8. Es muy importante que los lectores dominicanos y los habitantes de nuestro país se conciencien de una vez por todas acerca de la diferencia semántica entre independencia y separación. Este último término ha sido correctamente utilizado para referirse a la separación de la parte este de la isla que fue proclamada el 27 de febrero de 1844 de cara a Haití. Tanto los trinitarios como la sociedad dominicana y sus intelectuales del siglo XIX y Sánchez, el redactor de la “Manifestación…”, reconocieron que fue una separación y el título mismo lo dice taxativamente: “Manifestación de los pueblos de la parte Este de la isla Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República de Haití”. Duarte mismo reconoció que la separación de 1844 era la continuidad de la independencia de 1821.
9. Hablar o escribir “independencia del 27 de febrero de 1844” es un anacronismo inventado por los historiadores dominicanos del siglo XX y parte del XXI, a despecho del hecho histórico muy tozudo que tituló ese acontecimiento como separación. Lo demás es fabricación ideológica posfáctico o extemporánea (après-coup, en la historiografía francesa) por parte de los historiadores dominicanos y sus discursos de deseos. La “Manifestación…”, travestido con el término de independencia de 1844, es el documento preferido de los intelectuales e historiadores oligárquicos, pues en él están preservados los valores del hispanismo y el Estado teológico-político, valores que están totalmente cuestionados por la declaración conceptual y de principios de la independencia del 1 de diciembre de 1821 en contra de España, nuestra primera independencia verdadera en la que hay una ruptura con la Iglesia católica. Y aunque durara 71 días, fue y es nuestra primera y única independencia y esta, en la historia de los pueblos, solo se produce una vez; puede perderse y otras tantas veces puede ser restaurada, como ocurrió con la separación en contra de la república haitiana, la cual alcanzó apenas 17 años de vida, porque Santana la anexó a España en 1861, como ya había hecho Sánchez Ramírez en 1808 cuando reincorporó a Santo Domingo como provincia de España, tras la expulsión de los franceses con la victoria de Palo Hincado. Es frente a esa reincorporación que Núñez de Cáceres proclama la independencia de 1821, que fue continuidad del deseo libertario de dos bandos: el de Ciriaco Ramírez, Hubert Franco y otros que eran partidarios de una unión con el Haití mulato de Petión y el de Núñez de Cáceres, quien le había planteado a Sánchez Ramírez que se proclamase la independencia, pero el caudillo de los hateros y madereros desoyó esa propuesta. El fervor de los historiadores conservadores y los oligarcas esclavistas dominicanos por Sánchez Ramírez, la dominación francesa y la Anexión de Pedro Santana a España radica en que los tres proyectos mantenían intacta la esclavitud y los valores ideológicos de la llamada “madre patria”. Si la Anexión de Santana hubiese triunfado, la esclavitud hubiese sido restablecida en la parte Este de la isla, tal como existía en Puerto Rico y Cuba.
10. El término separación ha sido utilizado adecuadamente en el caso de los países, comenzando por Venezuela, que se separaron de la Gran Colombia y jamás utilizaron la palabra independencia, porque la independencia se produce una sola vez y la separación es susceptible de producirse varias veces, a condición de que la independencia de un país se vea momentáneamente eclipsada por invasión extranjera, anexión u otro tipo de pérdida de la soberanía. Núñez de Cáceres es, por lógica consecuencia, el verdadero creador de la independencia dominicana, la cual se vio eclipsada durante 22 años por la dominación haitiana y el 27 de febrero de 1844 se produjo una separación de los lazos que unían a las dos partes de la isla por las razones invocadas por la “Manifestación del 16 de enero de 1844” y por otras justificaciones establecidas por algunos historiadores que han analizado la significación política, histórica y cultural el referido acontecimiento.
