Juan Freddy Armando, nacido en la provincia dominicana de Hato Mayor en 1951, forma parte de esa oleada de poetas dominicanos que surgen a la vida literaria en la segunda mitad del decenio de los 70, momento histórico en el que hacen su aparición casi todos los autores pertenecientes a la Promoción Literaria 80.

Juan Freddy Armando.

Él no ha recogido aún sus poemas en un volumen, pero este hecho de ninguna manera ha impedido que su producción literaria haya sido conocida, valorada y premiada. Muchos escritores dominicanos con libros publicados a veces en un número considerable permanecen siendo más inéditos que Juan Freddy, autor de los poemarios Los perros del deseo, Lámpara roja, Frutos secos, Cien serpientes, Delirios y El porqué de los niños, entre otros. También es autor de la colección de cuentos Présteme su muerte, obra con la que obtuvo una Mención Honorífica en el concurso literario organizado, en 1985, por la Biblioteca Nacional de República Dominicana.

Juan Freddy formó parte, en 1983, del «Colectivo de Escritores y… Punto», al que, además, pertenecieron los poetas Denis Mota, René Rodríguez Soriano, Pedro Pablo Fernández, Aquiles Julián, Raúl Bartolomé, Tomás Castro, Miguel D. Mena y Wilfredo Rijo. Luego formó parte del «Colectivo de Escritores Dominicanos» (1884-1986), junto a los escritores Rafael García Romero, Reynaldo Disla, Carmen Sánchez, Franklin Gutiérrez y el citado autor de amor quemarropa.

Probablemente el 24 de enero de 1976 sea la fecha en que, por primera vez, Juan Freddy Armando publica una muestra de su poesía. En Artes y Letras, suplemento cultural del Listín Diario, aparecen sus poemas «Efectos del tiempo», «Lamento», «Soldado desconocido», «Definición del poeta», «Suspiro» y «Vigilia». Este último es un buen ejemplo de su destreza e ingenio para escribir poesía breve:

 

«Es mejor

que no duerma,

que esté en vigilia,

pues tal vez me acostumbre

demasiado a la ausencia

y me quede abrazado con la noche».

 

«El cargador piensa» y «La vida no suelta su hacha» son dos textos breves contenidos en el poemario Delirios, con el que Juan Freddy quedó finalista en el Concurso Nacional de Poesía auspiciado por Casa de Teatro en 1984, y cuyo jurado estuvo integrado por los reputados intelectuales Manuel Rueda, Jeannette Miller y Pedro Mir. Ambas piezas aparecen en la antología editada por esa prestigiosa entidad cultural en 1986.

En «La vida no suelta su hacha» él reflexiona sobre sí mismo frente a la vida, que es dura, fría… hacha; aunque también es ―la vida― sonrisa y espejo en el que podemos vernos desde adentro:

 

«Si sonrío frente al espejo

la vida me devuelve una sonrisa

si me enfado me complace

multiplicándome el enojo

si cierro los ojos

me regala una noche

y mientras tanto

va pudriéndome por dentro»

 

«Fuego frió» ―publicado el 18 de junio de 1977, también en Artes y Letras― es otro interesante texto de uno de los poetas más peculiares en su manera de ser: siempre conversador, exhibidor de una alegría contagiosa que nunca se aparta de él y admirador de Borges contra viento y marea. Ese poema lo patentiza como un poeta poseedor de un gran poder de síntesis, como un poeta singular:

 

«A no ser que poblaras

de nieve tu sonrisa

hubieras hecho arder

mi cuerpo con tus ojos».

 

Sería lamentable que la obra poética de tan talentoso bardo sea devorada por la ineditez eterna y luego condenada al olvido atroz, cuya odiosa presencia ha ensombrecido una buena parte de la literatura dominicana. La dispersa, no recogida en volumen, con el tiempo termina siendo considerada obra inédita y si ha sido difundida en espacios virtuales, también corre el riesgo de desaparecer en la vorágine de las redes sociales sobre las que nadie tiene control: los sitios desaparecen como por arte de magia.

Por lo dicho en el párrafo anterior es que, nueva vez, exhortamos al poeta Juan Freddy Armando Amparo a que se anime a editar tres volúmenes: uno con sus poemas, uno con sus textos narrativos y otro con una selección de sus artículos aparecidos en la prensa.

_______

*Hasta la primera frase del penúltimo párrafo es un fragmento de mi discurso de presentación de la antología literaria «Hábeas Corpus», editada por el poeta Tomás Castro en 1994. El acto de puesta en circulación de esa obra recoge textos de los integrantes del Círculo Dominicano de Escritores.