EL ESPECTÁCULO es casi extraño: un partido político se niega a aceptar nuevos miembros. Y no sólo unos cuantos individuos, sino decenas de miles. Y no sólo cualquier partido, sino el Likud (Unificación), la fuerza principal en la coalición gobernante de Israel.

¿Resulta extraño? Sí, pero hay método en esta locura. Es posible que pronto llegue a la corte suprema de Israel.

Los actuales dirigentes del partido, Benjamín Netanyahu y sus compañeros, temen que las personas que ahora buscan registrarse como miembros del Likud sean realmente colonos en los territorios ocupados, que quieran hacerse cargo del Likud, mientras que en la práctica siguen siendo leales a sus propios partidos, que son aún más extremistas.

Uno de los actuales miembros del Likud del parlamento (Knesset) ha presentado un proyecto de ley que bien puede ser único en el mundo. Surge del temor de que estos nuevos miembros del Likud no voten por el Likud en las elecciones generales. Para contrarrestar esta posibilidad, el proyecto de ley dice que cuando un nuevo miembro se registre en el partido Likud, su nombre será eliminado del registro de votantes de la elección general, y serán registrados como votando por el Likud.

Esto es manifiestamente inconstitucional, ya que niega la privacidad de la votación. El asesor legal del Knesset probablemente lo bloqueará. De no ser así, se dirigirá a la Corte Suprema.

Todo esto demuestra que el Likud es realmente un tipo curioso de pájaro raro. Y no desde hoy.

HACE AÑOS, un destacado periodista francés vino a verme durante una campaña electoral israelí. Lo dirigí a un mitin electoral de Menachem Begin.

Cuando regresó, estaba desconcertado. “No lo entiendo”, exclamó. “Cuando hablaba de los árabes, parecía un fascista rabioso; cuando hablaba de asuntos sociales, parecía un liberal moderado”.

“Begin no es un gran pensador”, le expliqué. “Toda la ideología del Likud se remonta a Vladimir Jabotinsky”.

Vladimir (o Ze’ev) Jabotinsky fue el fundador del partido “revisionista”, el padre del Partido Herut, que era el padre del Likud actual. Nació en 1880 en Odessa, Ucrania. Cuando era joven fue enviado como periodista a Italia, un país que había alcanzado su libertad no mucho antes.

El movimiento de liberación italiano era una mezcla inusual de patriotismo extremo y de ideas sociales liberales. Esto fijó la perspectiva política del joven Jabotinsky para la vida.

Era una persona muy cautivadora, extremadamente dotada en varios campos. Escribió una novela (sobre el héroe bíblico Sansón), tradujo poemas de Edgar Allen Poe al hebreo, fue un brillante orador y talentoso periodista, escribió canciones, y mucho más. En la Primera Guerra Mundial ayudó a formar batallones judíos en el ejército británico y fue un oficial subalterno en la conquista de Palestina.

Unos años más tarde, los británicos dividieron Palestina y establecieron Transjordania, el emirato árabe separado. Jabotinsky lo objetó y fundó el Partido Revisionista ultra-sionista, que exigía la “revisión” de esta decisión.

Jabotinsky odiaba a los severos “pioneros” socialistas que dominaban la comunidad sionista en Palestina y que lo odiaban. Sospecho que no se sintió tan mal cuando los británicos lo expulsaron del país. David Ben-Gurion lo llamó “fascista”, aunque, como amante de Italia, Jabotinsky odiaba a Benito Mussolini.

Durante esos años, Jabotinsky fue un agitador trotamundos, que escribió un artículo semanal que yo leía piadosamente. Admiraba su estilo claro y lógico. Su movimiento creció en varios países, especialmente en Polonia.

EN PALESTINA, el movimiento revisionista de Jabotinsky seguía siendo una minoría pequeña y aislada. Sin embargo, cuando estallaron los violentos enfrentamientos entre judíos y árabes, su movimiento creó el Irgún, una organización armada clandestina. Jabotinsky era su comandante en jefe nominal. En gran parte debido a él me les uní cuando apenas tenía 15 años.

A principios de 1939, los seguidores de Jabotinsky en todo el mundo se reunieron en Varsovia. Las nubes de guerra ya se estaban aglomerando, pero Jabotinsky proclamó que la guerra era imposible: las armas modernas eran demasiado asesinas. Cuando uno de sus seguidores polacos, un joven llamado Menachem Begin, se atrevió a contradecirlo, el líder respondió ácidamente: “¡Señor, si tuviera sus convicciones, saltaría al Vístula!”.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial estalló. Jabotinsky huyó a Estados Unidos, donde murió a los 59 años de un ataque al corazón. Begin, que no había saltado al río, finalmente llegó a Palestina y fue nombrado comandante del Irgún, que se convirtió en una de las organizaciones terroristas más exitosas del mundo.

