En la mejor tradición ignaciana de unir estructura militar con salvación de cuerpos y almas, estuvo nueva vez en el país el buque USNS Comfort, que depende del Departamento de Defensa de los Estados Unidos y lleva atención médica a numerosos países. Ahora se especializa en América Latina, pero antes estuvo involucrado en acciones en la Guerra del Golfo Persa y en respuestas a calamidades ocurridas dentro de los EEUU como los ataques al World Trade Center y el huracán Katrina.
La historia de cómo llega esta ayuda a República Dominicana es un hermoso testimonio de cómo la colaboración es una calle de doble vía. Cuando en enero de 2010 un terremoto con epicentro a 25 kilómetros de Puerto Príncipe devastó la ciudad más importante de ese país y causó numerosas muertes, la República Dominicana en general, y el aeropuerto del Higüero en particular, se convirtió en centro de distribución de ayuda para ese país. Franklin Polanco, en ese entonces director del puente aéreo de las Naciones Unidas para tales efectos, un hombre con larga experiencia dentro de la administración de los Estados Unidos, conocía las labores del USNS Comfort y sugirió que el barco fuera parte del esfuerzo de rescatar sobrevivientes de la catástrofe. Después, el barco se ha mantenido pasando por el país.
Pero las medicinas necesitaban ser almacenadas y algunas refrigeradas, lo que condujo a integrar la participación del sector privado dominicano que, al trabajar con éxito en esta iniciativa se organizó para actuar formal y sostenidamente en el sector salud. Este fue el germen de la creación de “Sanar una Nación”, un fideicomiso filantrópico que reúne a los grupos empresariales Popular, Rica, Ramos, Universal, con la acción de Pagés BBDO y CitiHope International, un brazo asistencial de iglesias de orientación Wesleyana en los Estados Unidos. Porque los dominicanos ayudamos de urgencia a los haitianos, nos quedamos con un funcionamiento de ayuda a largo plazo con los mismos dominicanos.
CitiHope, por su lado, empezó como una ayuda a personas en dificultad en los años 70 en Nueva York y logró tanto éxito en la aplicación de soluciones (y la recaudación de fondos para las ejecutorias) que llevó su trabajo a escala internacional. Ellos también se integraron a la labor de rescate de Haití y por eso han continuado colaborando con la República Dominicana.
Si conozco todas estas historias es porque, animada por el Grupo Popular, participé como una de las varias decenas de traductores que se necesitan para poder desarrollar un buen trabajo médico y asistencial. Colaboré con uno de los servicios más cómodos, oftalmología. Más demandante es participar en los servicios de medicina general, que conocen una plétora de manifestaciones que requieren diversos niveles de atención tanto de parte del personal médico como del paciente. “A mí se me pone el corazón chiquito cuando veo las dificultades de algunos de los pacientes”, me contó Patricia Rodríguez, Vicepresidenta de Auditoría de Riesgos y Operaciones del Banco Popular, a quien le tocó ver de cerca varias patologías bastante descuidadas. Para una mujer que trabaja en contribuir a la calidad de servicios financieros a través de revisar los procesos tiene que ser patético ver el daño físico que a veces se infligen algunos individuos por descuido de la alimentación, por no seguir las prescripciones o por embarazo no evitado, cuando hay factores que lo desaconsejan.
Lo constructivo para nosotras fue, además de construir buen karma, relativizar nuestras propias dificultades, nimias en comparación con lo que vive tanta gente, y conocer en más profundidad un trabajo que, como lo indican todos los nombres de las instituciones, dan esperanza, dan alivio y sanan nuestra nación.