El dominicano Pedro Henríquez Ureña mencionó en 1909 que comenzó a amar a las “dos Grecias” desde que era niño. A la primera, la clásica, en la cual se cimentaron los fundamentos de la literatura occidental, la conoció a través de sus primeras lecturas de las fábulas de Esopo y en los resúmenes de algunas obras que José Martí publicó en La edad de oro; la segunda Grecia, la contemporánea, no tenía mucha importancia para él (1960: 161)(1), como se muestra en este breve texto. Tres años después de llegar a México Henríquez Ureña escribió “El nacimiento de Dionisos”, “La moda griega” y tradujo Estudios griegos. Los dos primeros son artículos publicados en revistas capitalinas; el último fue incluido por entregas en la Revista Moderna de México de la obra del ensayista inglés Walter Pater.

Los sucesos políticos que se presentaron en México luego de la publicación de la entrevista del entonces presidente Porfirio Díaz con el periodista estadounidense James Creelman, en marzo de 1908, permeaba el ambiente de los distintos sectores sociales. De manera particular, en el Distrito Federal los acontecimientos eran seguidos por los integrantes de la extinta Sociedad de Conferencias y Conciertos, ya que la disputa por la vicepresidencia incluía al general Bernardo Reyes, padre de Alfonso, el joven poeta e íntimo amigo de Henríquez Ureña.

A finales de 1908 e inicios de 1909, las cartas entre Reyes y Henríquez Ureña –el primero en Monterrey; el segundo en la capital mexicana— incluyeron asuntos políticos en los que el dominicano informaba sobre la parcialidad de los diarios oficialistas que dejaban sin posibilidades al general Reyes frente a Ramón Corral en la pelea por la vicepresidencia. Sin embargo, más allá de la realidad política nacional, la comunicación entre los amigos no perdió el sentido literario, artístico e íntimo que la caracterizaba.

Pedro Henríquez Ureña mantuvo vigente la afición que lo vinculó con el grupo central de la revista Savia Moderna desde 1906: los estudios sobre Grecia. Baste recordar que en 1907, el círculo conformado por Rubén Valenti, Jesús T. Acevedo, Antonio Caso, Ricardo Gómez Robelo, Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña, propuso llevar a cabo una serie de conferencias donde harían públicos sus estudios griegos; aunque las presentaciones no se realizaron, sí se hicieron lecturas privadas como la del Banquete, de Platón, en la que cada asistente se turnó para leer el diálogo que fue escrito “para ser escuchado y ha sido leído en voz alta durante casi toda su vida, aun después de la aparición de la imprenta y de la existencia de cientos de ediciones en casi todos los idiomas del orbe”.(2)

Derivado de los estudios sobre Grecia, Pedro Henríquez Ureña escribió su primer trabajo sobre temas griegos: “El nacimiento de Dionisos”, un ensayo de tragedia a la manera antigua. El texto fue leído ante un público reducido el 25 de diciembre de 1908, con la intención de asemejar la leyenda del dios griego con la de Jesucristo (3). Sus características son el predominio del coro y la intervención de un solo autor en cada episodio. Fue publicado en el número de enero de 1901 de la Revista Moderna de México. Aunque el ensayo era esencialmente poético, no estaba escrito en verso, ya que Henríquez Ureña tenía una dificultad para emplear los metros castellanos que sugirieran las formas poéticas de los griegos. Prefirió la prosa, como lo hicieron los estudiosos contemporáneos en la traducción de las tragedias griegas, como el francés Leconte de Lisle y los españoles Salvador Brieva Salvatierra y Federico Baraíbar (4). La justificación cierra con una pregunta al lector: “Si, pues, las tragedias griegas se leen traducidas en prosa, ¿qué mucho que en prosa esté también una imitación?”.(5)

“La moda griega” fue publicado el 24 de enero de 1909 en la revista semanal capitalina El mundo ilustrado, dirigido por su benefactor el doctor Luis Lara Pardo, quien la facilitó su primer empleo en El Imparcial. En este texto Henríquez Ureña afirma que no puede compararse la Grecia contemporánea pintada por el guatemalteco Enrique Gómez Carrillo en su libro Grecia, con la antigua, la clásica, que no es una moda agotada entre el público literario. Señala también que en la Europa intelectual no transcurría un cuarto de siglo sin que emergiera el asunto helénico, y que Homero, Aristófanes y Platón inspiraban y volvían a ser mencionados en bocas de nuevos pensadores.(6)

