Dos diputados de izquierda, Fidelio Despradel y Fidel Santana, han propuesto a la cámara un juicio político al presidente Danilo Medina, que sería lo mismo que su destitución sumaria. La propuesta es perturbadora aun cuando tal posibilidad sea improbable. Ya en otra oportunidad un grupo de ciudadanos, en los que figuraban intelectuales y periodistas, lo había solicitado añadiendo al pedido la celebración de elecciones anticipadas, generando reacciones contrarias de amplios círculos de la sociedad, incluso dentro de la propia oposición, conscientes de que tal pretensión podía conducir a una situación de enfrentamiento, caos y vacío político cargado de incertidumbre.
El hecho de creer que una eventual destitución por el Congreso del presidente de la República pueda mejorar la situación por la que se le derroca, es de una ingenuidad imperdonable, porque la Constitución prevé muy bien lo que sucedería en el caso hipotético de que una aventura como esa se materialice. Pura y simplemente, asumiría la presidencia la vicepresidente actual, que en un plazo fatal de 30 días debería convocar a la Asamblea Nacional para llenar la vacante de la vicepresidencia. Si no lo hiciera, el Congreso tendría entonces la facultad constitucional para llenar el vacío. ¿Con el partido en el poder teniendo la mayoría de ambas cámaras a quién se escogería para ese cargo? Obviamente que a su otro líder, el expresidente Leonel Fernández, esposo de la presidenta y quien ya ha ejercido por tres periodos la presidencia.
En ese imaginario escenario se impondría la jerarquía partidaria y con toda seguridad se obligaría renunciar a la presidente para que de este modo el señor Fernández regresara al poder, con la posibilidad de dos periodos adicionales, más los dos años del actual mandato. Algo parecido sucedió en Argentina al regreso de Perón. ¿Será eso lo que se quiere?