Desde la creación de la Sociedad de Naciones, en 1919, que marca el desarrollo de la diplomacia multilateral moderna, pasando por la creación de la ONU y los acuerdos de Bretton Woods, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, nunca antes el multilateralismo había sido tan atropellado como en estos últimos cuatro años.

Donald Trump se dedicó como ningún otro presidente de los Estados Unidos a torpedear multilateralismo, instrumento con que cuenta la humanidad para hacer frente, de manera concertada, a muchos desafíos de nuestra época, la paz, el clima y el medioambiente, la lucha contra el terrorismo, la salud, etc.

A diferencia de Trump, Joe Baden, senador durante 36 años, miembro del Comité de Asuntos Extranjeros del Senado desde hace varios años y vicepresidente durante ocho años, es un hombre que valora la diplomacia y muy consciente de la importancia de la negociación y la cooperación entre los países, en un mundo cada vez más interdependiente.

Interesado en recuperar el espacio perdido durante estos últimos cuatro años, Biden no ha perdido tiempo en anunciar el pronto restablecimiento de las relaciones con sus aliados tradicionales, incluyendo la Organización Mundial de la Salud, entidad con la que Trump rompió el pasado mes de julio, privándola del 15 por ciento de su presupuesto (unos cuatrocientos millones de dólares anuales), justamente en medio de una pandemia que ha provocado hasta hoy (viernes 13 de nov.) 1, 294, 657 muertos en el mundo, siendo Estados Unidos el país más afectado, con 242, 435 muertos.

No me extrañaría que durante la gestión de Biden se produzca también el retorno de Estados Unidos a la UNESCO, agencia del Sistema de Naciones Unidas con quien ese país ha mantenido unas tortuosas relaciones, retiro en 1984, retorno en 2013, seguido de una breve suspensión de las cotizaciones en 2011 y abrupta salida a finales de 2018, tras las acusaciones de Trump de que esta agencia daba un trato desconsiderado a sus socios israelitas.

Dada naturaleza competitiva de las relaciones de Estados Unidos y China, la confrontación va a perdurar, pero podrían producirse algunos cambios en la manera de abordar esa confrontación. El fortalecimiento de las relaciones con otros países de Asia, Europa Occidental y Canadá posicionará mejor a los Estados Unidos para hacer presión sobre China, sobre todo en lo que se refiere a las violaciones a los derechos humanos en ese país.

El ya anunciado retorno de los Estados Unidos al Acuerdo de Paris sobre el calentamiento global, así como el retorno a la OMS, podría allanar el camino para mejorar el diálogo entre los dos países.

Cambios importantes se producirán también en las relaciones con Europa, retomando los compromisos con la OTAN, tan regateados durante la administración Trump, y abandonando la confrontación frontal para dar espacio al diálogo constructivo. Nada extraños que los lideres europeos no escondan su entusiasmo con la llegada de Biden a la Casa Blanca.

Biden dará también un nuevo giro a las relaciones bilaterales, particularmente con Canadá, muy maltratadas por Trump con la imposición de exagerados impuestos a varios productos de exportación canadiense.

Cabe señalar que Biden, al igual que sus antecesores, nada regalará en materia de intercambio comercial. Tanto el gobierno canadiense como otros gobiernos tendrán que continuar defendiendo sus intereses nacionales frente al proteccionismo americano, pero al menos con él tendrán un interlocutor más previsible, razonable y abierto al diálogo.

Para el Canadá es fundamental restablecer la normalidad con su vecino del sur, ya que es el destino del 80 por ciento de sus exportaciones, unos cuatrocientos millares de dólares anuales. Y está bien posicionado para lograrlo, a diferencia de Donald Trump, con quien Justin Trudeau sostuvo unas tortuosas relaciones, el primer ministro canadiense se entiende muy bien con Biden. Una señal en ese sentido es que ha sido el primer mandatario en sostener una conversación telefónica con él, momentos después de que las agencias de prensa anunciaran su triunfo.

La vicepresidenta electa, Kamela Harris, será también una pieza clave para el mejoramiento de estas relaciones. Harris está vinculada a Canadá, donde vivió parte de su juventud, realizó sus estudios secundarios en Montreal, mientras su madre, una medica especialista en el cáncer de seno, laboraba como investigadora y profesora de la prestigiosa universidad de MacGill. Por ironías de la vida, murió de cáncer.

Con Biden podrían también mejorar las relaciones con Iran, en total deterioro, debido al rechazo de Trump al acuerdo negociado durante la administración Obama sobre la cuestión nuclear.

Más cerca de nosotros, en Americana Latina, Biden dará una mayor importancia a la región, diferenciándose de Trump, que relegó a un segundo plano estas relaciones. Aunque, a decir verdad, con su política de America First, todo el resto del mundo pasó a ser para él marginal.  Muestra de ellos es que la única visita de Trump al subcontinente se produjo en el marco de la reunión del G20 en Buenos Aires. Ni siquiera sus mejores socios en la región, Bolsonaro, Ivan Duque y Mauricio Macri, fueron honrados con una visita bilateral.

Sin embargo, no creo que la reactivación de la política de Estados Unidos hacia la región venga acompañada de cambios significativos. Hasta ahora, poca cosa de lo que ha anunciado Biden difiere de sus antecesores.

En una reciente entrevista concedida al periódico colombiano El Tiempo, en la que abordó su política hacia la región, dijo que su objetivo será defender los valores universales de la democracia y los derechos humanos, y muy especialmente en los países con regímenes opresivos como los de Maduro, Ortega y el régimen cubano.

Adujo también que la política de Trump hacia la región había sido un total fracaso, ya que los dictadores permanecen todavía en el poder en Venezuela, Nicaragua y Cuba y los derechos humanos y la crisis humanitaria en esos países, lejos de mejorar, empeoraron.

Biden olvida que el régimen cubano, Maduro y Ortega han sobrevivido ya a varios gobiernos americanos, pese a las sanciones permanentes o esporádicas de los Estados Unidos y su presión para que se respeten los derechos humanos.

Temo que esta política de promoción de los derechos humanos sino viene acompañada de un mayor flujo de inversión en la región y más facilidades para que sus productos acedan al merado norteamericano, será tan poco exitosa como la de sus antecesores.