En estos días que hemos estado celebrando el nacimiento de Jesús, o el llamado mesías o hijo de Dios, el cual fue condenado a la muerte en la cruz, resulta oportuno abordar el tema de la crucifixión, en el entendido, que tanto su nacimiento como su muerte, forman parte integral de nuestra cultura heredada de la conquista desde el 1492. A tal fin, antes de entrar en las vorágines de la cotidianidad del nuevo año 2022, a modo de reflexión, asumimos las siguientes consideraciones.     

A partir del introito anterior, se hace necesario, tras la búsqueda de una posible explicación de la crucifixión de Cristo, en principio como punto de referencia, iniciamos el tema, a partir de la Historia de la Humanidad, escrita por Hundrik Van Loon, prolífico historiador, periodista holandés-estadounidense. En su capítulo 25, encontramos la recreación de un cruce de cartas entre de unos parientes entre sí, que data  del  otoño del año 815 desde la fundación de Roma (correspondiente al 62 d. C. en nuestro calendario),-dice la fuente-, Esculapio Cultell, un médico romano, escribió una carta a su sobrino que se encontraba en Siria con el ejército, cuyo texto es el siguiente: (Fuente citada)

Querido sobrino:
¨Hace unos días me pidieron que fuese a visitar a un hombre enfermo llamado Pablo. Resultó ser un ciudadano romano descendiente de judíos, bien educado y de maneras gentiles. Me dijo que se encontraba en Roma para asistir a un juicio en apelación a la decisión de una de nuestras cortes provinciales, Cesárea o algún otro lugar parecido allá en el Mediterráneo oriental. Me lo habían descrito como a un tipo «salvaje y violento» que se dedicaba a hacer discursos en contra de la gente y de la ley. En cambio, a mí me pareció que era un hombre muy inteligente y honrado.

Un amigo, que antes servía en el ejército en Asia Menor, me ha contado que oyó algo acerca de él en Éfeso, donde al parecer el tal Pablo predicaba sermones sobre un nuevo dios extraño. La siguiente vez que lo visité le pregunté a mi paciente si aquello era verdad, si había instigado a la gente a rebelarse contra nuestro estimado emperador. Pablo respondió que el reino del cual hablaba no se hallaba en este mundo y luego dijo unas cuantas frases extrañas que no entendí y que atribuí a su fiebre¨.


Este hombre dejó una gran impresión en mí y entristecí mucho al saber que lo mataron en la vía Ostia hace unos días. Por ello os escribo esta carta. Cuando visitéis Jerusalén, me gustaría que averiguarais algo sobre mi amigo Pablo y el extraño profeta judío que dicen que fue su maestro. Nuestros esclavos muestran un profundo interés por éste, al que llaman «el Mesías», y algunos de ellos, que hablaron abiertamente del nuevo reino (quién sabe qué querrá decir) han sido crucificados. Me gustaría saber qué hay de cierto en todos estos rumores.  

Siempre a vuestra disposición, vuestro devoto tío,
Esculapio Cultell

Seis semanas después, Gladius Ensa, el sobrino, capitán de la VII legión de la Galia, contestó la carta de su tío de la manera siguiente:

Querido tío:
Recibí vuestra carta y obedecí vuestras instrucciones.
Hace dos semanas, mi brigada fue enviada a Jerusalén. Durante el último siglo se han producido muchas revueltas en esa tierra y ya casi no queda nada de la ciudad antigua. Hace un mes que estamos por la zona y mañana continuamos camino hacia Petra, donde ha habido problemas con algunas tribus árabes. Aprovecho que tengo la tarde libre para contestar a vuestras preguntas (…)

 He hablado con casi todos los ancianos de la ciudad, y muy pocos me han sabido dar información concreta. Hace unos días, un vendedor ambulante llegó a nuestro campamento. Le compré unas olivas y le pregunté si sabía algo de aquel famoso mesías que fue crucificado cuando era joven. Me dijo que lo recordaba perfectamente, porque su padre lo había llevado a Gólgota (una colina situada a las afueras de la ciudad) a presenciar su ejecución para mostrarle lo que les sucedía a quienes osaban desafiar las leyes de Judea. El vendedor ambulante me dio la dirección de un tal José que había sido amigo íntimo del mesías y me recomendó que lo fuera a ver si quería saber más del asunto.