11. Algunos historiadores marxistas y un reducido número de historiadores “liberales” le reprocharon a Núñez de Cáceres el no haber abolido la esclavitud cuando proclamó la independencia en contra de España en 1821 en la creencia de que si hubiese procedido conforme al discurso de deseo de estos intelectuales, la independencia de 1821 se hubiese mantenido. La clase social que produjo la independencia de 1821 fue la misma que produjo la independencia en América Latina: los hijos de peninsulares esclavistas. Las clases no se suicidan. Tampoco Sánchez Ramírez abolió la esclavitud, que ya había sido abolida en 1801 por Toussaint L’Ouverture y restablecida por las huestes de Napoleón en 1802. Hidalgo fue el único independizador que abolió la esclavitud en 1810 en México, pero esta vino a ser realidad en 1829. Solo Haití, el primero en hacerlo, abolió la esclavitud en 1808. Ni los EEUU abolieron la esclavitud cuando proclamaron su independencia en 1776. Fue Lincoln quien lo hizo en 1865. Solo un modo de producción como el capitalista que necesita mano de obra libre para valorizar el capital puede hacerlo, y no en su totalidad, como ocurrió en los EEUU hasta 1865, pero todavía hoy el Sur de ese país posee unos rasgos culturales e ideológicos precapitalistas, aunque el modo de producción burgués haya arropado toda la formación social estadounidense.
12. La distinción entre separación, por pérdida de soberanía, reside en que esta es susceptible de repetirse varias veces, mientras que la independencia se produce una sola y única vez en la historia de un país. Ejemplos de México (soberanía perdida con Maximiliano y Carlota, impuestos como emperadores de México por el imperio austrohúngaro, fusilados por Juárez). A ningún historiador mexicano se le ocurre hablar de esa guerra contra Maximiliano como una segunda independencia y, si lo hiciere, sería con un empleo metafórico. Segundo caso, el de España, cuya soberanía se perdió con la ocupación musulmana y don Pelayo (si existió y no es una invención mítica) inició una estrambótica Reconquista que duró de 711 a 1472, pero nadie habla de independencia. Ante la ocupación militar de Napoleón, quien colocó de rey a su hermano José como rey de España, los españoles guerrearon a muerte en contra de esta ocupación francesa hasta expulsar al invasor, pero ningún libro de historiador serio habla de una segunda independencia de España de cara a Francia, y si lo hiciese, sería con un empleo metafórico, lo que no deja de tener sus efectos políticos e ideológicos racionalistas y positivistas. Lo mismo sucedió con los países conquistados por Napoleón: Polonia, los reinos del norte de África. Tercer ejemplo de pérdida de soberanía de países libres independientes: Nicaragua, El Salvador y demás países centroamericanos, Colombia y el desmembramiento de la provincia de Panamá convertida en república por los Estados Unidos no se independizan de estas ocupaciones militares estadounidenses, sino que se separaron y recuperaron en parte su soberanía a través de guerras, resistencias y negociaciones con el usurpador; la separación de 1844 de cara a Haití producida por Sánchez y Mella no es una independencia para librarse de la dominación haitiana iniciada por Boyer, sino una separación motivada por el incumplimiento de las reivindicaciones prometidas el 9 de febrero de 1822 con motivo de la unión de las dos partes de la isla en una sola unidad política; de igual modo que la separación del dominio español en 1865 de cara a la anexión producida por Pedro Santana no es una independencia, sino una guerra librada para lograr la restauración de la república que duró 17 años (un pestañar para la historia de la humanidad, al igual que la efímera de Núñez de Cáceres que duró 71 días pero produjo un verdadero documento de declaración de principios de lo que es una independencia); la ocupación de Cuba por los Estados Unidos con la enmienda Platt al término de la guerra de independencia de 1898 es una pérdida de soberanía que se recupera luego, a pesar de la coyunda de la base de Guantánamo; la ocupación militar de Haití en 1915, de Santo Domingo en 1916 y 1965, son casos de eclipse de soberanía que se recuperaron, aunque muy maltrechas, con las negociaciones políticas a cambio de la aprobación de las leyes impuestas por el invasor extranjero (uso exprofeso esta metáfora astronómica en vez de colapso, consciente de su efecto político e ideológico).
SÍNTESIS. El año (o a veces los años) de la abolición de la esclavitud en América Latina es como sigue: Haití, 1804; República Dominicana, 1844 (con dos aboliciones en 1801 y 1822); Costa Rica, 1821; Guatemala, El Salvador y Honduras, 1824; Chile, 1823; México, 1829 (el cura Hidalgo proclamó la abolición en 1810, pero no fue efectiva hasta 1819); Ecuador, 1832; Belice, 1834; Jamaica, 1834; Canadá, 1834; Nicaragua, 1838; Uruguay, 1842: Colombia, Panamá y Bolivia, 1851; Argentina, 1853; Venezuela y Perú, 1854; Paraguay, 1869; Puerto Rico, 1873; Cuba, 1880 y Brasil, 1888. (Continuará).