¿Es el actual PLD un legado de Juan Bosch, como afirman Margarita Cedeño y José Ramón Peralta? La respuesta no es únicamente no, sino que el actual PLD es el antónimo de sus preocupaciones éticas. ¿Por qué Juan Bosch dedicó tantas horas de estudios y tantos análisis, para descifrar la particular naturaleza de clase de la pequeña burguesía? No es el caso de que este particular interés encerrase solamente las concepciones exageradas de un hombre excepcional, sino que en su pensamiento se traducía lo que habría de venir, se configuraba la angustia de la que no se puede escapar, si al final de cuentas, en el partido que él estaba construyendo justamente con pequeños burgueses, terminaba imponiéndose el señorío ideológico de este grupo caracterizado por la necesidad afanosa de ascenso social y riqueza, lo que ciertamente ha ocurrido. Un hombre como Juan Bosch, que no manejó el poder real sino en la brevísima circunstancia de los seis meses del año 1963, no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que sus ideas encarnen en las prácticas de sus seguidores; pero como la naturaleza de clase de la pequeña burguesía se mueve a partir de sus intereses, él alertaba en sus estudios sobre el peligro de estas veleidades. En cada uno de los escenarios de la historia en que esa pequeña burguesía se movía, se jugaba su propio destino, respondiendo a una naturaleza de clase para sí que ve el desarrollo social únicamente a partir de su propio beneficio.
Si algo queda claro en la abundante bibliografía boschista sobre la pequeña burguesía es que su papel ha sido desintegrador, y que sobre el bien común, consciente o inconscientemente, hace primar el interés particular. Es por eso que en su práctica política Juan Bosch incorporó una moral inspirada en la filosofía de Inmanuel Kant. En su libro “Trujillo, causas de una tiranía sin ejemplo” dio los ribetes de su conciencia moral, tomándolo de las consideraciones kantianas. Dice Juan Bosch: “La creación de la conciencia moral es el fin último de la evolución social. Lo que persigue el hombre es lo bueno. Lo bello, lo útil, lo justo, y lo verdadero están dirigidos al establecimiento de una sociedad en que la conciencia moral esté educada y evolucionada, que la bondad sea un principio naturalmente ejercido por todos los asociados”. Obviamente, esta inmanencia kantiana es totalmente opuesta a la moral de la pequeña burguesía que él describe, y que actualmente controla al PLD. La idea, sin embargo, permite explicarnos el por qué Juan Bosch aplicó en la formación de su partido el llamado camino hostosiano, que consiste en desarrollar una educación dirigida a llevar a la conciencia esos valores inmanentes. Pero todo se transformó en su contrario, el PLD es hoy su antítesis, y ningún joven que se respete debe militar en sus filas. Y dejo tres razones fundamentales para demostrarlo: 1) Juan Bosch habitó el breve espacio del poder que le tocó vivir como un servicio para el bien común. 2) El fundamento de su práctica política era la ética. Nunca amó el poder sin medidas, lo condicionó siempre a la libertad real de las conductas, a la magistratura de la consciencia. Su nombre jamás será vinculado a la corrupción y al amor desmedido al poder. Y, 3) Como símbolo, encarna la expresión de un proyecto social, y es por eso que su práctica lo trasciende como sujeto individual. Aclaro que ése valor de símbolo que la figura de Juan Bosch tiene en la vida política dominicana, no viene a imponérsenos desde el exterior como un signo puramente intelectual, puesto que está encarnado en su propia vida, como ya hemos dicho.
La juventud dominicana no tiene nada que ir a buscar al PLD de Danilo Medina, de Margarita, de José Ramón Peralta, de Gonzalo Castillo, de Leonel, de Díaz Rúa, de Felix Bautista, de Jean Alain, de Henry Molina, y un largo etcétera. Por eso, cada vez que invoquen el nombre de Juan Bosch debería convertírseles la boca en cáscara de guayacán reseco.