Creo que en Dominicana, “Juego de Tronos” –esa serie que ha producido una fiebre de adicción- no ha llamado la atención en su quinta temporada. Sin embargo, estamos viviendo nuestra versión criolla del “teatro del absurdo” de la serie televisiva.
Los titulares de la prensa me dan la razón: la “familia Lanister le gana el pulso a la familia Stark”, podrían cambiarse por Danilo o Leonel.
En El País, el diario gemelo de El Caribe, Dominique Moisi, nos habla en “Por qué necesitamos «Juego de Tronos»”.
«Los programas de televisión populares de hoy se han convertido en el equivalente de los folletines que comenzaron a aparecer en los periódicos en el siglo XIX. Series como Juego de Tronos y Downton Abbey, al igual que Balzac y Dickens antes que ellas, sirven como fuente de entretenimiento y alimento para el debate. En este sentido, los guiones de nuestra televisión se han transformado en herramientas esenciales de análisis social y político. Esas herramientas se pueden utilizar para entender, por ejemplo, la diferencia entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente de EE UU, Barack Obama. Netanyahu sigue atascado en la tercera temporada de Homeland —es decir, obsesionado con Irán—, mientras que Obama, al haber comenzado a incluir la renovada amenaza rusa en su cálculo estratégico, ya anda por la tercera temporada de House of Cards.» Palabras del articulista.
En la versión Dominicana, volvemos a repetir el libreto de la reelección, ensayado por el entonces Presidente Horacio Vázquez, en 1930. Vuelto a ensayar con el entonces Presidente Hipólito Mejía en el 2004. Todo alrededor del argumento constitucional de cuál es la mejor regla de sucesión en el ejercicio del “poder del trono”, el solio presidencial.
Me he encontrado con mucha perplejidad frente a la noticia de la búsqueda de cambiar el mandato constitucional de la no reelección. Pero, Moisi tiene la respuesta adecuada: «La posibilidad de hacer este tipo de comparaciones se basa en lo que muchas veces hace popular a una serie de televisión: su capacidad para mostrarle un espejo a una sociedad —para que refleje sus ansiedades y anhelos— y crear una ventana a través de la cual los de afuera puedan pispar.» (Pispar: Intuir, sospechar algo que no es evidente, según la Real Academia Española)
La quinta temporada de “Juego de Tronos” se inicia -como comentaba con mi hijo Miguel Sulion- con un hecho insólito: presagia la sociedad del más odiado de la serie, Tyrion -el enano cínico- y la más admirada, la Khalessi –la madre de dragones. Algo que vemos en la versión dominicana. (Usted señale quién es quién en el reparto de la versión criolla). Moisi define la serie televisiva con la siguiente larga cita:
«El programa más debatido de nuestros tiempos es, sin lugar a dudas, Juego de tronos, una fantasía épica medieval basada (cada vez más libremente) en el libro de George R. R. Martin Canción de hielo y fuego. La serie no solo se hizo célebre por su presupuesto gigantesco o su guion intrincado, sino también por su coreografía sostenida de violencia brutal. Los estudiantes de Política Internacional, especialmente en Canadá y EE UU, se preguntan si al acentuar la brutalidad en su estado puro no fomenta una visión “realista” del mundo. ¿Acaso el salvajismo que se muestra en Juego de tronos —con sus abundantes decapitaciones, violaciones y torturas sexuales— ha ayudado a alentar las tácticas de, digamos, Boko Haram y el Estado Islámico? ¿O la serie —en la que la violencia muchas veces engendra más violencia, pero no necesariamente les da a los personajes lo que quieren— en realidad podría estar resaltando los límites de la fuerza?»
«En un nivel más sofisticado, el universo del programa —una combinación de mitología antigua y Edad Media— parece captar la mezcla de fascinación y miedo que hoy siente mucha gente. Es un mundo fantástico, impredecible y devastadoramente doloroso; un mundo tan complejo que hasta los espectadores más fieles del programa muchas veces se sienten confundidos. En este sentido, es muy parecido al mundo en el que vivimos.»
«Si bien Occidente no ejerce un monopolio sobre la producción de series, sin duda domina el terreno y la visión del mundo que reflejan. Teniendo esto en cuenta, uno podría preguntarse si los líderes chinos o rusos están haciéndose tiempo en sus agendas ocupadas para mirar series como House of Cards o Juego de tronos y llegar a entender la mentalidad de sus rivales. Asesores gubernamentales destacados, al menos, parecen reconocer el valor de sintonizar estos programas. Un amigo chino recientemente me dijo que House of Cards era muy popular entre la élite política de China. Se regodean al ver que la política es tan despiadada en EE UU como lo es en su propio país.» Igualmente, en Dominicana.
Para el artículo de Moisi, profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París, asesor sénior del Instituto Francés para Asuntos Internacionales (IFRI) y profesor visitante en el King’s College de Londres, en el siguiente enlace: http://elpais.com/elpais/2015/04/21/opinion/1429642625_615105.html