La «bolita» es una especie de lotería clandestina que opera desde hace muchos años dentro de Cuba. A pesar de que las leyes del país prohíben los juegos de azar, determinados sectores de la población, con frecuencia, intervienen en ese tipo de apuestas.
Nadie escapa al embrujo de sacar uno o varios pesos, quién sabe cuántos, de maltrechas alcancías y tirarlos por la borda, en busca de entretenimiento o detrás de un posible premio.
No extraña que la «bolita» sea el tema principal de cientos de conversaciones sostenidas por sujetos de distintas clases sociales. Médicos, zapateros, periodistas, albañiles, ingenieros, taxistas…, todos hablan el mismo idioma, codificado según las circunstancias, donde los números pierden su significado real y se convierten de un tirón en animales y cosas. Uno: caballo. Dos: mariposa. Tres: niño o marinero. Cuatro: gato. Y así, sucesivamente, hasta el cien.
Para muchos este juego constituye el pasatiempo nacional de Cuba, por encima de la pelota. Puede llover, tronar y relampaguear, y nunca se suspende. Ni ciclones o sequías o actos políticos detienen las acciones. Se trabaja el año entero y de igual manera.
Pocos negocios en la Isla poseen semejante disciplina y organización. Los listeros, encargados de apuntar las apuestas, se distribuyen por áreas y recaudan a gran velocidad hasta el momento del cierre, acordado por el banco. El banco, cuyos miembros permanecen en el anonimato, envía mensajeros a recoger el dinero recolectado durante el día y hace cuentas. En ciertos lugares se juega más de una vez en 24 horas, pero el «número de la noche» resulta el que atrae a mayor cantidad de personas. Hay quienes esperan ansiosos ese instante mágico en el cual, por intermedio de alguna radioemisora extranjera, anuncian el número premiado. El ganador de la gente, porque los verdaderos vencedores son los que componen el banco, explota de júbilo y se siente un ser humano especial. Cualquiera puede llegar a la gloria, es cuestión de suerte.
Aquellos que participan de forma asidua en la «bolita» saben de las escasas posibilidades de conseguir el éxito. De cien opciones, solo triunfa una. Pero la ilusión de llevarse el sorteo sobrepasa al hecho prudente de mantener las manos metidas en los bolsillos. En definitiva, ¿para qué sirve un peso hoy en Cuba?
Las arcas de los bancos que dan estructura al juego de la bolita reciben enormes sumas de dinero cada jornada. Y, contradictoriamente, es casi imposible que existan manifestaciones de corrupción entre los integrantes de una empresa tan rentable y eficaz. Al final, todos agarran su buena y sustanciosa tajada. Y así transcurren los días, las semanas, los meses, los años…
A pesar del tiempo y de las prohibiciones, ese «entretenimiento con beneficios» ha sobrevivido. En parte, porque el dinero fácil siempre seduce y si se le suma cierta tolerancia oficial, aún más. Tal parece que fuera una enfermedad incurable, alojada de modo permanente en varios órganos de la sociedad cubana.
Tras el triunfo revolucionario de 1959, el nuevo gobierno eliminó las casas de apuestas y las actividades relacionadas con la Lotería Nacional. Sin embargo, el juego por dinero se sobrepuso a la persecución inicial y pasó de inmediato al clandestinaje. Y así hasta el sol de hoy.
¿Soluciones? O las autoridades aplican las leyes a cabalidad y ponen las cosas en su lugar (campañas educativas de por medio) o, de lo contrario, legalizan de una vez lo que en estos momentos funciona como lotería. Puede que el erario público engorde, por concepto de impuestos, y todos tranquilos y felices…. ¡A jugar se ha dicho! Solo queda aplaudir y que regrese la estafa. Amén.