Henríquez Ureña no dejó pasar la oportunidad de mostrar en “La moda griega” sus lecturas recientes y filiación también hacia la literatura balcánica, particularmente por de Noruega, patria de Henrik Ibsen, que fue una de las primeras lo entusiasmó durante su adolescencia en Santo Domingo. Agregó que en tanto no surgiera una obra de genio en Grecia, esta no llamaría atención, por más que se pretendiera continuar con la tradición clásica.

Estudios griegos, de Walter Pater, fue un libro que Henríquez Ureña tradujo por la inquietud que tenía por los pocos poetas griegos que habían sido traducidos al castellano; para él todavía se podía decir algo nuevo sobre Grecia y era necesario leer directamente a los griegos o, al menos, consultar obras especiales que los trataran extensamente o de paso.(7)

Pedro Henríquez Ureña creía que en el renacimiento de las humanidades clásicas en México no se tenía que desvincular el lazo tradicional que los unía con la cultura francesa, sino continuar estudiando y difundiendo la afición a otras literaturas, sobre todo la inglesa y la italiana. Con la bibliografía que formó sobre Grecia trataba de estimular el acercamiento a “la inagotable fuente de la cultura alemana, gran maestra de la síntesis histórica y de la investigación, cuando no enseña, con ejemplo vivo, como en Lessing o en Goethe (profundamente amado por esta juventud, el perfecto equilibrio de todas las corrientes intelectuales)” (8). Para Pedro se podía retomar un tono pesimista de Grecia con Schopenhauer y Nietzsche, uno irónico y cumplidísimo con Oscar Wilde o uno serenísimo con Walter Pater. La importancia de las lecturas de las obras de estos autores radicaba en que eran puntos de vista nuevos en América Latina (9), tal vez por esto Henríquez Ureña decidió traducir el libro póstumo de Pater, además de la impresión que le causaron la vida y la obra del ensayista inglés fallecido en 1894.

Los esfuerzos del grupo que conformaría el Ateneo de la Juventud no fueron los primeros ni los únicos para mantener vigente a la cultura griega clásica en México. El mismo Henríquez Ureña reconoce las conferencias de Jesús Urueta de 1903 sobre poemas homéricos en la Escuela Nacional Preparatoria. Pero a finales de la primera década del siglo XX Grecia seguía en boga dentro del pequeño cenáculo intelectual juvenil al que pertenecía el dominicano; la Revista Moderna de México se llenó de asuntos griegos y allí fue publicado “Estudios griegos” en cuadernillos a partir de octubre de 1908. Esta fue la primera obra completa traducida al castellano de Pater, que fue considerado por el dominicano no sólo como el más sorprendente estilista contemporáneo en lengua inglesa, sino como uno de los más profundos y sabios críticos – artistas modernos.

Con estos tres trabajos, además de otras actividades públicas y privadas, Pedro Henríquez Ureña pretendía mantener vigente y difundir su afición a la Grecia clásica como fuente de inspiración para su obra y su vida en una edad en la que consideraba que se definía la madurez de los hombres.

 

Notas

  1. Henríquez Ureña, Pedro (1960) Obra crítica, p. 161.
  2. Quintanilla, Susana (2008) Nosotros. La juventud del Ateneo de México, p. 72.

  3. Ibid, p. 122.

  4. Mendoza Bolaños, Daniel (2019) “La formación de Pedro Henríquez Ureña, 1884-1909”, Tesis de doctorado, p. 175.

  5. Henríquez Ureña, Pedro (1960) Op. cit., p. 260.

  6. Ibid, pp. 161-162.

  7. Henríquez Ureña, Pedro (1989) Memorias. Diario, p. 140 y Familia Henríquez Ureña (1996) Epistolario, T. I, p. 367.

  8. Henríquez Ureña, Pedro (1960) Op. cit., p. 598.

  9. Familia Henríquez Ureña (1996) Op. cit., p. 367.