“No hay libros morales o inmorales,
sino únicamente libros bien o mal escritos”.
Oscar Wilde
La escritora nortemericana Carmen María Machado dijo en su tweet del sábado que sufrió abuso verbal por parte del escritor domínico-americano y premio Pulitzer Junot Díaz y catalogó sus obras como misóginas. Por otro lado, la escritora norteamericana Zizi Clemmons acusó a Díaz de robarle un beso y mandarle varios emails que ella tiene como evidencia. Antes de ayer Clemmons en un evento de escritores en Australia le gritó a Diaz llamándole misógino entre otros epítetos lo que llevó a Diaz a suspender su presentaciones en el evento y lo acuso de usar la entrevista publicada en The New Yorker en el cual Diaz confiesa que fue violado cuando niño para encubrir su acoso.Y la también escritora Monica Byrne acusa a Junot Diaz de misógino. Al parecer, Díaz está bajo el ojo de la tormenta y en las redes sociales se comenta que existen otras mujeres a las cuales el autor ha acosado. En estos comentarios también se toman por hecho estas acusaciones y se usan las tribunas de las redes para despotricar la obra de Díaz. Ambos alegatos si resultaran ciertos son peligrosos porque atentan con la destrucción de Díaz no solo como persona/hombre sino también como escritor.
Estas acusaciones aparentemente están bajo la sombrilla del movimiento norteamericano de mujeres “Me Too” o “Yo También” en español el cual ha logrado denunciar el acoso sexual a las que son sometidas las mujeres en Hollywood y se ha extendido por todos los Estados Unidos. “Yo también” es un movimiento serio que se ocupa de bregar con asuntos serios. Por ejemplo, este movimiento ha logrado demostrar que varios empresarios y actores de Hollywood son culpables de acoso, violación sexual y pederastia, como son Woody Allen, Bill Cosby, Kevin Spacey entre otros.
Ahora vemos como este movimiento entra al terreno literario y se coloca como ojo de ciclón en el centro de Diaz.
Pero hay que tener cuidado porque una cosa es una violacion sexual, pederastia, o agarrar los órganos íntimos de una persona y otra cosa es condenar a un hombre por robar un beso, o como dice otra de las acusadoras por pegarle los cuernos. “Yo También” es un recurso que tenemos las mujeres para protegernos de una sociedad sexista, pero no es un movimiento de vindictivo que se convierta en un relajo para destruir al que no me cae bien. Las fundadoras y líderes norteamericanas deberían establecer pautas para que este movimiento no se desacredite.
Pero más aún, vemos que Estados Unidos es un pais de doble moral. El Presidente Trump ha sido exonerado de jactarse de agarrar a las mujeres por su parte íntima, ha sido acusado de acoso y violación sexual, de pegarle los cuernos a sus esposas y de pagarle a prostitutas para que guarden silencio.
Examinemos cada una de estas acusaciones.
Veamos la acusación de Carmen Machado.
Ella alega que estaba en una conferencia impartida por Díaz y en el momento de las preguntas y respuestas ella preguntó por qué sus personajes en la colección de cuentos “Así es que la pierdes” sostenían relaciones patológicas con la mujeres. A lo cual Díaz respondió a Machado que ella era una inmadura en términos de conducta sexual y que no sabía como leer o dibujar conclusiones razonables del texto. La escritora agregó que fue sometida a 20 minutos de hostigamiento por parte de Díaz que la confrontaba como él confronta a sus estudiantes usualmente. Machado argumenta que ella fue a otra presentación de Díaz esa misma noche y el escritor volvió a mencionar el asunto de nuevo. En su largo tweet Machado concluyó que los libros de Díaz son una basura, misóginos al igual que él, y que este era un bully. Estos comentarios traslucen que Machado está mezclando el talento del escritor y la moralidad de sus escritos con la personalidad excéntrica de Díaz.
Toda la producción literaria de Díaz, desde su primer libro de cuentos “Negocios”, su novela “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao”, hasta su última colección de cuentos “Así es que la pierdes”, presenta a personajes que desde la niñez confrontan pobreza, acoso sexual, violaciones, violencia, terror de estado y una lucha constante de los hombres con sus masculinidades. Así mismo las mujeres revelan las marcas de la violencia política, el engaño de los hombres y sus luchas en la diáspora. Ambos, hombres y mujeres en la obra de Diaz sufren la destrucción de los valores raciales por parte de una élite que niega la negritud.
Ahora me pregunto si Díaz promueve la misoginia en sus escritos.
En la narrativa de Díaz hay una profunda crítica oculta que solo el lector que puede leer y sacar conclusiones razonables lo puede entender. Las conductas misóginas de sus personajes no son como dice Anton Chejov —que en su narrativa él habla de ladrones de caballos, pero no explica que robar es malo—. Díaz, por el contrario, nos presenta hombres perversos, pero al mismo tiempo nos introduce a sus desencantos, fracasos y episodios depresivos. Por ejemplo la lucha de Yunior, uno de los personajes recurrentes en su obra, un niño que ve violencia en contra de su madre no solo por parte del padre sino también la violencia que se dibuja en su piel como resultado de una bomba durante la gesta de abril. La madre sola que cría a sus hijos, las constantes infidelidades del papá, la pobreza del país, el acoso sexual a niños, la experimentación homosexual, las enfermedades, la pobreza en su vida en los Estados Unidos y su actitud de mujeriego. Pero Yunior nunca es feliz, no es un hombre de triunfos ni se jacta de sus múltiples relaciones con diferentes mujeres; al contrario, hay cierta incomodidad emocional que lo acompaña durante el transcurso de su vida.
Entonces, Díaz sí habla de ladrones de caballos, pero presenta la inutilidad existencial del mujeriego. Ojalá cada uno de los hombres dominicanos de aquí y de la diáspora pudiera confrontar su masculinidad de la forma en que Yunior lo hace.
El puritanismo norteamericano expresado ahora en un falso feminismo incapaz de leer un texto y sacar conclusiones razonables, y además vengativo y miope, amenaza con enterrar al escritor moralizando el arte y la literatura.
Imaginémonos que estos grupos puritanos, representados por la iglesia, la miopía social o las falsas feministas, hubieran impedido el arte sobre la base moral. Hoy no tuviéramos el erotismo del Marqués de Sade, de Marguerite Duras, de Anaïs Nin o de Yasunari Kawata. La irreverencia de Carmen Imbert Brugal, las relaciones incestuosas de Gabriel García Márquez, el lesbianismo oculto de María Teresa de la Cruz o hasta los amoríos entre la Sulamita y el rey en el libro bíblico del Cantar de los cantares.
Los analistas literarios colocan a Díaz en la cima. Su obra abre nuevas perspectivas en la narrativa con sus extensas notas al pie y su mezcla con la cultura gótica. Los dominicanos de la isla y la diáspora aceptan que nadie ha dibujado la República Dominicana como lo ha hecho Díaz. La siquis del dominicano subyugado por las caras invisibles, las cicatrices y la violencia del cañaveral, el cáncer de la diáspora son temas latentes representados en el mundo de Oscar, Yunior, Ipatia y otros personajes que conforman el legado literario de Díaz.
En todo este revulú de acusaciones, y hasta ahora solo el alegado beso forzado es meritorio de investigacion y Junot Díaz el hombre tendrá que demostrar su inocencia. Solo un tribunal norteamericano tiene el poder de evaluar las evidencias y hallar indicios de culpabilidad.