía para mantener, sobre todo, la limpieza y buen ornato.

Producido el cambio del anterior gobierno, parecería que a esta ruta le cayó piogán, rompe saragüei  o las siete plagas de Egipto. Cuán diferente a los tiempos en que desde Bella Vista  me trasladaba para visitar a familiares residentes en la referida arteria.

Lo penoso de la situación, tal cual ocurre en el  viejo y entrañable  Gazcue, que desfallece por conservar sus atractivos  de otros tiempos, es que ¡también la “México”! atraviesa por esta lamentable realidad.

Imagino que quienes por años han fijado sus domicilios  en “La México”, sentirán tristeza al ver la manera en que paulatinamente agoniza la belleza que antes exhibía.  Cables por doquier y basura apropiada a todo calificativo, desarmonizan el paisaje, sin  obviar los ratones y los perros sin dueños que vaga mundean  por los alrededores, como es el caso de la perrita recién parida – temeraria dueña de su solar– que entre camiones y maquinarias de construcción,  ignora dónde colocar a sus cachorros.

En otro aspecto, los residentes en esta hermosa avenida,  en rarísimas ocasiones sufrían los inconvenientes de la interrupción  en el suministro del  servicio eléctrico.  Por extrañas coincidencias y/o casualidades incomprensibles,  con el traslado  de la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica a sus nuevas edificaciones, y el Centro Franklin –dependencia de la Legación- ubicado en la “antigua Prolongación  Avenida México”, las interrupciones inesperadas de la energía eléctrica han dicho presente.

Los indeseados apagones asoman a cualquier hora del día o la noche, sin importar días de trabajo o fines de semana. En días pasados, mientras escuchaba los acordes del recién finalizado festival musical, las penumbras merodeaban por la zona, situación desagradable y óptima para las fechorías que puedan cometerse en detrimento de la seguridad de los ciudadanos.

Con los  tan cacareados apagones, y lo que parecería un  regalo de no buena fe o de ñapa, durante las últimas semanas, también una luminaria próxima a la calle Dr.  César Dargam – en la parte frontal del parqueo que utilizan los estudiantes de la Universidad APEC-, permanece apagada.  Para  quienes transitamos cotidianamente por el área, al término del atardecer, no es necesario describir, ¡además de lo peligroso que resulta,  cómo luce el ambiente!

Ante esta situación, una pregunta  transita entre mis neuronas y es preciso comentarla: Si cuando las oficinas de la delegación  diplomática    se encontraban en las Avenidas Máximo Gómez y México, y de manera constante disfrutábamos del servicio que nos facilita la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), el que salvo en contadísimas ocasiones era interrumpido, ¿su traslado nos obliga a padecer las suspensiones de la energía eléctrica? Oh, Noooooo, ¡DIOS MÍO,  ¿por qué se mudaron?!