Un intelectual que respete la obra de Pedro Henríquez Ureña debe dedicarse a contribuir a su pensamiento y a la fortuna histórico-crítica de una obra tan significativa para el archivo lingüístico-filológico y cultural hispanoamericano y no pretender crear conflictos en torno a una obra que por lo que podemos observar, desconoce dicho profesor; usar al maestro dominicano para propósitos mezquinos, disociadores y sobre todo reduccionistas confunde y tergiversa más bien la doxa crítica sobre el mismo.

En efecto, parece que la mirada distante que predomina en el autor de dicho “artículo” está marcada por el neocolonialismo y el autoritarismo del “grande” sobre el “pequeño” cultural, y así, se hace notorio un desenfoque en la pobre lógica de un sujeto colonizado por un “imperio” académico universitario que para dicho profesor sí tiene progenie intelectual y no una isla de los mil diablos conformada por estudiosos e intelectuales “desconocidos” y que por su mediocridad congénita, según él, no deben ser tomados en cuenta por “editoriales extranjeras” e internacionales.

Así pues, las máscaras caen despedazadas y la sinrazón como prejuicio y obnubilación sigue el camino de la pérdida moral, del neocolonizado y resentido sujeto que pernocta como supuesto catedrático en una universidad donde sobrevive mediante un arrimo que no da lugar más que a gárgaras inútiles propias de un malestar y una miseria intelectual marcada por un parecer- ser improductivo.

El mapa ideológico exhibido por el “neocolonizado” domínico-canadiense, inventa una falsa travesía del maestro PHU y de la literatura dominicana, amparada en una indigencia intelectual y crítica procuradora de su vena disociadora dispuesta a negar el valor de los valores dominicanos en pro de su “residencia” o “ciudadanía” que le da seguridad a sus ínfulas, en lugar de asumir la opinión que desde el año 2012 le hemos recomendado: dedicarse al estudio serio no solo de PHU, sino de la literatura dominicana y sus archivos y textos literarios.

Así, la preocupación de nuestro filólogo, lingüista y culturólogo PHU, de conocer las hablas campesinas del país es un tema pendiente en la agenda lingüística dominicana que debe preocuparle más al referido profesor dominicano de la Universidad de Toronto, en lugar de ocuparse de chismes, resentimientos, nimiedades y aspavientos, propios del parasitismo intelectual para cubrir una falla profesional.

En efecto, la lingüística y la filología tal como las practicó PHU, adquieren su valor descriptivo con la publicación de El español en Santo Domingo y, para el maestro dominicano estos dominios disciplinarios nunca estuvieron separados de la cultura como campo de estudio y como suma de instituciones sociales, pues la lengua es lo que hace posible el concepto de sociedad, humanidad y sujeto.

Cuando Amado Alonso publicó en 1938 su estudio Castellano, español, idioma nacional, puso en discusión ideas, aspectos útiles y significativos para fines de un conocimiento de América y de investigaciones de la cultura lingüística y literaria continental, que se publicaron posteriormente en Estudios lingüísticos, temas hispanoamericanos, Ed. Gredos, Madrid, 1976 .

En tal sentido, los progresos que desde el Instituto de Filología y luego desde su estadía en Harvard difundió el maestro español junto a PHU, constituyen un ejemplo de colaboración científica en defensa del español de América.  Existen muchísimos temas de interés que entre tiempo han asumido estudiosos del español de América siguiendo los aportes y enseñanzas del maestro dominicano, sin que para ello tenga que ser acusado de “nacionalista” y “racista”.

Los estudios lingüísticos en el país y en la América continental han evolucionado y no es lo mismo estudiar el español de América con las herramientas científicas de hoy que con las herramientas que se tenían en las décadas del 30, del 40 o el 50 del siglo XX.  Pero este problema no es solo de los estudiosos dominicanos de la obra de PHU, sino también, de los estudios y estudiosos de toda América, tal y como lo ha observado Guillermo L. Guitarte en 1983 (véase Siete estudios sobre el español de América Ed. UNAM, México,1983, pp.11-61).

Con los aportes del estructuralismo lingüístico, la sociolingüística, el funcionalismo, la dialectología del español de América, la geolingüística y los estudios de lingüística empírica, la lingüística del español de América ha adquirido un mejor estatuto interdisciplinario, intradisciplinario y transdisciplinario, cosa que se debe tomar en cuenta al momento de destacar el nuevo giro lingüístico en los estudios del español de a nivel continental.

La investigación lingüística llevada a cabo por PHU puso las bases, al igual que otros reconocidos lingüistas empíricos y académicos, para que nuevos investigadores conformaran  programas de estudio y trabajo sobre la base de una búsqueda científica de la lengua española en la geografía lingüística de América y el Caribe.

En la República Dominicana tenemos nombres que le han seguido los pasos a la enseñanza del maestro: Maximiliano Arturo Jimenes Sabater, Rafael Núñez Cedeño, Manuel Matos Moquete, Orlando Alba, Celso Benavides, Carlisle González Tapia, Rafael Gonzáles Tirado  Irene Pérez Guerra… y otros, más o menos conocidos que investigan desde el punto de vista lingüístico el español de la República Dominicana y la región del Caribe provistos de la influencia de aquel libro ya canónico de 1940.