El 22 de noviembre de cada año se recuerda el asesinato del trigésimo-quinto presidente de los EEUU, John Fitzgerald Kennedy (JFK),vilmente ultimado en la Dealey Plaza de Dallas, Texas, en el 1963, un viernes a las 12:30 de la tarde, el mismo día de la semana en que fue asesinado también el 16mo presidente, Abraham Lincoln, en Washington, D.C.

“Fue el día en que los estadounidenses perdimos la virginidad”, dijo el periodista Chris Anderson. “De ahí en adelante, le perdimos la confianza a nuestro propio gobierno”.

Cada año que pasa los abogados de la CIA rehúsan entregar los documentos que reposan en sus archivos sobre el asesinato de JFK, violando la orden de una corte federal que les ha ordenado entregar esos documentos para conocimiento público. La razón que invocan es la “Seguridad Nacional” (“National Security”). ¿Cuál Seguridad Nacional a estas alturas del juego?

La Secretaria personal de JFK, Evelyn Lincoln, (curiosamente la secretaria de Abraham Lincoln era de apellido Kennedy) ha dicho que la raíz del asesinato fue que Kennedy le había declarado la guerra a los grandes banqueros, al emitir la Orden Ejecutiva 11110, el 4 de junio del 1962, cuatro meses antes del magnicidio, y había dado órdenes precisas para salirse del conflicto de Vietnam, además de estar sentando las bases para una apertura hacia Cuba.

A pesar de ser hijo de un hábil banquero, Joseph P. Kennedy, JFK estaba muy consciente de las palabras de Mayer Anselm Rothschild, el súper-banquero de Inglaterra, (uno de los fundadores de los llamados “Iluminati”, quienes siempre han funcionado como las neuronas que controlan al mundo): “Déjenme controlar el sistema monetario de una nación y no me preocuparé por ninguna de sus leyes”.

La Orden Ejecutiva 11110, que reformaba una anterior, la 10289 que databa del 1951, le daba el poder al Gobierno Central de producir su propio dinero, sin tener que tomárselo prestado a ningún banco pagando intereses a través de la Reserva Federal (mal llamada “Banco Central”).

La Reserva Federal en realidad está formada por 12 bancos privados que cobran intereses al pueblo estadounidense.

Se imprimieron $25,000 millones de dólares, que hoy día equivaldrían a tres veces esa cantidad, sin tener que pagar intereses a ningún banco.

A Abraham Lincoln le había sucedido algo similar. Para financiar la Guerra Civil (1861-65), sin pagar intereses (los banqueros le habían ofrecido préstamos usureros que oscilaban entre el 20%-36% de interés) Lincoln obtuvo permiso del Congreso para fabricar su propia moneda sin depender de los banqueros. El papel moneda era de color verde y, por eso, a los dólares impresos se les llamó “green backs” (espaldas verdes).

El pueblo estadounidense no pagó intereses y la guerra se costeó a sí misma.

De acuerdo con los cálculos del Departamento del Tesoro, Lincoln le ahorró a la nación en intereses una cantidad que hoy día excedería la cifra de 4 billones de dólares, por concepto de gastos de guerra.

Tenemos que recordar, además, que Inglaterra (de donde precedían casi todos los préstamos comerciales en aquella época) nunca apoyó al gobierno de los EEUU durante la Guerra Civil, y en cambio apoyó a manos llenas a los rebeldes del Sur cuya “capital” estaba localizada en la ciudad de Richmond, Virginia.

Esto fue lo que apareció en un editorial del London Times de la época: “La política financiera practicada por el gobierno estadounidense, presidido por Abraham Lincoln, es totalmente incorrecta, al querer producir su propia moneda. Si cada país hiciera lo mismo, sin costarle nada al país, no existiera la deuda externa y el comercio interno sería el más próspero del mundo. Esa práctica no se puede tolerar y debe de ser erradicada o ella erradicará a todos los bancos y a todas las monarquías del planeta”.

