El 15 de Febrero de 1933 nace en Santiago de los Caballeros el que sería el segundo de los cuatro hijos engendrados por el matrimonio del prestigioso abogado José María Cabral Bermúdez y doña Amalia Vega Battle. Es el primogénito varón. Un orgulloso progenitor decide que lleve su propio nombre. En el Registro Civil y en la pila bautismal queda consignado como José María. Exactamente un año antes, había nacido su hermana mayor, Josefina. La descendencia familiar se vería completada con los posteriores nacimientos de Marco y Petrica.
Su infancia transcurrió como los demás niños de su edad. Sus primeros estudios los realizó en el Instituto Escuela, siendo posteriormente registrado por sus padres, preocupados por dotar a sus hijos de la mejor educación, en el prestigioso colegio La Salle de su ciudad natal.
Desde temprano mostró un carácter abierto que le permitía relacionarse fácilmente con sus compañeros; un marcado interés en el aprendizaje mantenido a lo largo de todo el proceso de su posterior formación académica y un espíritu inquieto que combina las fatigosas tareas intelectuales con el ejercicio físico volcado en el exigente deporte de la equitación, que comienza a practicar con intensa asiduidad en la finca familiar.
Su padre sirve con la familia Vicini, a la que le atan lazos de parentesco. A los crecientes negocios de esta, aporta su talento reflexivo y sereno, notable capacidad de trabajo y una lealtad a toda prueba. Su aporte se ve retribuido por la plena confianza de que disfruta y las crecientes responsabilidades que se le encomiendan. La vinculación profesional del padre se convertirá en herencia de futuro laboral para sus hijos varones. Con el tiempo, José María y Marco seguirán sus pasos.
Al trasladarse la familia a Santo Domingo, “Chepe” pasa a completar sus estudios superiores en el país en la Normal de Hombres de Santo Domingo. Posteriormente, sus padres, siempre preocupados por su más sólida formación docente, lo envían a realizar estudios al exterior. En Warton, University of Pennsylvenia se titula en Economía.
Corre el año 1958. Con vistas a un porvenir previsto de antemano que él acepta de buen ánimo, una vez graduado en Warton pasa a trabajar en Nueva York en la firma azucarera cubana Olavarría&Co., donde por espacio de un año recibe entrenamiento especializado en comercialización de azúcar. Dotado de este valioso aprendizaje de conocimientos y experiencias prácticas sobre el mercado del dulce, regresa al país al año siguiente para integrarse casi de inmediato a trabajar en el ingenio Cristóbal Colón, que junto con el Angelina y CAEI constituyen por entonces el patrimonio azucarero de Vicini.
Animado de un infatigable espíritu de superación, va forjando día a día una vasta experiencia en todas las fases del proceso de fabricación del azúcar, desde los campos sembrados de caña que recorre a caballo al igual que los hatos ganaderos de la empresa, donde su temprana afición por la equitación le permite hacer gala de su destreza como jinete. Al mismo tiempo, sigue de cerca y suma mayor experiencia sobre las peculiaridades del mercado azucarero, tanto en el plano doméstico como internacional. Es el inicio de una carrera profesional que se extenderá a lo largo de más de cinco décadas y le llevará a ocupar las más elevadas posiciones ejecutivas.
En la medida en que enriquece sus conocimientos y pone en evidencia su talento y capacidad de trabajo, al igual que antes con su progenitor, va ganando de manera progresiva la confianza de los Vicini y le van siendo confiadas mayores responsabilidades.
En 1962 la felicidad personal toca a sus puertas. Es el año en que culmina en el altar su noviazgo con Graciela Lluberes Henríquez, dando comienzo a una vida en común que sobrepasa las “Bodas de Oro”, forjando una relación sin penumbras. Ella le entregará junto con su amor una inconmovible lealtad, que correrá pareja con sentimientos de orgullo y admiración. Del matrimonio nacerán tres hijos: José María, Claudia y Amalia, que enriquecerán el árbol genealógico con varios nietos y nietas encargados de dar continuidad en el tiempo a la saga familiar.
La vida parece sonreirle a plenitud. Sin embargo, han transcurrido apenas unos pocos meses del desposorio, cuando una noticia aciaga viene a empañar su dicha. La misma cobra forma de un diagnóstico médico y lleva el nombre de una enfermedad progresiva e incurable: esclerosis múltiple. Sus primeros síntomas habían aparecido años antes, pero aún la ciencia médica no disponía entonces de conocimientos suficientes para un diagnóstico preciso.
Es un duro golpe inesperado que viene a turbar de manera dolorosa el discurrir de su existencia y el de su joven esposa y que pondrá a prueba, su coraje y el firme testimonio de amor e inconmovible lealtad que le muestra su compañera.
