«Creer en los jóvenes no es ver en los jóvenes a la parte del pueblo simplemente entusiasta, no es ver en los jóvenes a aquella parte del pueblo entusiasta pero irreflexiva, llena de energía pero incapaz, sin experiencia. Creer en los jóvenes no es ver a los jóvenes simplemente con ese desdén con que muchas veces las personas adultas miran a la juventud. Creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la Patria, fe en la Patria! ¡Amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas!». (Fidel Castro: Discurso pronunciado en la clausura del congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, 4 de abril de 1962)
Somos críticos severos de la juventud sin horizonte, en donde prevalece un estilo de vida light y sin sentido, arrastrado por las modas de todas las especies, seducida por la incapacidad de análisis y pensamiento propio, y una clara y total dependencia de youtuber e influencer, capaz de replicar hasta las estupideces más ilógicas con tal de alcanzar la aprobación social y la aceptación de los grupos de referencias en donde interactúan; desarraigada y sin identidad con los valores de la cultura y de la patria; más conectada con las redes sociales y la manera superficial que estas exhiben, que con los problemas de su barrio su comunidad para lograr el bienestar colectivo. Juventud, viene a significar lo mismo que alienación (alienus= pertenecer a otro) generalizada sin parangón, que da protagonismo a los instantes y al presente, sin cabida al futuro.
Uno se entristece con ese panorama devastador. Sin embargo, eso no es fortuito. Ese comportamiento de la juventud nuestra y la manera cómo reacciona en la sociedad es algo inducido. Es un comportamiento condicionado, y me llega a la mente los razonamientos de Iván Petróvich Pavlov, el primer Premio Nobel ruso, uno de los grandes pioneros de la psicología básica del aprendizaje, sobre la creación de hábitos.
Revisando estadísticas de estudios y reportes de la prensa nacional, uno corrobora que la juventud de la República Dominicana está intencionalmente abandonada y empujada a vivir arrinconada en una alienación atroz, como parte del desorden aparente que tiene un orden en la dinámica de quienes controlan las jugadas, con el fin de seguir beneficiando a quienes exhiben poder, confort y riqueza.
Los políticos se han encargado de mostrar slogans en sus campañas políticas, utilizando a la juventud como borregos de sus movies. Los montan también, y a otros de igual forma, usan como manadas de ovejas que trasquilan y llevan al matadero, sin gritar. Y la historia se repite una y otra vez, sin que nadie detenga esa trama, porque ellos representan la visa al poder del Estado, con un 37.7% de la población votante del país.
Un país lleno de jóvenes talentos por doquier, que emergen de los sectores más empobrecidos. Muchos expresan que nacieron en el país equivocado porque no tienen oportunidad de estudiar becados fuera del país, porque eso, para nuestra poca vergüenza, es un privilegio de los hijos de funcionarios, diplomáticos y popis. Si estudian en nuestro medio a base de insomnios y toda índole de carencias no tiene lugar en el espacio laboral, ni estímulos. Si terminan de estudiar, tienen que ejercer el oficio de buscavidas en cualquier escenario, para no morirse de hambre.
Esta incertidumbre aumenta el número de la población joven de la República Dominicana conocida como los “NINIS” (ni estudian ni trabajan) y que hace rato sobrepasó el 29%. No obstante, los puestos laborales formales para la población entre 20 y 29 años con la pandemia se perdieron el 54% según SIRLA. Y qué decir de la educación universitaria, en donde el mismo ministro de Educación Superior, Ciencias y Tecnología, Franklin García Fermín, citó la cifra de unos 80,000 estudiantes universitarios desertados, como resultado directo del desempleo generado por la pandemia de la COVID-19.
Existe una decepción de la población joven. No ve futuro en estudiar, mientras observa profesionales conchando y vendiendo chimichurri, políticos enriquecidos en el Estado, empresarios usando el Estado para sus beneficios, narcos pagando peajes y dándose el lujo, ni hablar de artistas urbanos, influencer y chapiadoras amasando fortunas grabando y hablando disparates en los medios, sin necesidad de estudiar. Creo, aún es demasiada íntegra y buena nuestra juventud dominicana, viendo día tras día el mal ejemplo que recibe del enriquecimiento ilícito y el mal manejo de lo público y lo privado, y el abandono de las políticas públicas del desarrollo juvenil. Suerte tenemos que con todas las facilidades y las tecnologías para el crimen que existen, no se han conformado en carteles de las drogas, comandos de sicarios y secuestradores, traficantes de personas y atracadores, bandas armadas en comunidades y barrios, creación de caos generalizado como resultados de marginación. Seguimos jugando con candela, olvidando que ellos tienen la mecha y la caja de fósforos en sus manos.
Me pregunto: Qué hace el Ministerio de la Juventud? Existe alguna justificación para que exista? No debiera desaparecer por ineficiente?
En conclusión, la situación de la juventud nos señala que todo lo que hemos hecho hasta ahora es “arar en el mar”, como decía Bolívar. Hemos fracasado como sociedad. Porque si aquellos que han de asumir el destino de nuestra realidad no tienen ni la capacidad, ni las herramientas ni el enfoque ni las circunstancias a su favor para hacerlo, fallarán, y llenándonos de maldiciones llorarán ante el muro de nuestras lamentaciones, y «Si los jóvenes fallan, todo fallará… Creo en ustedes» (Fidel Castro, respuesta al Mensaje de la Juventud Comunista, 23 de junio de 2007).