“Es mejor estar arriba con presión que abajo con depresión” dice un dicho en el argot politiquero de este país. Pero la verdad tras la frase es que el poder crea adicción. No es tan fácil para un político sustraerse a la bonhomía de la lisonja, a los privilegios, transitar por estas calles con policías que despejen el tránsito porque pasará el perínclito.

El poder, como cualquier narcótico, crea una adicción fatal para la población. Es la lucha por el poder, y no otra cosa, la que explica los diferentes escenarios que se establecen en la palestra pública del análisis político del país.

Por un lado está el naciente Partido Revolucionario Moderno (PRM), un Partido que establece un hito en la historia política del país por ser, según mi juicio, la primera organización política que ha nacido dividida aunque sus líderes se empeñen en decir  y aparentar lo contrario. No sé en dónde radica lo de moderno con las mismas figuras antológicas de un PRD que languideció. Hipólito Mejía no debió presentar candidatura, sino que, por consenso, debió cerrarse fila en torno a Luis Abinader un candidato menos vulnerable que él.

Los seguidores de Hipólito no terminan de entender que ese elevado porcentaje que obtuvo no se debía a la fortaleza de él como candidato, sino a un descontento con el partido oficial que el PRD no supo capitalizar por sus mismas divisiones.

En el otro extremo se encuentra un PLD que tampoco se define entre la reelección y el faraón que vuelve y vuelve como su mentor, que por cierto no es quien lo formó, sino quien lo ayudó a llegar al poder. Con actitud se desdice a sí mismo pues, según sus propias palabras, iba a convertir su partido en una fábrica de presidentes pero ha podido resistir muy poco la soledad del poder y ahora se apresta a regresar pidiéndole a sus compañeros que no se desesperen que cada quien tendrá su oportunidad.

En el otro extremo quienes pretenden imponer una reelección de Danilo Medina a como dé lugar, procurando que acepte una postulación a todas luces imposibles por el impedimento constitucional.

He afirmado que el más beneficiado con la reelección sería Leonel pues este salió del poder con una imagen muy deteriorada y le convenía la reelección para poder dedicar un tiempo más a levantar su imagen. Si el presidente se reelige esto le aporta cuatro años más dedicados a levantar su moral. Si no se da la reelección el ex presidente tendrá que aspirar obligatoriamente pues si no lo hace ahora tendrá que enfrentar a Danilo en el 2020 y eso no le conviene. Si decide dejarlo para el 2024 es demasiado tiempo fuera del poder para una persona que ha creado una adicción.

Mientras tanto la fábrica de presidentes tendrá que esperar a que se agoten las mercancías, se disminuya el costo de producción y la demanda aumente en relación a un nuevo producto.

En el caso del PRSC todos sabemos que de ese partido solo quedan cuatro letras para negociar con el mejor postor y el PRD se ha reducido a un grupúsculo a imagen y semejanza de Miguel Vargas.

El 2016 será un año electoral de mucho movimiento y boroneo, preparémonos para los discursos huecos, la justificación de por qué no se ha cumplido lo prometido, los escándalos de corrupción como estrategia política y mucho ruido en las calles. Por cierto es bueno recordar que ante el exceso del ruido se puede llamar al 9.1.1