Inés Ortega, una lectora que comentó mi entrega anterior, dice: “Amo a Tyrion! El es el único Lannister que tiene una conciencia moral, a pesar de lo borrachón y mujeriego. Es inteligente y culto, además, valiente, generoso, en una palabra, es una buena persona. Tyrion, sin madre, discapacitado, hijo de un hombre malo que no se ocupaba de sus hijos, es el perfecto ejemplo de un niño resiliente, una joya a la que el lodazal no pudo dañar. Cersei y Kingslayer, en la adolescente soledad de sus vidas sin dirección, cayeron en el incesto. Ahora se ha descubierto que la peor época de juego de tronos en Europa fue durante el Renacimiento, aunque antes siempre lo hubo, también, igual que ahora. En el Renacimiento vivieron Catalina de Medicis, en Francia, César Borgia y su depravada familia, en Italia, los York y los Lancaster, los Tudor, en Inglaterra, etc. Game of Thrones pinta la vida de siempre de la política, minutos más o minutos menos.”
No sé si decir tajantemente que estoy de acuerdo con la historia de “Juego de Tronos” o entrar en disquisiciones ajenas a mi propósito. Me quedo con la segunda opción, amiga Inés. Aunque con cierto dejo de tentación de hablar de los dimes y diretes de los personajes “embriagados” con el poder. Tú recoges el guante cuando señalas en la frase que la serie “pinta la vida de la política minuto a minuto” y es así porque la política es el “ejercicio de las pasiones” al extremo de la irracionalidad.
Mi pretensión es hacer el paralelo con el tiempo presente de Dominicana, mutatis mutandi, ya que parece ser que el principal valor a destacar es la lealtad al “escudo de armas” de las casas reales, que en el patio se reduce a las siglas de los partidos y a las figuras de los líderes. Resulta ser una irracionalidad que basemos la acción política en destruir la “casa ajena” en menoscabo de razones más trascendentes: justicia, bienestar, felicidad.
Quizás, en mi humilde opinión, el ejemplo de un comportamiento basado en valores superiores lo representa la Khalessi, una Targerian, que quiere eliminar la esclavitud. Ella se encuentra en esta cruzada con el odio mutuo de los antiguos amos y de los antiguos esclavos, haciendo inútil su objetivo. La realidad de la “superficialidad” de los juegos de poder.
Los bastardos tienen un papel importante en este drama del absurdo, ya que en la estricta moral de los tiempos antiguos, el linaje era la fuente del poder, la demostración de ese poder recaía en ellos: la guerra la hacían ellos o se exiliaban a la “Guardia Nocturna” (un reflejo de las actuales “Legiones Extranjeras” o voluntarios del Estado Islámico), como es el caso de John Snow.
Pero, mi interés sigue siendo hablar de la “parte atrás” de Juego de Tronos. Tanto aquí como allá, la lealtad es “escurridiza”, depende del cálculo de beneficios. Por ello, los bastardos son los actuales advenedizos, que crean las mayorías eventuales: hoy es con Mengano, ayer fue con Zutano. Por ello, no nos dejemos llevar por la simpleza de que las masas nos pertenecen: aquí o en los siete reinos.
Por último, tu frase “Pero la serie de películas Hunger Games es absolutamente contemporánea. Esa pinta perfectamente la vida a la cual el Consenso de Washington llevó a la humanidad del planeta Tierra: cada uno para sí, sin contemplaciones, no se toman prisioneros.”, me lleva a Moisi, el autor del que partí en mi entrega anterior, que habla de porqué son necesarias estas series: nos retratan de cuerpo entero. Recomiendo “Juegos de Hambre” también. Pero no perdamos el hilo de la historieta de nuestros días, de los “juegos de poder” entre los dominicanos.
Dejo para otro momento, amiga Inés, el tema del Renacimiento, porque entraríamos en la racionalidad de la modernidad que significó dicha etapa en la Europa post-medieval.