No sabemos exactamente qué edad tenía, más sí que era un hombre adulto.  Se había criado en una sociedad y tiempos difíciles, por dos razones;  1) Su pueblo estaba esclavizado, por tanto estaban sujetos a maltratos. 2) Las estrictas leyes religiosas y creencias de su sociedad, le sujetaban a que fuera doble víctima.  Esto así porque había nacido con un defecto físico.  Y se creía que Dios castigaba de esta manera a quienes tenían serios pecados.  Ante la pregunta, cómo pudo pecar antes de haber nacido? La respuesta lógica entonces era acusar a los padres.

En fin, este hombre cada día tenía que sobrevivir al rechazo por su discapacidad y al estigma religioso.  Pero entonces un día sábado, mientras visitaba una sinagoga, tuvo la fortuna de encontrarse con un Rabino (Maestro) llamado Jesús.  Nodice que se conocieran, pero estaba allí no por coincidencia, sino con propósito.  Pues Jesús no perdía oportunidad para confrontar la hipocresía y condenación de los líderes religiosos del momento, en este caso, a los Fariseos.  Este grupo representaba la autoridad del templo. Eran eruditos en las leyes de Moisés y los responsables de añadir reglas e impuestos a su conveniencia, con las cuales oprimían más aún al pueblo de Israel.  La Biblia relata cómo se habían propuesto acusar a Jesús para que fuese detenido pues no aprobaban lo que hacía:  sanar enfermos, aunque fuera el prohibido día de reposo, predicar a su Padre como un Dios de amor, proclamar ser Hijo de Dios y lo peor, atentar contra el negocio de los fariseos.

Jesús conocía bien sus intenciones.  Siendo Dios (Omnisciente) podía leer cual si fuera un libro sus corazones e íntimos pensamientos.  Con divina sabiduría constantemente les desbarataba sus trampas y tentaciones.  Y ahora se preparaba a hacerlo una vez más.  En el capítulo 3 de Marcos dice que le acechaban para ver si sanaría a aquel hombre de la mano seca, pues como era día de reposo, usarían ese “pecado” para acusarle.

Jesús entonces hizo exactamente eso, pues llamando al hombre le mandó a levantarse y ponerse en medio de todos.  En los versículos 4 al 6 leemos:  Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo[b] hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban.

Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana.

Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.

Esos religiosos salieron de ahí que echaban humo!  Cómo se atrevía a hacer el bien?, a sanar enfermedades imposibles? A retarlos?  A ellos, los “jefesotes” religiosos del momento!   Ellos lo veían como una gran falta de respeto, a tal punto, que fueron a hacer alianza con sus enemigos, los Herodianos, para consultar cómo podrían deshacerse de él.  Lo irónico de todo esto es que quienes estaban haciendo una falta imperdonable eran ellos, al Creador del Universo y el Dios mismo que ellos decían profesar.

Hoy en día, aún existen fariseos, de todas las formas, tamaños, olores y colores.  Personas con doctrinas que afirman saber qué Dios aprueba o no, cómo se portaría Jesús y cuán hundido en pecados y desaprobaciones somos.

Sin embargo, leyendo la Palabra de Dios, veo a un Jesús confrontador, misericordioso y justo a la vez.  Que no teme hacer lo correcto por amor y misericordia al necesitado, sin importarle quién se ofende.

No por nada dijo en Lucas 5:31Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.

Así como la mano seca de aquel hombre le fue restaurada sana, así pasa con nuestras vidas cuando acudimos al Maestro.  Somos sanados en cuerpo, alma y mente.  Cualquiera que sea la costumbre, regla o presión que te esté deteniendo de vivir plenamente sabiéndote amado(a), aceptado(a) y perdonado (a) por el Maestro, haz como él, revélate a la hipocresía, y busca la Verdad que es en Cristo Jesús, Salvador nuestro.  Y el que se te oponga, Él le mirará con enojo…

Marcos 3: 31 – 35 31 Vienen después sus hermanos y su madre, y quedándose afuera, enviaron a llamarle.

32 Y la gente que estaba sentada alrededor de él le dijo: Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan.

33 Él les respondió diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?

34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.

35 Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.

¡Bendiciones!