¿Dónde está aquel niño cariñoso, divertido y juguetón que seguía instrucciones, escuchaba con interés, preguntaba con curiosidad, interactuaba y colaboraba con los demás? Desapareció. Se ha convertido en un adolescente y ha comenzado una nueva aventura…

No entendía cuando escuchaba con frecuencia a padres, madres y educadores de adolescentes sobre el cambio que experimentan y la dificultad para adaptarse y comprenderlos.  Pensaba que el ser educadora y conocer sobre el desarrollo humano y los cambios que experimentamos en este proceso en las distintas etapas me ayudaría al momento de convertirme en mamá de adolescentes. El momento llegó y lo estoy viviendo en carne propia, tratando de aplicar todos mis conocimientos y habilidades, pero, sobre todo, enfocando esta etapa como una de oportunidades, tal como lo plantea el autor Paul David Tripp.

Muchos se preocupan, se quejan o se frustran porque el adolescente ya no está interesado, se aísla, se retrae, se aleja, se ríe de lo que dices, hace cosas que representan un riesgo, cuestiona todo, reta a los demás, se comunica menos, es menos cariñoso. Pero todo esto es totalmente normal. En este momento el joven se está descubriendo, está construyendo su propio pensamiento, está enfrentando su proceso de transformación, verificando sus teorías e hipótesis sobre la vida.

Educar al adolescente no tiene porqué ser una pesadilla. Puede ser una experiencia maravillosa en la que lo acompañamos en un periodo de transición en el que se da un ritmo acelerado de crecimiento y de cambios que abarca desde los 10 hasta los 22 años aproximadamente. Es necesario hacer las paces con la adolescencia a pesar de que nos pone a prueba.

Una de las metas de la adolescencia es pertenecer a un grupo. Y en este proceso pueden suceder muchas cosas. La idea es darle la oportunidad de comportarse de acuerdo a como ha sido enseñado. Quizás no vemos los frutos de nuestro trabajo inmediatamente, pero debemos tener paciencia. El joven pone distancia del adulto, necesita le demos su espacio y confiemos en su capacidad sin soltarlos ni dejarlos solos. Y ahí está la clave, en no abandonarlos.

Escucho con frecuencia a los centros educativos decir que los padres de primaria participan en todo y asisten a las charlas y encuentros formativos, pero sin embargo, al llegar al nivel secundario, dejan de participar e involucrarse. Esto es un error, pues los adolescentes nos siguen necesitando y mucho. Lo que cambia es la forma de comunicarnos y relacionarnos con ellos.

Es importante cerrar un ciclo y cosechar lo que se ha sembrado en los primeros años. Para se desarrollo sano y pleno es recomendable dejarlos experimentar, tomar sus propias decisiones, equivocarse y asumir sus consecuencias, aunque nuestro anhelo sea que no sufran ni fracasen. Durante este proceso necesitan de un adulto transparente, genuino en quien puedan confiar. Es saludable que cuestionen, pero el nivel de rebeldía dependerá del ambiente y el nivel de rigidez con el que han sido educados. Si el ambiente es castrante y de amenaza constante, la rebeldía se agudiza, tal como plantea Vida Gaviria en nuestro más reciente programa @didacticaradio.

El joven pasa cada vez menos tiempo con nosotros los padres por lo que le debemos dar herramientas para enfrentar las situaciones y protegerse en momentos difíciles. El adulto es un referente y debe tener posturas, dar el ejemplo y no abandonarlos. Es y nunca dejará de ser su base segura.

Padres y educadores necesitan aceptar que esta es una nueva etapa. El adolescente está buscando su identidad. No es adulto ni es un niño, pero lamentablemente a veces lo tratamos como adulto y le exigimos demasiado, otras veces como niño, sin comprender realmente sus características y necesidades. No asumamos que por estar expuestos a tanta información, están preparados para manejarla. Nosotros somos los adultos.

Si el momento que tenemos con nuestros adolescentes lo usamos únicamente para un sermón, para atacar, amenazar, o para dar instrucciones, estamos perdiendo la oportunidad de escucharlos, interactuar y estar. La psicóloga Claudine Hernández plantea que es el mejor momento para ayudarlos a desarrollar el pensamiento critico y lógico, haciéndoles preguntas y dejándolos que expliquen y lleguen a sus propias conclusiones. De esta manera podremos orientarlos, evitando las posibles consecuencias negativas que puede traer esta interesante etapa.

Puede escuchar el programa “Educando en la adolescencia” junto a Vida Gaviria y Claudine Hernández: www.didactica.edu.do/radio

Fuentes:

Tripp, P. (2001). Age of Opportunity. PyR Publishing.

Jensen, F. (2016) The Teenage Brain. Harper paperbacks.