Más que los tratamientos paliativos que le recetan los médicos en la medida en que avanzan las investigaciones sobre la enfermedad, cuenta su firme voluntad de no dejarse vencer por la misma.
Siempre con el amoroso apoyo de la mujer a la que ha unido su existencia, se entrega de lleno al trabajo con la misma intensidad de que ha hecho gala hasta entonces. La enfermedad irá ganando terreno con el tiempo pero no afecta su lucidez y su constante afán de superación. Sigue aprendiendo y dominando cada vez más las diversas facetas de los múltiples negocios de la empresa. Su condición médica tampoco afecta su carácter, cuyas cualidades mantiene inalterables.
Hace norma de su existencia la convicción de que “en la vida todo se puede”. Es la filosofía que pone en práctica e irá acerando cada vez más su espíritu. Las cinco largas décadas siguientes serán de trabajo intenso donde el crecimiento y diversificación de los intereses de la empresa se convertirá en reto permanente poniendo a prueba en cada momento sus conocimientos, capacidad, visión y buen juicio. Por sus méritos se le lleva a posiciones cada vez más elevadas y de mayor responsabilidad. Sucesivamente será Secretario Contador, Director General de Operaciones, Vicepresidente y Presidente de varias las distintas ramas empresariales de Vicini.
El progresivo avance de la enfermedad que terminará por confinarlo a una silla de ruedas no le limitan su interés ni entusiasmo. Tampoco su desplazamiento físico para participar en actividades públicas donde se le reserva espacio con creciente respeto y admiración, o para salir al exterior al exterior de la empresa a fin de calibrar de primera mano y por propia mirada el desarrollo de actividades relacionadas con la misma. De igual modo, para satisfacer su infatigable interés de conocimientos, en los contados espacios que le resta al trabajo. Viaja a Haití para conocer la “Citadelle” y marcha en excursión a México, a fin de visitar las históricas ruinas de Chichen-Itzá.
La admiración y respeto que concita en otros, la recibe también de sus compañeros de trabajo. El abogado Jesús García, quien ha laborado muy cercano a él por más de tres décadas, no se muestra parco al destacar los rasgos más distintivos de su personalidad: “De inteligencia preclara, leal, pragmático, comprensivo, incansable, con visión de futuro y continuo afán de superarse”. Campos de Moya, con quien también ha compartido por mucho tiempo responsabilidades ejecutivas en Vicini, lo define como “un auténtico gladiador que jamás se rinde; su vida es una historia de coraje a toda prueba”.
Al destacar sus virtudes, su hija Claudia resume el pensar sobre su progenitor dentro del ámbito familiar: “Honestidad, responsabilidad, dominio y control propio, discreto, moderador y firme, eminentemente conciliador, excelente amigo, padre y esposo ejemplar, un ser eminentemente digno y valiente”.
Más de medio siglo de vida constante de trabajo llevando sobre los hombros gran parte de la exigente carga que ha representado afrontar la responsabilidad de compartir la dirección de las empresas Vicini, representa una labor en extremo fatigosa que amerita justo reposo. Son muchos, incluyendo los médicos que le han tratado, que comparten el asombro de que “Don Chepe” haya podido soportarla durante tanto tiempo pese a la condición limitante que ha debido arrastrar la mayor parte de su existencia. La mejor y posiblemente única explicación radica en el coraje de que ha hecho gala toda su vida y que constituye la más acentuada característica que resume el conjunto de las muchas cualidades que adornan su personalidad.
Ese bien ganado derecho al sosiego del hogar y su familia, al término de tan intensa y productiva vida útil, le llegó a “Don Chepe”, acompañado del merecido homenaje de Vicini, al nombrarlo Presidente ad vitam del Consejo de Directores de CAEI. Pleno de emoción el acto en que ejecutivos y personal le hicieron patente su admiración con múltiples demostraciones de afecto. Conmovedoras las palabras con que Felipe Vicini al señalar los merecimientos cosechados en el trayecto de sus muchos años de servicio y sus significativos aportes al desarrollo de la empresa, agradeció las valiosas enseñanzas recibidas de su tío al expresar que “Sin su ayuda me hubiera sido muy difícil y largo conocer cada uno de los rincones de nuestras empresas”.
Ausente ya físicamente, sin embargo la honda huella dejada a su paso por “Don Chepe” permanece en el recuerdo de cuantos tuvimos el privilegio de trabajar a su lado o bajo su orden, al igual que de cuantos le han tratado. Su trayectoria, su inspirador y valeroso ejemplo de coraje y los valiosos aportes que la distinguieron figuran como legado imborrable en el centenario registro histórico de Vicini y en el edificio, que identificado para la posteridad con su nombre, alberga las oficinas de finanzas de CAEI, la empresa a cuyo desarrollo se dio por entero.