Leyendo y analizando las cifras que presenta el estudio que acaba de ofrecer a la luz pública la Acción Empresarial por la Educación (EDUCA) se llega a la muy penosa pero inevitable conclusión de que la juventud dominicana se encuentra al garete. Las cifras que presenta el prolijo trabajo de investigación así lo demuestran.
La población del país en el rango de edad de 15 a 29 años asciende en números redondos a 2 millones 700 mil. De esa cantidad, cerca de un millón, o sea alrededor de un 38 por ciento ni estudia ni trabajo. Son los llamados Ni-Ni, cuya cantidad dos o tres años atrás se estimaba en la mitad, unos 500 mil por lo que estamos en presencia de una situación agravada y con tendencia a continuar agudizándose.
Mientras que pese al crecimiento económico la tasa de desempleo global se mantiene estancada en un 14 por ciento, para los jóvenes en el rango antes señalado acusa una diferencia muy significativa al alcanzar un 23 por ciento.
De los jóvenes que disponen de empleos formales, la gran mayoría percibe un salario inferior a 10 mil pesos mensuales, por carecer de una adecuada calificación laboral que les permita acceder a puestos de trabajo de mayor categoría y mejor retribución.
Los que completaron la educación superior y lograron diplomarse en la universidad encuentran dificultades para poder emplearse, debido a los bajos niveles de competencia adquiridos. Al menos una cuarta parte se encuentran desempleados, otros tienen que librar el sustento en actividades ajenas a su profesión.
En tanto un 39.8 por ciento de los varones se ven obligados a desertar de las aulas escolares impelidos por las necesidades económicas, una cantidad similar de mujeres abandona los estudios debido a una temprana unión conyugal, en muchos casos informal, o por embarazos prematuros.
La situación descrita determina en gran medida el comportamiento social de los jóvenes. Hogares disfuncionales y fragmentados, cuadros de violencia intrafamiliar, ausencia de enseñanza en valores sumado a la carencia de conocimientos y habilidades laborales y la falta de oportunidades de trabajo y progreso personal para satisfacer los desbordados apetitos consumistas, conduce a muchos por los caminos de la delincuencia. La incorporación a bandas barriales, la comisión de robo y atracos, el micro-tráfico y la venta de drogas se tornan cada vez más frecuentes.
Al final del túnel a muchos les espera la prisión y a otros, la muerte violenta y prematura. Durante el 2016, período en que se centró el estudio, 422 jóvenes perdieron la vida víctima de homicidios, lo que representó el 44.3 del total de homicidios registrado. De entonces a la fecha es más que probable que esas cifras hayan aumentado en vez de disminuir.
Como conclusión de la grave situación que ofrece este revelador estudio, EDUCA propone un plan de mejora. Queda por ver si dentro del torbellino político en que estamos envueltos y que parece focalizar la atención y el interés de la gran mayoría, estamos en capacidad de evaluar la dimensión del problema, los riesgos que entraña y las funestas consecuencias a que conduciría si no lo enfrentamos con la urgencia, seriedad e importancia que requiere.