Juan Hernández murió ayer, su pasó de 12 años por la Dirección General de Impuesto Internos DGII, deja una impronta que habrá que reconocer, aunque el edificio de la sede de la DGII no tenga su nombre. Hoy parece que en la DGII todo es nuevo, como si el legado de Juan no existiera, pero es difícil hacer escombros de una DGII organizada por funciones en vez estar estructurada por impuesto como estaba organizada la vieja Administración tributaria, con un esquema heredado en parte de la ocupación de 1916 y con la cultura de los tiempos de la dictadura, con la habitual propensión a no cambiar mucho las cosas que están en el peor de los equilibrios, por la seguridad y estabilidad  que ofrecen las viejas prácticas..

Hernández conocía bien el tema de los tributos y comprendía la cuestión de desarrollar políticas en la Administración tributaria, que tenían como fin cerrar brechas de incumplimiento, independientemente del tema de las recaudaciones como objetivo propio de la DGII.  Como Director General de esa entidad nunca estuvo guiado por el tema político y tenía la capacidad de reunir diferentes temperamentos en la medida que reconocía en cada uno de ellos sus capacidades en los asuntos tributarios. Supo asimilar los recursos que se desarrollaron en el Proyecto del Registro Único Contribuyente y Cuenta Corriente RUC/CC, con el financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo y desarrollado por el desaparecido programa tributario de la Organización de Estado Americanos.

Yo tuve la oportunidad del ver gran parte la trayectoria de Juan Hernández en el campo de los tributos y lo recuerdo desde hace más 30 años, cono Coordinador en los trabajos de establecer el impuesto a las transferencias de bienes industrializados y servicios (ITBIS), junto con Daniel Toribio y Rafael Nicolas, como profesor de los cursos sobre la aplicación del ITBIS en el Instituto de Capacitación Tributaria INCAT, institución a la que ingresé como parte de la División de Estudios Técnicos e inicie mi formación alrededor de los impuestos en el programa INCAT/BID/OEA. Juan Hernández no llegó a la Administración tributaria como si fuera para su entendimiento un campo desconocido, sabía lo que había que hacer y no fue aprender porque conocía muchos de los temas y los estudios relativos a la gestión de los tributos.

Juan desarrolló la DGII como órgano con independencia técnica y administrativa con capacidad para disponer por sí misma de la contratación de sus recursos humanos, considerando la capacidad de los individuos, por eso fue para mí una sorpresa que me llamara para trabajar con él, lo que pasó después concluir mis funciones de asesor en el Senado de la República. Juan me llamó para darme funciones como asesor de la DGII y luego como coordinador de los abogados que representando a la DGII actuaban en el Tribunal Contencioso Tributario y Administrativo y después en el Tribunal Superior Administrativo, creando la Coordinación de Abogados Externos. Recibí igual sorpresa cuando Miguel Cocco me solicitó que trabajara como asesor en la Dirección General de Aduanas (DGA), cuando estaban los procesos de cambios en la estructura tributaria y en los que yo había participado desde el Senado.

Trabajar con Juan me permitió conocer su calidad humana, su tolerancia y su capacidad para resolver conflictos entre seres humanos de temperamentos distintos, que concurren en el campo laboral. Por eso sé que mucha gente trabajó con él con total entrega al trabajo, como Germania Montas. Muchas personas tuvieron la oportunidad de desarrollarse en el campo de los tributos y pudieron actuar en el campo de lo desconocido porque se le dio la oportunidad. Todo eso lo conseguía Juan Hernández con una gran calidad como ser humano y una sonrisa, siempre con una sonrisa.