En mis últimos artículos, he subrayado la necesidad del cultivo de  la filosofía como actividad promotora de la criticidad. Quiero retomar de nuevo este último aspecto, de importancia capital para el desarrollo de la cultura dominicana. ¿Por qué es importante promover una actitud crítica?

Voy a responder a la pregunta recuperando dos tesis que son el resultado del debate epistemológico y científico del siglo XX.  La primera tesis es de carácter epistemológico y hermenéutico; la segunda, de  carácter biológico. Ambas tesis fueron defendidas encarecidamente por uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, Karl Raymond Popper (1902-1994).

La primera tesis señala que el carácter distintivo de los seres humanos es su falibilidad. Esto significa que no importa cuanta evidencia encontremos a favor de nuestras teorías más valoradas, ni cuanta convicción interior tengamos de que son verdaderas, lo cierto es que nuestro conocimiento es limitado, provisional, conjetural, siempre está abocado al error. En palabras de Popper: “No sabemos, sólo suponemos”.

Si examinamos la historia de la ciencia y de nuestras creencias en general, podemos constatar cómo numerosas teorías que disfrutaron de evidencia favorable durante varios siglos, fueron posteriormente refutadas.

Del mismo modo, creencias arraigadas en la historia de la cultura, consideradas indiscutiblemente verdaderas,  terminaron desacralizadas y relegadas al anecdotario de la historia de las mentalidades.

Esto nos lleva a un principio hermenéutico denominado por Popper como la “conciencia del fracaso”. Reconocemos nuestros límites cognitivos y el hecho de que nuestra comprensión será siempre inacabada.

En función de estos límites, la importancia de tener una actitud crítica con respecto a las creencias más arraigadas de la tradición, con relación a nuestras teorías científicas y filosóficas, así como respecto a los prejuicios del sentido común,constituye la actitud más recomendable desde el punto de vista teórico y práctico. Si no podemos evitar el error, entonces debemos estar sistemáticamente dispuestos a corregirlo. Y esto es improbable si no reconocemos nuestra ignorancia. Este es el espíritu del famoso principio socrático: “Sólo sé que no sé nada”.

La segunda  tesis, de carácter biológico, sostiene que la actitud crítica es uno de los mecanismos de la adaptación biológica. Nuestra especie ha sobrevivido con respecto a otras  más fuertes o más ágiles, por nuestra capacidad de adaptación. Y esta capacidad no se habría desarrollado si no hubiéramos tenido la actitud de corregir nuestros errores, esto es, de autocriticarnos y de criticar las posturas erróneas provenientes de nuestros congéneres.

Imaginemos los numerosos intentos de creación de un entorno favorable para la sobrevivencia, desde la búsqueda de los alimentos más adecuados hasta la creación del fuego para cocinarlos, o  la búsqueda de refugios para protegernos de las especies depredadoras que nos amenazaban. El éxito en lograr estos objetivos fue alcanzado por ensayo y error. ¿Pero que hubiera sido de nuestra especie si de fallar en localizar un refugio adecuado, hubiera persistido dogmáticamente en permanecer dentro de  él? ¿Qué hubiera pasado si, al equivocarse creyendo que una especie depredadora era pacífica, hubiera persistido dogmáticamente en que esa especie no representaba ningún peligro?

Como vemos, la actitud crítica no consiste meramente en una disposición intelectual, se relaciona con nuestra adaptación biológica. Sin la criticidad, la especie humana se habría extinguido.

Y aunque debe tenerse cautela con extrapolar los procesos de la naturaleza a la sociedad, lo cierto es que,en este aspecto, lo dicho desde el punto de vista biológico es válido también, desde el punto de vista sociológico. Nuestra sobrevivencia en sociedad depende también de una actitud crítica. Porque también, el desarrollo social, como la evolución biológica, requiere de mecanismos de adaptación. Las dinámicas sociales sufren “fases anómalas” donde se requiere cuestionar las normas y criterios establecidos para reorientar esas dinámicas en beneficio colectivo. Sin la criticidad,  no es posible desarrollar destrezas de  resolución de  problemas para situaciones de incertidumbre.Sin una actitud crítica,  no es posible replantearnos la tradición y con ello, superar nuestros hábitos anquilosados.

Y sin una actitud crítica,  no es posible el empoderamiento que nos hace ser realmente ciudadanos, verdaderos actores sociales con capacidad de tomar decisiones que impacten a la comunidad.

Del mismo modo en que la especie no puede sobrevivir sin corregir los errores de nuestra adaptación biológica, las sociedades no pueden sobrevivir si no son capaces de corregir los errores producidos por las prácticas humanas. Fomentar la actitud crítica es,por tanto, apostar por nuestra sobrevivencia social. Y recordemos que,  si la sobrevivencia biológica no está garantizada, la sobrevivencia social tampoco.