CUANDO NACIÓ el Estado de Israel, Begin se convirtió en el líder de la oposición apasionado por la democracia. Descartó al partido “revisionista” y creó su propio partido Herut (Libertad), a la cabeza del cual perdió ocho campañas electorales consecutivas.

Cuando llegó al poder en 1977 sorprendió al mundo haciendo la paz con Egipto, el país árabe más poderoso. A mí no me sorprendió en absoluto.

Begin no era una personalidad brillante como Jabotinsky. Seguía a su amo religiosamente. La ideología de Jabotinsky era geográfica: “Eretz Israel a ambos lados del Jordán”. El mapa no incluía la península del Sinaí, por lo que Begin no tuvo ningún reparo en devolvérsela a Egipto. (Tampoco incluía las alturas del Golán, que Begin habría devuelto a Siria sin vacilar.)

Con el tiempo, Begin y sus seguidores olvidaron la tierra del otro lado del río Jordan. Todavía cantaban la canción escrita por Jabotinsky (“El Jordán tiene dos riberas, la que nos pertenece al igual que la otra”), pero la verdadera política es más fuete que las canciones. El reino de Jordania ahora es uno de los más importante aliados de Israel, que los ha salvado de la extinción varias veces.

Sin embargo, la afirmación de que Jordania, al igual que Cisjordania, debe formar parte del Estado judío, aparece de manera destacada en el programa del partido Likud. Todo el mundo se había olvidado esto hace mucho tiempo, hasta esta semana.

Los ayudantes de Benjamín Netanyahu, que están luchando para evitar que los “nuevos solicitantes” se conviertan en miembros de su partido, exigen que declaren su plena aceptación de todas las partes del programa oficial del Likud, incluida la exigencia de que Jordania se convierta en parte de Israel.

COMO PERSONALIDAD, Netanyahu está muy por debajo de Begin, tanto como Begin estaba muy por debajo de Jabotinsky. Nunca hubo ni una pizca de mal comportamiento personal de Begin, que era famoso por su modesto estilo de vida estándar, después de arriesgar su vida cada minuto durante años. Netanyahu está rodeado por un fuerte olor a corrupción. Actualmente están en marcha varias investigaciones contra él y su esposa Sarah, cada una de las cuales bien podría llevarlo a la cárcel.

Jabotinsky lo habría mirado con disgusto.

Sin embargo…

Un chiste judío habla de la muerte del hombre rico en el gueto. Según la costumbre, alguien tenía que elogiarlo, presentándolo con una imagen positiva. No se podía encontrar a nadie para cumplir con este deber. Por fin, un hombre se ofreció como voluntario.

“Todos sabemos que Rabí Moshé era una persona desagradable”, dijo, “apestosamente rico, malintencionado y cruel. ¡Pero comparado con su hijo, era un ángel!”

Algo así sucede ahora en Israel. El reflector está sobre Ya’ir, el hijo mayor de 26 años de Netanyahu.

“Bibi” ya ha estado en el poder durante 12 años no consecutivos y se comporta como un rey. “Sarita”, su esposa, se comporta como una reina, al estilo de María Antonieta. En el lenguaje popular, Ya’ir es el “príncipe heredero”.

Es un príncipe muy indisciplinado. Vive con sus padres en la residencia oficial y se comporta como un mocoso mimado. Es arrastrado a todas partes por los guardaespaldas proporcionados por el Estado. No tiene trabajo visible. Y durante los últimos días, se ha hecho notorio.

Al igual que Donald Trump, Ya’ir envía comentarios abusivos a todas las direcciones en Internet. Por ejemplo, llama a “El Nuevo Fondo de Israel”, a una fundación que apoya a grupos de izquierda, “El Nuevo Fondo para la Destrucción de Israel”.

El último episodio tiene que ver con el reglamento que ordena a los dueños de perros recoger los excrementos de sus animales en lugares públicos. Ya’ir paseaba con el perro “real”, el ahora famoso Kaya, sin recoger sus excrementos en la calle. Cuando una señora lo detuvo y le pidió que cumpliera la ley, hizo un gesto lascivo que la señora, debidamente, fotografió.