Hace aproximadamente un mes escribí un artículo acerca de cómo en Haití había prevalecido un liderazgo que poco le importa el futuro y estabilidad de su país, sino el poder para enriquecerse por la vía de la corrupción. Presenté cómo, desde el surgimiento de esa patria hasta la fecha, sólo ha existido estratagemas para derrocar a un presidente en la más mínima oportunidad y eso me permite afirmar que Jovenel Moïse tiene el agua puesta.
En el año 2015 asumió la presidencia Michel Martelly, un cantante estríper que gozaba del favor de Estados Unidos y que a pesar de realizarse unas elecciones donde apenas participó el 21% del electorado y cuyos resultados trajeron disturbios, represión y muertes en las calles, las mismas fueron elogiadas por la Comunidad Internacional, en especial por la OEA que las tildó como un soplo de esperanza para Haití.
Concluido el período de Martelly en las próximas elecciones termina ganando un joven empresario bananero sin ninguna experiencia política, pero representaba la continuidad del preferido. El Presidente Jovenel Moïse recibió apenas 590 mil votos y sólo uno de cada cinco haitianos votaron siendo la menor participación electoral en el hemisferio occidental desde 1945.
Como era el candidato de Michel Martelly, el mismo que había sido colocado en el puesto por los Estados Unidos, la comunidad internacional felicitó las elecciones y hasta el mismo Trump lo felicitó, aunque luego se refirió a Haití como un país de mierda.
Haití tiene uno de los índices de Desarrollo Humano más bajo del mundo. Por mantener la relación fría con Estados Unidos no se ha atrevido a entrar en relación con China quien ofreció invertir unos treinta mil millones de dólares y además se separó de Venezuela y Petrocaribe luego de denunciar un gran fraude en los negocios de combustibles, pero peor aún, regresó a las recetas del FMI lo que prontamente convirtió al país en una emergencia económica.
Dentro de las recetas del FMI, como siempre, estuvieron el aumento de impuesto y aumento de los combustibles lo que se tradujo en un aumento de los productos básicos de primera necesidad. Esto desembocó en una nueva espiral de violencia, protestas, represión y muertes que se mantiene actualmente ante el mutismo total de medios y voceros políticos y de la llamada comunidad internacional.
Jovenel tiene el agua puesta y solo es cuestión de tiempo si la suerte no le acompaña porque esta situación será aprovechada por los buitres que se mantienen merodeando la presa y Donald Trump está demasiado ocupado con su muro y Venezuela, además que en realidad Haití no les importa.
Dentro del problema que puede significar la situación social de Haití para nosotros, lo delicado en esto es que mirar esa situación y la irresponsabilidad de su liderazgo nos podría hacer pensar que los políticos nuestros son genios y santos.