Fue una prima noche de mayo de 1977 cuando conocí a Don Juan Isidro Moreno Espinal. Se había convertido en el arduo, firme y definitivo nudo gordiano que había que desenlazar para tener libre acceso en los jardines y galerías de la residencia familiar, a su bellísima hija Marianita Moreno. Se veía infranqueable, pues además de estar siempre visible y absorto en una acuciosa lectura en su acogedor lugar de siempre, mi padre me había aconsejado muy bien sobre la seriedad del objetivo. Su rectitud, integridad y prudencia eran virtudes que en el devenir de los años pude valorar, como apenas algunas de las tantas cualidades humanas que le distinguían.

Don Mumo, como finalmente aprendí a llamarlo ya no está entre nosotros, se ha ido pero vivirá eternamente en sus versos, poemas y estilos de conducta. En la residencia de la avenida Imbert 66, contigua al Gurabito Country Club, donde finalmente me casé con su hija, compartí como un miembro más de esta honorable, prestante y poética familia. Una morada de verdes y atractivos jardines, propicios para comentar a Becquer, Rubén Darío, Pablo Neruda, García Márquez, Vargas Llosa, Martha Hacknecker, Fidel Castro y Karl Marx. Análisis políticos, sociales y culturales que él como cristiano militante, escuchaba atento pero lo condujeron a pronunciar su famosa frase satírica: “explotar es el verbo que más se conjuga en esta casa”.

Juan Isidro es de las pocas almas puras que se aprecian mucho antes de percatarse de la piel de una persona; diríamos era una esencia espiritual ambulante. Tenía esa auténtica e insuperable habilidad intelectual que no he vuelto a distinguir en nadie, de leer cartas, periódicos, novelas y cualquier escrito que se pusiera delante de sus ojos con un nivel de detalle y supremacía que le permitía ver detrás de cada oración, no sólo la significación, sintaxis y ortografía, si no la logicidad del texto en el contenido de una obra. Por eso 30 años más tarde, cuando me correspondió sugerir un corrector de estilo para el Plan Estratégico Santiago 2020, no dudé ni un segundo y lo convencí para que me ayudara en esa titánica labor de 511 páginas de teoría líquida avanzada.

Conocí primero en el Colegio de la Salle a su hijo mayor Guillermo, pues sus poemas habían arrasado con los premios del concurso literario estudiantil de la Semana Cultural Lasallista, luego además de Mariana a quien toda la familia le decía “Mercedín”, pero que nosotros los estudiantes de la PUCMM, llamamos Mariana y que mis amores eternos transformaron en “Mechy”, me hermané con todos los demás hijos de Mumo y Merceditas: Rosín, Josefina, Barbarita, Teresa y Ángel Pastor.

En los años 50, Juan Isidro laboró primero en las empresas Bermúdez; posteriormente fue secretario de la gobernación en Santiago Rodríguez y luego casi por 30 años corridos, Secretario del Concejo de Regidores del Ayuntamiento de Santiago. Siendo biznieto del presidente de la República Juan Isidro Jimenes Pereyra; hijo mayor del poeta y padre del Postumismo, Domingo Moreno Jimenes y primo del doctor, sociólogo y político antitrujillista Juan Isidro Jimenes Grullón; por su eficiencia, responsabilidad y seriedad tuvo la capacidad de hacer una carrera administrativa que debía ser un modelo replicable en la administración pública de la República Dominicana.

Desde que lo conocí dedicaba mucho tiempo a la escritura, siendo un enigma familiar los textos, poemas y pasajes que el descendiente directo del gran poeta nacional escribía inspirado, hasta que Aura Celeste Fernández, su hija política, esposa de Guillermo, con esa altísima capacidad de decisión y estrategia que le caracteriza, hizo las exitosas gestiones de lograr lo inesperado, insólito e inaudito, convencer a Don Mumo para que le entregara su obra manuscrita para realizar la exitosa edición del libro Vida y Poesía, donde se encuentran más de 115 obras literarias repletas de autenticidad y sensibilidad humana.

Un libro prologado por Jeannette Miller y León David, que a criterio de ambos la obra de Juan Isidro Moreno Espinal, “tiene sabor de agua fresca, huele a monte y tierra mojada por la lluvia, se impregna de titilar de estrellas y nostalgias de luna”. Es una poesía tejida de acertada gramática; él habla cuando por dentro nos retoza un niño y sus palabras nacen de la fuente del misterio callado de la roca. Don Mumo vivirá jugueteando en sus versos y será eterno en cada giro del amor y romance en sus poesías y hechos.