Esta mañana he ido a ver a José. Es un hombre bastante viejo. Ha sido pescador en uno de los lagos de agua dulce de la región. Está lúcido y de él finalmente he obtenido una narración detallada de lo que sucedió durante la turbulenta época que me precedió.
En aquellos tiempos se hallaba en el trono Tiberio, nuestro excelso emperador, y un oficial llamado Poncio Pilatos era gobernador de Judea y Samaria. José sabía muy poco sobre aquel tal Pilatos. Parece ser que fue un oficial bastante honrado que tenía buena reputación como procurador de la provincia. En el año 783 o 784 (José no lo recordaba con exactitud), Pilatos tuvo que ir a Jerusalén porque se había desatado una revuelta. Corría el rumor de que un joven, hijo de un carpintero de Nazaret, planeaba una revolución contra el Gobierno romano. 

Es extraño que nuestros servicios de inteligencia, que habitualmente están muy bien informados, no supieran nada de aquello. Además, cuando investigaron el asunto, concluyeron que el hijo del carpintero era un ciudadano admirable y que no había motivo alguno para proceder contra él. Pero, según mi informante, los jefes de la comunidad judía estaban muy perturbados. No les gustaba nada la popularidad que había adquirido «el nazareno» entre los hebreos más pobres. Por lo visto, el nazareno había proclamado públicamente (o eso le contaron a Pilatos) que un griego, un romano e incluso un filisteo que intentara vivir una vida decente y honrada era tan buena persona como un judío que se hubiese pasado la vida estudiando las antiguas leyes de Moisés. Al parecer, Pilatos no entendió por qué aquella afirmación escandalizaba tanto a sus interlocutores y, cuando una multitud que se congregaba en el templo amenazó con linchar a Jesús y a sus seguidores, decidió salvar la vida de aquel hombre y se lo llevó custodiado.

Por mucho que lo intentó, Pilatos no llegó a comprender la naturaleza del conflicto. Cuando pidió a los rabinos que le explicaran el motivo de su indignación, éstos enfurecieron y gritaron: «¡Herejía!» y «¡Traición!». Así que, al final, según me contó José, Pilatos decidió hablar directamente con Joshua (así se llamaba el nazareno, aunque los griegos de la zona siempre lo llaman Jesús). Estuvieron hablando durante unas cuantas horas. Pilatos le pidió que le explicara en qué consistían aquellas «peligrosas doctrinas» que según decían había estado predicando a orillas del mar de Galilea. Y entonces Joshua contestó que él no hablaba de política. Que no le interesaba el cuerpo, sino el alma de las personas. Quería que todos tratasen a sus vecinos como a hermanos y que amaran a un solo dios, padre de todo ser vivo.
Pilatos, que al parecer conocía bien las doctrinas de los estoicos y demás filósofos griegos, no percibió nada sedicioso en el discurso de Jesús. 

Según José, siguió intentando salvar la vida al bondadoso profeta. Continuamente aplazaba la fecha de la ejecución. Y los judíos, incitados por sus rabinos, enfurecían cada vez más. Antes de aquello hubo gran agitación en Jerusalén y quedaban pocos soldados romanos en las inmediaciones. Las autoridades romanas de Cesárea empezaron a oír rumores de que Pilatos «había caído víctima de los engaños del nazareno». Por la ciudad empezaron a circular peticiones de dimisión, alegando que Pilatos era enemigo del Imperio. Como sabéis, los gobernadores tienen instrucciones precisas de evitar cualquier conflicto abierto con sus súbditos extranjeros, así que, para salvar el país de la guerra civil, Pilatos finalmente sacrificó a su preso, Joshua, que se comportó con gran dignidad y perdonó a todos los que lo odiaban. Fue crucificado ante la muchedumbre de Jerusalén, que lo abucheaba y se mofaba de él.

