Si un territorio no tiene siquiera nombre propio, si busca una identidad, una mismidad, una realidad superior, y surge alguien con la suficiente capacidad, entereza, ética y verosimilitud para hacerlo viable y respirable, debemos, al final, injuriarlo, darle la espalda, excomulgarlo y deterrarlo como premio?
Debemos convertirlo en un paria, difamarlo, desconectarlo, crucuficarlo y alejarlo tanto como para que no se le sienta como un ejemplo, un arquetipo, un gran patriota, fundador de naciones?
Somos suficientemente mezquinos como para desconocer la épica de este visionarlo ejemplar que nos dio una patria, nos dio un camino, una trayectoria de vida para no ser olvidada con el paso de los siglos y negarle un lugar paradigmático en la historia nacional?
Ese hombre merece todos los honores que le dispensa este su porvenir tras la amargura del exilio, la ignorancia de sus enemigos, las traiciones a la patria, la negación de sus méritos
No es posible que seamos tan poca cosa como para estos desconocimientos.
No somos tan ciegos como para no ver estas realidades y comenzar a inventar héroes alternativos a una vida ejemplar que capaz de darlo todo para que tengamos una patria, una historia, un porvenir, una luz al final del túnel.
No somos un conjunto salvaje que hecha lo correcto a un lado para que sobreviva en su lugar el autoritarismo, que es una presencia real en nuestras vidas, para que la gente no se sienta representada por un ser de un espíritu enorme, generoso, honesto hasta la saciedad.
Ese hombre merece todos los honores que le dispensa este su porvenir tras la amargura del exilio, la ignorancia de sus enemigos, las traiciones a la patria, la negación de sus méritos.
A Duarte, ese Duarte injustamente tratado, se lo debemos todo y si surge cualquier otra cosa positiva, alta y meritoria, también se lo debemos.