Juan Pablo nació el 26 de enero de 1813 en la ciudad de Santo Domingo, hijo de Juan José Duarte, español y Manuela Díez, natural del Seybo. Fue el cuarto de doce hermanos. Su niñez y adolescencia transcurrieron entre el puerto y las plazas de Santo Domingo colonial. Era un joven como cualquier otro de su época. Tenía la piel rosada y pálida, cabellera rubia y serenos ojos azules[1]; gustaba de escribir poesía, sabía tocar la guitarra, el piano y la flauta.
Para 1823 el gobierno haitiano había decretado que todos los jóvenes a partir de los 15 años debían presentarse para el servicio militar, provocando a su vez el cierre de la Universidad de Santo Domingo. A la ausencia de otros medios de educación que no fueran los impartidos en francés, el idioma oficial del gobierno haitiano, en las escuelas públicas; muchos jóvenes se vieron en la necesidad de viajar a otros países como Puerto Rico, Cuba y Venezuela. En el caso de nuestro protagonista Juan Pablo Duarte, sale hacia a Europa, pasando por el Puerto de Providence, Rhode Island en Estados Unidos en 1829, teniendo 16 años de edad. Una vez en Europa: Inglaterra, Francia y finalmente España, fueron lugares donde pudo adquirir cultura y educación convenientes[2]. En aquel entonces Europa significaba una referencia inmensurable para la cultura y el conocimiento; para este que era el Nuevo Mundo, Europa era todavía la cuna de todo lo conocido y por conocer, fuente de inspiración en todos los ámbitos de la vida urbana, el progreso y los derechos humanos.
Había fungido también para el joven Juan Pablo como la base de sus ideales políticos. A su llegada a la isla en 1831, con seguridad decía que lo que más le había impresionado era, dicho en sus propias palabras “los fueros y libertades de Cataluña, los cuales algún día daré a mi país”. Contaba con la edad de 18 años, y ya estaba decidido a la construcción de una República libre. Andaba por ahí con sus amigos, pero estaba notablemente inmerso en su cabeza, armando todo el proyecto de la separación haitiana, mostrando claras distracciones, de las que según su amigo José María Serra, se reponía con sonrisa de satisfacción. Jóvenes al fin, debían creerlo enamorado.
Llegado el día de profesar su amor, recurrió a Serra, seis años menor, su amigo y cómplice de pasquines. A quien se sumó una vez que lo encontró escribiendo notas conspiratorias contra el gobierno haitiano bajo el seudónimo “El Dominicano Español”. Con el pecho erguido, los ojos irradiando exaltación, y su poblado y oscuro bigote desnudándole la sonrisa, contagió a Serra del proyecto de la Independencia. Igualmente lo hizo con sus otros siete amigos, a los que igualmente persuadió de que no era posible la fusión entre haitianos y dominicanos, que al igual que España, Francia y la misma República de Haití, los dominicanos también debían de constituirse en una república libre e independiente de dominación extranjera.
A los 25 años, ya tenía concebida la Sociedad Secreta la Trinitaria formada por ellos nueve, todos entre 18 y 27 años de edad, es decir, unos muchachos. Juan Pablo lo tenía todo calculado, nombres secretos, un alfabeto cristológico u oculto para comunicarse entre ellos y toques de comunicación. Redactó y copió el Juramento Trinitario, una copia para cada miembro, en el cual todos juraron “cooperar con su vida y bienes, habidos y por haber” a la separación definitiva del gobierno haitiano. Más tarde se añadieron sus también amigos, Francisco Sánchez y Ramón Mella.
En su momento Juan Pablo logró convencerlos de unirse al Ejército Haitiano, sabiendo que era la única forma que tendrían de aprender a combatir, pues sería necesario y no bastaba con las clases de esgrima que recibían en el patio de los Duarte; donde también tuvo oportunidad de enseñarles matemáticas, geografía, idiomas e historia.
Para el día de la Independencia Juan Pablo había tenido que salir del país en contra de su voluntad, pero convencido por sus amigos y familiares de la importancia de su vida para el proyecto de la República, pues ya el gobierno Haitiano los perseguía sospechoso de la conspiración.
Con tan solo 30 años de edad, algunos con menos, estos jóvenes habían logrado la salida del gobierno invasor haitiano. Solo Juan Pablo había logrado diseñar la República desde sus colores, hasta el escudo y la bandera. Y regresó diciendo a sus amigos: -Un día, viendo gemir a mi patria bajo el yugo de un pueblo invasor, concebí el pensamiento de quebrantar sus hierros, y les pedí su cooperación; la prestaston, y hoy la Patria es libre: benditos sean todos los que han realizado transformación tan gloriosa. Ahora todos debemos propender a hacer que esta libertad sea fecunda en bienes. ¿Haremos feliz a nuestra Patria? ¡Ah! ¡Maldito sea todo aquel que ahora ni nunca ocasione su desgracia!-
Comparto la historia de los muchachos de la trinitaria, principalmente la de Juan Pablado Duarte, como un llamado a la reflexión. ¿Qué estamos haciendo los jóvenes de hoy por nuestro país, por nuestra patria? ¿Cómo nos está guiando la sociedad hoy? ¿Estamos orientados a prepararnos para servir o para ser servidos, para crear entre todos una patria próspera o para prosperar nuestros bolsillos? ¿Nos estamos educando para provocar los cambios o para sobrevivir al cambio? ¿Vamos a seguir permitiendo que nos llamen y traten como simples “muchachos” cuando Juan Pablo y los demás trinitarios tenían nuestra edad al fundar y luchar por la República? ¿Vamos a tolerar que sigan menospreciando nuestros talentos con tal de absorber para ellos el poder y los recursos de nuestra patria, que sobrevaloren la experiencia al conocimiento, que nos oculten la historia en las escuelas y los libros, que nos hagan creer que los próceres solo son mayores de 40?
Es hora de despertar, de prepararnos, de involucrarnos, de difundir nuestra historia, nuestra identidad. De usar nuestros talentos: la oratoria, la escritura, la música, el canto, la danza, la programación, las estadísticas, el derecho, las ciencias, en contra de todos aquellos que coartan nuestras libertades, nuestros derechos y que construyamos la patria que Juan Pablo Duarte y los trinitarios querían para los dominicanos. Ya es hora jóvenes, de que nos dejen de llamar “muchachos”.
[1] Tomada de la descripción de Duarte en que hace José María Serra en: Serra, José María. (1887). Apuntes para la historia de los trinitarios, fundadores de la República Dominicana. Imprenta de García Hermanos.
[2] Notas de la publicación: Pérez Saviñon, José Joaquín. (2007). Resumen de la verdadera historia del General Juan Pablo Duarte. Instituto Duartiano: Santo Domingo.