Esto me contó José mientras las lágrimas les resbalaban por las mejillas. Antes de irme le ofrecí una moneda de oro, pero él la rechazó y me pidió que se la diera a alguien que fuese más pobre que él. También le hice un par de preguntas sobre vuestro amigo Pablo. Se habían conocido. Pablo era un fabricante de toldos que abandonó su profesión para predicar la palabra de un Dios que amaba y perdonaba, o sea, de un Dios muy diferente al Yahvé del que nos hablan continuamente los rabinos. Parece ser que Pablo viajó mucho por Asia Menor y por Grecia, explicando a los esclavos que todos eran hijos de un padre que los amaba y que la dicha aguardaba a todos aquellos, ricos o pobres, que hubieran intentado vivir con honradez y hubieran hecho el bien a quienes sufrían.
Espero haber respondido a vuestras preguntas satisfactoriamente. La historia me parece inofensiva, al menos en lo que respecta a la seguridad del Estado. Sin embargo, hay que reconocer que los romanos nunca hemos sido capaces de entender a los habitantes de esta provincia. Siento mucho que hayan asesinado a vuestro amigo Pablo. 

Cuánto echo de menos nuestro hogar, querido tío.
Vuestro obediente sobrino,
Gladius Ensa

Según nuestro criterio, esos diálogos, en el caso de la crucifixión de Cristo, incluso para verla como un acto injusto, cabe plantear en primer lugar, que ha sido lo que más nos ha marcado ya que sus apóstoles le dieron una vinculación mística religiosa, cuyos causales, al llegar a establecer que lo sucedido no tenía otra explicación, sino, como un hecho que estaba signado como parte de la misión que el Nazareno venía a cumplir como encargo del padre (Dios), lograr la salvación de la humanidad. 

Sin embargo, por la parte política, como se ha visto en la narrativa, se pinta que el principal causal obedeció  a los intereses de clases, y mayormente políticos de los Césares, los cuales a través de una trama urdieron la maniobra de fondo político,  para lograr determinados resultados de control del poder y sobretodo, evitar que cualquiera coyuntura fuera aprovechada por las masas para producir posibles rebeliones ya que, aunque Jesús y sus seguidores argüían que sus predicas no iban orientadas al mundo terrenal, sino a un mundo celestial, poco a poco el régimen se sentía más amenazado en el sentido de que por doquier se difundía la voz de que había llegado un mesías que venía a salvar la humanidad de todos los martirios y sufrimientos.    

Por lo tanto, según los hechos que envuelven este acontecimiento, decisión del imperio de crucificar a Cristo, resulta ser una fuente inagotable para comprender que en cada momento histórico, la clase dominante cuando se siente amenazada, sin mayores escrúpulos, asume jugadas que se urden como maniobras políticas para lograr determinados resultados de posicionamientos, control del poder y sobretodo, evitar que cualquiera coyuntura sea aprovechada por las masas para producir insubordinaciones y rebeliones, o se conviertan en amenazas en contra del status quo. Por lo tanto, según nuestro humilde juicio, -en el caso de Jesús-, el poder político, dada la diversidad de castas que se tejieron alrededor de la sociedad, que de fondo eran corrientes políticas en contra del sistema de la esclavitud, la clase dominante, al ver que sus predicas servían de piezas para elevar banderas políticas, de etnias y corrientes sociales, puso en marcha la trama, de deshacerse del Nazareno por la gran distracción y atención que estaba concitando. 

Y para nadie es un secreto, solamente con el enredo de las parábolas, que era no, pero, si, de forma meteórica venia sumando adeptos a que el poder terrenal tenía que ser suplantado por un poder celestial, cuestión que de continuar su rumbo, el poder de los emperadores,  quedaría aplastado por la adoración al Dios del Cielo.-como taparete- Por lo tanto, se puso en acción la aplicación de la decisión de la justicia para que fuera esta la que juzgara la conducta de Jesús bajo cargo de blasfemia y traición. Y eso ha sido así. Desde que el poder se ve a amenazado, pone en acción los medios represivos de la justicia para que sea esta la que decida la condena y dejar siempre libre de culpa a los Césares, razón por la cual, Pilato, se lavó sus manos.