Decir que Jesús habla al mundo es llamar la atención con el propósito de ayudar a continuar esfuerzos para comprender palabras y enseñanzas llenas de sentido, adquirir instrucción, prudencia, justicia, rectitud, sensibilidad humana, equilibrio emocional y alcanzar más sabiduría; pues, “la sabiduría comienza por honrar a Dios”. (Proverbios 1:7).

Las enseñanzas de Jesús el profeta de Nazaret de Galilea de la época conocida como del siglo 1. a.C., son amonestaciones a personas de todas clases y condiciones. En este caso   se quieran hacer señalamientos a personas activas en asuntos mercantiles, negociantes, funcionarios gubernamentales de aduana, pagos de impuestos, inspectores departamentales y demás involucrados en finanzas.

Entre los diferentes llamamientos hechos por Jesús, son valiosas las citas en los tres evangelios sinópticos de la primera elección hecha por el Señor en: Mateo 4: 8-21; Marcos 1: 16-20 y Lucas 5:1-1. Aparentemente los hermanos pescadores, Pedro y Andrés, así como los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, eran de una empresa familiar de pescadería. Estos dos pares de hermanos fueron de los más allegados y comprometidos discípulos de Hijo de Dios, a partir de ese inicio.

A estos primeros discípulos llamados por Jesús para apoyarlo en su ministerio y a los otros discípulos añadidos después, el Maestro enseñaba inculcando lentamente la visión del Reino de Dios, usó parábolas para instruir, señaló las modalidades de ser verdaderos seguidores a la causa del establecimiento de ese dominio.

A partir de la incorporación de los primeros seguidores. Desde entonces Jesús comenzó a proclamar: “Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca”. (Mateo 4:17). Continuó su prédica diciendo: “Bienaventurados (dichosos, felices, bendecidos) los que tienen espíritu de pobres, los pobres, los que sufren, los humildes, los que tienen sed de justicia, los compasivos, los de corazón limpio, los que trabajan por la paz, los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos. En la oración que la mayoría de los cristianos rezan, el iluminado maestro oró diciendo: “Padre Nuestro que estas en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo”. (Mateo 6: 9).

 Esta es la plegaria que todos debemos suplicar en este momento de grandes sufrimientos, incertidumbres, injusticias, carencias físicas, disturbios políticos, luchas raciales, desacuerdos familiares, perturbaciones psíquicas…