Es decir, que en realidad los banqueros son los “dueños” del mundo. Son los causantes de todas las guerras y los autores de todas las crisis financieras, como en la que aún nos encontramos hoy sumergidos. Fueron los creadores de los préstamos tóxicos y la subsiguiente ruptura de la “burbuja de los bienes raíces”, que precipitaron a los paises de Occidente a una crisis sin precedentes. Para ellos el beneficio financiero y los intereses están por encima de las naciones. Obligan a los gobiernos a administrar a sus países como si fueran empresas privadas, deshaciéndose de servicios sociales esenciales, causando el desempleo masivo de los ciudadanos y asi mermando el flujo del consumerismo continuo que mantiene vibrante a la economia de mercado.

Una de las sugerencias favoritas del Fondo Monetario Internacional (FMI) es la de “reformas estructurales”, sobre todo en lo relacionado con las reservas naturales de las naciones, poniendo en manos foraneas el control de las economias regionales.

El asunto fue que, tanto Kennedy como Lincoln, fueron asesinados antes de los cinco meses de haberse negado a continuar endeudándose con los bancos.

De acuerdo con Evelyn Lincoln, Kennedy quería deshacerse de la Reserva Federal (que siempre ha actuado como un banco privado), y devolverle el poder de crear su propia moneda al Congreso, a través del Departamento del Tesoro, sin necesidad de pagar intereses. De ahí que lo primero que hizo Lyndon B. Johnson fue retirar los dólares creados por John F. Kennedy e intensificar la guerra de Vietnam, creando el falso incidente del Golfo de Tonkin, con lo cual multiplicó los préstamos bancarios, beneficiando así a sus amigos banqueros.

Lo mismo había hecho el otro Johnson, Andrew Johnson, el Vice de Abraham Lincoln. Al tomar las riendas del gobierno, una vez Lincoln fue quitado del medio, ordenó recoger todos los “green backs” que estaban en circulación.

En cuanto a los responsables concretos del magnicidio de Dallas en la Dealey Plaza, Evelyn Lincoln, que se encontraba presente en aquel fuego cruzado, dejó una nota antes de morir, escrita por su propia mano, nombrando a: “Lyndon B. Johnson, la CIA, Edgar Hoover, el Bilderberg Group, y un grupo de cubanos relacionados con la fracasada ”Bahía de Cochinos”.

Lo interesante del caso es que los miembros de la “Comision Warren”, formada por Lyndon Johnson para “investigar” el magnicidio, eran todos miembros de las instituciones mencionadas, tales como Gerard Ford y Allen Foster Dulles (ex-director de la CIA, destituído por JFK a raíz del fiasco de la “Bahía de Cochinos”).

Como en el caso del Coronel dominicano y cabecilla de los militares constitucionalistas, Rafael Fernández Domínguez, JFK fue víctima de tres expertos francotiradores estratégicamente colocados en la Dealey Plaza: uno a la derecha y hacia arriba (en el “grassy mall”-“promontorio de yerba”); otro de lado, hacia la izquierda, y, el tercero directamente detrás, en el sexto piso del edificio de la Texas School Depository. Un fuego cruzado perfecto.

A Fernández Domínguez lo ultimó por la espalda un franco-tirador de los marines con un rifle microscópico (sharp-shooter), mientras se abría paso, disparando, a  tomar el Palacio Nacional con otros compañeros, el dia 19 de mayo del 1965.

Ted Sorenson, confidente de JFK y su asesor personal de oratoria, en su última entrevista en el 2010 con el escritor canadiense, Brent Holland, se refirió a la mega-tragedia en los mismos términos que había usado Evelyn Lincoln.

Sorenson fue el autor de aquella célebre frase de JFK en su discurso inaugural: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país”.

La entrevista completa aparece en el libro de Brent Holland: “From the Oval Office to Dealey Plaza” (Desde la Oficina Oval a la Plaza Dealey).

Todo indica que el magnicidio fue un “insight job”  (hecho desde el interior del mismo gobierno). Lee  Harvey Oswald, no disparó ni un solo tiro y fue usado como él mismo dijo antes de que Jack Ruby lo asesinara en el cuartel policial de Dallas: como un “patsy” (un chivo expiatorio), a pesar de que él mismo era un colaborador de la CIA.

A 51 años del magnicidio, todavía el pueblo estadounidense está esperando que le digan la verdad.